viernes, 5 de diciembre de 2025

QUIEN NO RECIBE LOS BIENES DE DIOS ES UN INGRATO. DUDAS Y DIFICULTADES



                    Después de haber escrito lo que está dicho arriba me sentía toda compenetrada y más que nunca aniquilada, y habiéndome puesto a rezar, mi siempre amable Jesús ha venido y estrechándome fuerte a Su Corazón me ha dicho: 

                    “Hija de Mi Querer, ¿por qué no quieres reconocer los dones que tu Jesús quiere darte?. Esta es suma ingratitud. Supón un rey rodeado por sus fieles ministros, y que un pobre joven descalzo, andrajoso, que llevado por amor de ver al rey va al palacio y haciéndose más pequeño de lo que es, por detrás de los ministros mira al rey y luego se esconde temiendo ser descubierto, pero el rey poniendo en él su atención, mientras el muchacho se está agazapado tras los ministros, lo llama, lo conduce aparte; el pequeño tiembla, enrojece, teme ser castigado, pero el rey se lo estrecha al corazón y le dice: “No temas, te he llamado aparte para decirte que quiero elevarte por encima de todos, todos los dones que he dado a mis ministros quiero que tú los superes, no quiero que salgas de mi palacio”. Si el muchacho es bueno aceptará con amor la propuesta del rey, dirá a todos cuán bueno es el rey, lo dirá a los ministros, llamando a todos para agradecer al rey, pero si es ingrato se negará a aceptar diciendo: “¿Qué quieres de mí? Soy un pequeño pobre, andrajoso, descalzo, no son para mí esos dones”. Y guardará en su corazón el secreto de su ingratitud; ¿no es ésta una horrenda ingratitud? ¿Y qué será de este muchacho?. Así eres tú, porque te ves indigna quieres desembarazarte de Mis dones”.  

                    Y yo: 

                    “Amor mío, Tú tienes razón, pero lo que me causa más impresión es que siempre quieres hablar de mí”. 

                    Y Él: 

                    “Es justo, es necesario que hable de ti. ¿Sería correcto que un esposo que quiere casarse con su esposa deba tratar con los otros y no con ella?. Mientras que es necesario que se confíen sus secretos, que uno sepa lo que tiene el otro, que los papás den la dote a estos esposos y que anticipadamente uno se habitúe a los modos del otro”. 

                    Y yo he agregado: 

                    “Dime vida mía, ¿quién es mi familia?. ¿Cuál es mi dote y la tuya?”.

                    Y sonriendo ha continuado:  

                    “Tu familia es la Trinidad. ¿No te acuerdas que en los primeros años de cama te llevé al Cielo, y ante la Trinidad Sacrosanta nos unimos?. Y Ella te dotó de tantos dones que tú misma no los has conocido aún, y conforme te hablo de Mi Querer, de sus efectos y de su valor, son descubiertos los dones con que desde entonces fuiste dotada. 

                    De Mi dote no te hablo, porque lo que es Mío es tuyo. Y además, después de pocos días descendimos del Cielo y las Tres Divinas Personas tomamos posesión de tu corazón y formamos Nuestra perpetua morada; Nosotros tomamos el gobierno de tu inteligencia, de tu corazón, de toda tú, y cada cosa que tú hacías era un desahogo de Nuestra Voluntad Creadora en ti, eran confirmaciones de que tu querer estaba animado de un Querer Eterno. 

                    El trabajo ya está hecho, sólo queda hacerlo conocer para hacer que no sólo tú, sino también otros puedan tomar parte en estos tan grandes bienes, y esto lo estoy haciendo llamando ahora a un ministro Mío, y ahora a otro, y hasta ministros de lugares lejanos para hacerles conocer estas grandes verdades. La cosa es Mía, no tuya, así que déjame hacer; es más, debes saber que cada vez que manifiestas un valor de más de Mi Querer, Me siento tan contento que te amo con amor multiplicado”.

                    Y yo enrojeciendo por mis dificultades he dicho: 

                    “Mi sumo y único Bien, mira cómo me he hecho más mala, antes no tenía dudas en lo que Tú me decías, pero ahora no, cuántas dudas, cuántas dificultades, yo misma no sé de dónde las saco”. 

                    Y Jesús: 

                    “No te aflijas ni siquiera por esto, Soy Yo mismo quien muchas veces suscito estas dificultades para responder no sólo a ti y confirmarte las verdades que te digo, sino para responder a todos aquellos que leyendo estas verdades puedan encontrar dudas y dificultades, y Yo les respondo desde antes, a fin de que puedan encontrar la Luz y la respuesta a todas sus dificultades. Críticas no faltarán, por eso todo es necesario”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 13, 5 de Diciembre de 1921





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