sábado, 24 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 24º

  

...toda la magnificencia de la Creación 
fue destinada por Dios para darla 
a aquellos que habrían hecho y vivido 
en el Reino de la Divina Voluntad


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Reina arrollada en el dolor: 

               Mamá Soberana, Tu pequeña hija siente la necesidad de venir a Tus rodillas para hacerte un poco de compañía. Veo Tu rostro cubierto de tristeza, y alguna lágrima fugitiva corre de Tus ojos, el Dulce Niñito tiembla y sollozando llora. Mamá Santa, uno mis penas a las Tuyas para reconfortarte y para calmar el llanto del Celestial Niño. Pero ¡ah! Mamá mía, no me niegues el revelarme el secreto, ¿qué hay de funesto para mi querido Niño? 

Lección de la Madre Reina: 

               Hija Mía queridísima, el Corazón de tu Mamá hoy está henchido por el amor y por el dolor, tanto que no puedo retener el llanto, tú sabes que la venida de los Reyes Magos dejó rumores en Jerusalén al preguntar por el nuevo Rey, y el impío Herodes por temor de ser derribado del trono, ha dado ya la orden de asesinar a Mi dulce Jesús, Mi querida Vida, junto con todos los otros niños. Hija mía, ¡qué dolor!. Aquél que ha venido a dar la vida a todos y a traer la nueva era en el mundo, era de paz, de felicidad, de gracia, ¡Me lo quieren matar!. ¡Qué ingratitud, qué perfidia!. ¡Ah hija Mía, hasta dónde llega la ceguera de la voluntad humana!. Hasta volverse crueles, hasta atar las manos al mismo Creador y volverse dueña de Aquél que la ha creado. 

               Por eso compadéceme hija Mía, y trata de calmar el llanto al Dulce Niño. Él llora por la ingratitud humana, que apenas nacido lo quieren muerto, y para salvarlo estamos obligados a huir. Ya el querido San José ha sido avisado por el Ángel de partir rápido a tierras extranjeras. Tú acompáñanos hija querida, no Nos dejes solos, y Yo continuaré dándote Mis lecciones sobre los graves males de la voluntad humana. 

               Ahora, tú debes saber que en cuanto el hombre se sustrajo de la Divina Voluntad rompió con su Creador. Todo había sido hecho por Dios sobre la tierra, todo era suyo, y el hombre con no hacer el Querer Divino perdió todos los derechos, y se puede decir que no tenía a dónde ir, así que se convierte en el pobre exiliado, el peregrino que no podía poseer habitación permanente, y esto no sólo en el alma, sino también en el cuerpo; todas las cosas se cambiaron para el pobre hombre, y si alguna cosa fugaz tiene, fue en virtud de los méritos previstos de este Celestial Niño, y esto porque toda la magnificencia de la Creación fue destinada por Dios para darla a aquellos que habrían hecho y vivido en el Reino de la Divina Voluntad. Todos los demás, si toman a duras penas alguna cosa, son los verdaderos ladrones de su Creador, y con razón, ya que no quieren hacer la Divina Voluntad, pero sí quieren los bienes que a Ella pertenecen. 

               Ahora hija querida, escucha cuánto, Yo y este querido Niño te amamos, que a los primeros albores de la vida se va al exilio y a tierra extranjera para liberarte del exilio en el cual te ha puesto el querer humano, para llamarte a vivir, no en tierra extraña, sino en la Patria que te fue dada por Dios cuando fuiste creada, esto es, en el Reino del Fiat Supremo. 

               Hija de Mi Corazón, ten piedad de las lágrimas de tu Mamá y de las lágrimas de este Dulce y querido Niño, porque llorando te rogamos no hacer jamás tu voluntad, sino que regresa, te rogamos, te suplicamos, al seno del Querer Divino que tanto te suspira. 

