Después de haber escrito lo que está dicho arriba me sentía toda compenetrada y más
que nunca aniquilada, y habiéndome puesto a rezar, mi siempre amable Jesús ha venido y
estrechándome fuerte a Su Corazón me ha dicho:
“Hija de Mi Querer, ¿por qué no quieres reconocer los dones que tu Jesús quiere darte?. Esta es suma ingratitud. Supón un rey rodeado por sus fieles ministros, y que un pobre joven
descalzo, andrajoso, que llevado por amor de ver al rey va al palacio y haciéndose más
pequeño de lo que es, por detrás de los ministros mira al rey y luego se esconde temiendo ser
descubierto, pero el rey poniendo en él su atención, mientras el muchacho se está agazapado
tras los ministros, lo llama, lo conduce aparte; el pequeño tiembla, enrojece, teme ser
castigado, pero el rey se lo estrecha al corazón y le dice: “No temas, te he llamado aparte
para decirte que quiero elevarte por encima de todos, todos los dones que he dado a mis
ministros quiero que tú los superes, no quiero que salgas de mi palacio”. Si el muchacho es
bueno aceptará con amor la propuesta del rey, dirá a todos cuán bueno es el rey, lo dirá a los
ministros, llamando a todos para agradecer al rey, pero si es ingrato se negará a aceptar
diciendo: “¿Qué quieres de mí? Soy un pequeño pobre, andrajoso, descalzo, no son para mí
esos dones”. Y guardará en su corazón el secreto de su ingratitud; ¿no es ésta una horrenda
ingratitud? ¿Y qué será de este muchacho?. Así eres tú, porque te ves indigna quieres
desembarazarte de Mis dones”.
Y yo:
“Amor mío, Tú tienes razón, pero lo que me causa más impresión es que siempre
quieres hablar de mí”.
Y Él:
“Es justo, es necesario que hable de ti. ¿Sería correcto que un esposo que quiere
casarse con su esposa deba tratar con los otros y no con ella?. Mientras que es necesario que
se confíen sus secretos, que uno sepa lo que tiene el otro, que los papás den la dote a estos
esposos y que anticipadamente uno se habitúe a los modos del otro”.
Y yo he agregado:
“Dime vida mía, ¿quién es mi familia?. ¿Cuál es mi dote y la tuya?”.
Y
sonriendo ha continuado:
“Tu familia es la Trinidad. ¿No te acuerdas que en los primeros años de cama te llevé al
Cielo, y ante la Trinidad Sacrosanta nos unimos?. Y Ella te dotó de tantos dones que tú misma
no los has conocido aún, y conforme te hablo de Mi Querer, de sus efectos y de su valor, son
descubiertos los dones con que desde entonces fuiste dotada.
De Mi dote no te hablo, porque
lo que es Mío es tuyo. Y además, después de pocos días descendimos del Cielo y las Tres
Divinas Personas tomamos posesión de tu corazón y formamos Nuestra perpetua morada;
Nosotros tomamos el gobierno de tu inteligencia, de tu corazón, de toda tú, y cada cosa que tú
hacías era un desahogo de Nuestra Voluntad Creadora en ti, eran confirmaciones de que tu
querer estaba animado de un Querer Eterno.
El trabajo ya está hecho, sólo queda hacerlo
conocer para hacer que no sólo tú, sino también otros puedan tomar parte en estos tan
grandes bienes, y esto lo estoy haciendo llamando ahora a un ministro Mío, y ahora a otro, y
hasta ministros de lugares lejanos para hacerles conocer estas grandes verdades. La cosa es
Mía, no tuya, así que déjame hacer; es más, debes saber que cada vez que manifiestas un
valor de más de Mi Querer, Me siento tan contento que te amo con amor multiplicado”.
Y yo enrojeciendo por mis dificultades he dicho:
“Mi sumo y único Bien, mira cómo me
he hecho más mala, antes no tenía dudas en lo que Tú me decías, pero ahora no, cuántas
dudas, cuántas dificultades, yo misma no sé de dónde las saco”.
Y Jesús:
“No te aflijas ni siquiera por esto, Soy Yo mismo quien muchas veces suscito
estas dificultades para responder no sólo a ti y confirmarte las verdades que te digo, sino para
responder a todos aquellos que leyendo estas verdades puedan encontrar dudas y
dificultades, y Yo les respondo desde antes, a fin de que puedan encontrar la Luz y la
respuesta a todas sus dificultades. Críticas no faltarán, por eso todo es necesario”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 13, 5 de Diciembre de 1921


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