Continuando mi estado, sentía un peso sobre mi alma por la privación del Bendito Jesús, como si sobre de mí gravitara todo el peso del mundo, y en mi inmensa amargura hacía cuanto más podía por buscarlo. Después, habiendo venido me ha dicho:
“Hija Mía, cada vez que el alma me busca recibe una tinta, un lineamiento divino, y otras tantas veces renace en Mí y Yo renazco en ella”.
Mientras esto decía, estaba pensando en lo que había dicho, casi maravillándome y diciendo: “Señor, ¿qué dices?”.
Y Él ha agregado:
“¡Oh, si supieras la Gloria, el gusto que siente todo el Cielo al recibir esta nota de la tierra, de un alma que busca siempre a Dios, toda conforme a la nota de ellos!. ¿Qué cosa es la vida de los Bienaventurados?. ¿Quién la forma?. Este renacer continuamente en Dios y Dios en ellos; esto es aquel dicho: “Que Dios es siempre viejo y siempre nuevo”. Jamás sienten cansancio, porque están en continua actitud de nueva vida en Dios”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 6, 10 de Diciembre de 1903


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