               Ahora hija querida, entre el dolor de la ingratitud humana, entre las inmensas alegrías y felicidad que el Fiat Divino Nos daba, y entre la fiesta que toda la Creación hacía al Dulce Niño, la tierra reverdecía y florecía bajo Nuestros pasos para dar homenaje a su Creador. El sol lo fijaba e inundándolo con su luz se sentía honrado de darle su luz y calor; el viento lo acariciaba; los pajaritos, casi como nubes bajaban en torno a Nosotros, y con sus trinos y cantos hacían los más bellos arrullos al querido Niño, para calmarle el llanto y conciliarle el sueño. Hija Mía, estando en Nosotros el Querer Divino teníamos el poder sobre todo. 

               Más tarde llegamos a Egipto, y después de un largo periodo de tiempo, el Ángel del Señor avisó a San José que regresáramos a la casa en Nazaret porque el impío tirano había muerto. Y así regresamos a nuestra tierra natal. Ahora, Egipto simboliza la voluntad humana, tierra llena de ídolos, y por donde pasaba el Niño Jesús, echaba por tierra estos ídolos y los metía en el Infierno. ¡Cuántos ídolos posee el querer humano!. Ídolos de vanagloria, de estima propia y de pasiones que tiranizan a la pobre criatura, por eso sé atenta, escucha a tu Mamá, que con tal de que no hagas jamás tu voluntad, haría cualquier sacrificio, y daría incluso Mi vida para darte el gran bien de que tú vivas siempre en el Seno de la Divina Voluntad

El alma: 

               Mamá dulcísima, cuánto Te agradezco que me hagas comprender el gran mal del querer humano, por eso Te ruego, por el dolor que sufriste en el exilio en Egipto, que hagas salir mi alma del exilio de mi voluntad, y de hacerme regresar a la querida Patria de la Divina Voluntad. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme ofrecerás tus acciones unidas con las Mías, en acto de gratitud al Santo Niño, rogándole que entre en el Egipto de tu corazón para cambiarlo todo en Voluntad de Dios. 

Jaculatoria: 

               Mamá mía, encierra al pequeño Jesús en mi corazón, a fin de que me lo reordene todo en la Voluntad Divina.





viernes, 23 de mayo de 2025

JESÚS BROMEA Y HABLA DEL VERDADERO DESAPEGO



                    Esta vez mi adorable Jesús quería jugar un poco; venía, hacía ver que me quería escuchar, pero mientras me ponía a hablar, como un rayo desaparecía. ¡Oh Dios, qué pena! Mientras mi corazón nadaba en esta pena amarguísima de la lejanía de Jesús y estaba casi un poco inquieto, Jesús ha regresado de nuevo diciéndome: "¿Qué hay, qué hay?. ¡Más tranquila, más calmada! Di, di, ¿qué quieres?".

                    Pero en el momento de responderle ha desaparecido. Yo hacía cuanto podía para calmarme, pero qué, después de algún tiempo mi corazón volvió a no saber darse paz sin su único y solo consuelo y quizá más que antes.

                    Jesús volviendo de nuevo me ha dicho: "Hija Mía, la dulzura tiene la virtud de hacer cambiar la naturaleza a las cosas, sabe convertir lo amargo en dulce, por eso, más dulce, más dulce".

                    Pero no me dio tiempo de decir una sola palabra. Así he pasado esta mañana.

                    Después de esto me he sentido fuera de mí misma junto con Jesús. Había muchas personas, quien ambicionaba las riquezas, quien el honor, quien la gloria y quien hasta la santidad, y tantas otras cosas, pero no por Dios, sino para ser tomadas en cuenta como algo grande por las demás criaturas. Jesús dirigiéndose a ellas, moviendo la cabeza les dijo:"Qué tontos sois, os estáis formando la red para enredaros".

                    Después, dirigiéndose a mí me ha dicho: "Hija Mía, por eso la primera cosa que tanto recomiendo es el desapego de todas las cosas y hasta de sí mismo, y cuando el alma se ha despegado de todo, no tiene necesidad de hacerse fuerza para estar lejos de todas las cosas de la tierra, que por ellas mismas se ponen a su alrededor, pero viendo que no son tomadas en cuenta, más bien despreciadas, dándole un adiós se despiden para no darle más molestia".


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 23 de Mayo de 1899



LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 23º

  

Yo y Mi Hijo no hacemos otra cosa 
que hacer surgir estrellas...


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Celestial: 

              Heme aquí de nuevo Mamá Santa sobre Tus rodillas maternas, el dulce Niño que estrechas en Tu Seno y Tu belleza raptora me encadenan de modo que no puedo alejarme de Ti, pero hoy Tu aspecto es más bello aún, me parece que el dolor de la circuncisión Te ha vuelto más bella, Tu dulce mirada ve a lo lejos para ver si llegan personas queridas, porque sientes la inquietud de querer hacer conocer a Jesús. Yo no me apartaré de Tus rodillas, para que también yo escuche Tus bellas lecciones, para que pueda conocerlo y amarlo más. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija queridísima, tienes razón de que Me ves más bella, tú debes saber que cuando vi circuncidado a Mi Hijo y manar sangre de la herida, Yo amé aquella sangre, aquella herida, y quedé doblemente Madre: Madre de Mi Hijo y Madre de Su Sangre y de Su crudo dolor, así que adquirí ante la Divinidad doble derecho de Maternidad, doble derecho de gracias para Mí y para todo el género humano, he aquí por qué Me ves más bella. 

                Hija Mía, cómo es bello hacer el bien, sufrir en paz por amor de Aquél que nos ha creado, esto ata la Divinidad a la criatura y le da tanto de gracias y de amor, hasta ahogarla. Este amor y gracias no saben estar ociosos, sino quieren correr, darse a todos para hacer conocer a Aquél que tanto ha dado. Por esto sentía la necesidad de hacer conocer a Mi Hijo. 

               Ahora hija Mía bendita, la Divinidad, que no sabe negar nada a quien La ama, hace surgir bajo el cielo azul una nueva estrella más bella y luminosa, y con su luz va en busca de adoradores para decir con su mudo centellear a todo el mundo: "Ha nacido Aquél que ha venido a salvaros, vengan a adorarlo y a conocerlo como vuestro Salvador". Pero, oh ingratitud humana, entre tantos, sólo tres personajes pusieron atención, y sin tener en cuenta los sacrificios se pusieron en camino para seguir la estrella. Y así como una estrella guiaba en el camino a sus personas, así Mis oraciones, Mi amor, Mis suspiros, Mis gracias, -porque quería hacer conocer al Celestial Niño, el esperado de todos los siglos,- como tantas estrellas descendían en sus corazones, iluminaban sus mentes, guiaban su interior, de modo que sentían que sin conocerlo todavía, amaban a Aquél que buscaban, y aceleraban el paso para llegar y ver a Aquél que tanto amaban. 

               Hija Mía queridísima, Mi Corazón de Madre se regocijaba por la fidelidad, correspondencia y sacrificio de estos Reyes Magos, por venir a conocer y adorar a Mi Hijo. Pero no te puedo esconder un secreto doloroso Mío, entre tantos, apenas tres, y en la historia de los siglos, cuántas veces no se Me repite este dolor e ingratitud humana; Yo y Mi Hijo no hacemos otra cosa que hacer surgir estrellas, una más bella que la otra para llamar: alguna a conocer a su Creador, otra a la Santidad, otra a resurgir del pecado, quién al heroísmo de un sacrificio, ¿pero quieres saber tú cuáles son estas estrellas?. Un encuentro doloroso es una estrella, una verdad que se conoce es una estrella, un amor no correspondido por otras criaturas es una estrella, un revés, una pena, un desengaño, una fortuna inesperada, son tantas estrellas que hacen luz en las mentes de las criaturas, que acariciándolas quieren hacerlas encontrar al Celestial Infante, que sufre de amor, y aterido por el frío quiere un refugio en sus corazones para hacerse conocer y amar. 

               Pero, ay de Mí, Yo que Lo tengo en Mis brazos espero en vano que las estrellas Me traigan a las criaturas para ponerlo en sus corazones, y Mi Maternidad viene restringida, obstaculizada; y mientras Soy Madre de Jesús, Me es impedido hacer de Madre a todos, porque no están a Mi alrededor, no buscan a Jesús; las estrellas se esconden y ellas quedan en la Jerusalén del mundo, sin Jesús. ¡Qué dolor hija mía, qué dolor!. Se requiere correspondencia, fidelidad, sacrificio para seguir las estrellas, y si surge el Sol de la Divina Voluntad en el alma, qué atención no se requiere, de otra manera se queda en la oscuridad del querer humano. 

                Ahora hija Mía, los Santos Reyes Magos, en cuanto entraron en Jerusalén perdieron la estrella, pero a pesar de esto no cesaron de buscar a Jesús. En cuanto llegaron fuera de la ciudad, la estrella reapareció y los condujo festivos a la gruta de Belén. Yo los recibí con amor de Madre, y el querido Niño los miró con tanto amor y majestad, haciendo transparentar de Su pequeña Humanidad Su Divinidad, por lo cual, inclinándose, se arrodillaron a Sus pies adorando y contemplando aquella celestial belleza, lo reconocieron por verdadero Dios y estaban raptados, extasiados en gozarlo, tanto que el Celestial Niño debió retirar Su Divinidad en Su Humanidad, de otra manera se habrían quedado ahí, sin poderse apartar de Sus pies divinos. 

               En cuanto se recuperaron del éxtasis donde ofrecieron el oro de sus almas, el incienso de su creencia y adoración, la mirra de todo su ser y de cualquier sacrificio que hubiera querido, agregaron el ofrecimiento y regalos externos, símbolo de sus actos internos: oro, incienso y mirra. Pero Mi amor de Madre no estaba contento aún, quise poner en sus brazos al dulce Niño, y ¡oh! con cuánto amor lo besaron, lo estrecharon a su pecho, sentían en ellos el Paraíso anticipado. Con esto Mi Hijo ataba a todas las naciones gentiles al conocimiento del verdadero Dios y ponía a todos en común los bienes de la Redención, el retorno de la Fe a todos los pueblos; se constituía Rey de los dominantes, y con las armas de Su Amor, de Sus penas y de Sus lágrimas, dominando sobre todo llamaba el Reino de su Voluntad sobre la tierra. 

               Y Yo, tu Mamá, quise Ser la primera Apóstol, los instruí, les conté la historia de Mi Hijo, Su Amor ardiente, les recomendé que lo hicieran conocer a todos, y tomado el primer puesto de Madre y Reina de todos los Apóstoles, los bendije, los hice bendecir por el querido Niño, y felices y con lágrimas volvieron a sus regiones. Yo no los dejé, sino que con afecto materno los acompañé, y para corresponderles les hacía sentir a Jesús en sus corazones; ¡cómo estaban contentos!. 

               Tú debes saber que sólo Me siento verdadera Madre cuando veo que Mi Hijo tiene el dominio, la posesión, y forma Su perenne morada en los corazones que Lo buscan y aman. Ahora una palabrita para ti hija Mía, si quieres que te haga de verdadera Madre, hazme poner a Jesús en tu corazón, lo harás feliz con tu amor, lo alimentarás con el alimento de Su Voluntad, porque Él no toma otro alimento, Me lo vestirás con la Santidad de tus obras, Yo vendré a tu corazón y haré crecer de nuevo junto contigo a Mi querido Hijo, y haré a ti y a Él el oficio de Madre; así sentiré las puras alegrías de Mi fecundidad materna. Tú debes saber que lo que no comienza de Jesús que está dentro del corazón, aunque sean las obras más bellas externas, no pueden jamás agradarme, porque están vacías de la Vida de Mi querido Hijo. 

El alma a su Madre celestial: 

               Mamá Santa, cómo debo agradecerte que quieres poner al Celestial Niño en mi corazón, cómo estoy contenta por ello, ¡ah! Te ruego que me escondas bajo Tu Manto, a fin de que no vea nada más que al Niño que está en mi corazón, y formando de todo mi ser un solo acto de amor de Voluntad Divina, lo haga crecer tanto, hasta llenarme toda de Jesús, y a quedar de mí sólo el velo que Lo esconda. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme vendrás tres veces a besar al Celestial Pequeño y le darás el oro de tu voluntad, el incienso de tus adoraciones, la mirra de tus penas, y Me pedirás que lo encierre en tu corazón. 

Jaculatoria: 

                Mamá Celestial, enciérrame en el muro de la Divina Voluntad, para alimentar a mi querido Jesús.



jueves, 22 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 22º

  

Me sentí de tal manera traspasada 
que Me sangró el Corazón y se abrieron 
nuevas venas de dolores... 


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Mamá celestial: 

               Mamá Santa, heme aquí junto a Ti para acompañarte al Templo, donde vas a cumplir el más grande de los sacrificios, esto es, dar la Vida del Celestial Infante en poder de cada una de las criaturas, a fin de que se sirvan de Ella para ponerse a salvo, para santificarse. Pero ¡ay, qué dolor!. Muchos se servirán de Ella para ofenderlo e incluso para perderse. ¡Ah! Mamá mía, deposita al pequeño Jesús en mi corazón, y yo Te prometo y juro amarlo siempre y tenerlo como vida de mi pobre corazón. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija queridísima, cómo estoy contenta por tenerte cerca, Mi materno Corazón siente la necesidad de desahogar Mi amor y confiarte Mis secretos. Está atenta a Mis lecciones y escúchame, tú debes saber que son ya cuarenta días que Nos encontramos en esta gruta de Belén, la primera morada de Mi Hijo acá abajo; pero ¡cuántas maravillas en esta gruta!. El Celestial Infante en un arrebato de amor descendió del Cielo a la tierra, fue concebido y nació, y sentía la necesidad de desahogar este amor, así que cada respiro, latido y movimiento, eran un desahogo de amor que hacía; cada lágrima, llanto y gemido eran desahogo de amor; también el sentirse aterido de frío, Sus labios lívidos y temblorosos, eran todos desahogos de amor que hacía, y buscaba a Su Mamá para poner en Mí este amor que no podía contener, y Yo estaba en poder de Su amor, así que me sentía herir continuamente y sentía a mi querido pequeño palpitar, respirar, moverse en Mi materno Corazón, lo sentía llorar, gemir y sollozar, y quedaba inundada por las llamas de Su amor. 

               Ya la circuncisión Me había abierto desgarros profundos, en los cuales Me vertió tanto amor, que Me sentía Reina y Madre de Amor. Yo Me sentía raptada al ver que en cada pena, lágrima y movimiento que hacía Mi dulce Jesús, buscaba y llamaba a Su Mamá como amado refugio de Sus actos y de Su Vida. ¿Quién puede decirte hija mía lo que pasó entre el Celestial Niño y Yo en estos cuarenta días?. 

               La repetición de Sus actos junto Conmigo, Sus lágrimas, Sus penas, Su amor, estaban como transfundidos juntos, y lo que hacía Él hacía Yo. Ahora, habiendo llegado el término de los cuarenta días, el querido Niño, más que nunca ahogado en Su amor, quiso obedecer a la Ley y presentarse al Templo para ofrecerse por la salvación de cada uno. 

               Era la Divina Voluntad que Nos llamaba al gran sacrificio, y nosotros pronto obedecimos. Hija mía, este Fiat Divino cuando encuentra la prontitud en hacer lo que Él quiere, pone a disposición de la criatura Su fuerza divina, Su Santidad, Su potencia creadora de multiplicar aquel acto, aquel sacrificio por todos y por cada uno, pone en aquel sacrificio la monedita de valor infinito, con la cual se puede pagar y satisfacer por todos. Ahora, era la primera vez que tu Mamá y San José salíamos juntos con el pequeño Jesús, toda la Creación reconoció a su Creador y se sintieron honrados en tenerlo en medio a ellos, y poniéndose en actitud de fiesta nos acompañaron a lo largo del camino. 

               Llegados al Templo nos postramos y adoramos a la Majestad Suprema, y después lo pusimos en brazos del Sacerdote, que era Simeón, el cual lo ofreció al Eterno Padre por la salvación de todos, y mientras lo ofrecía, inspirado por Dios reconoció al Verbo Divino, y exultando de inmensa alegría adoró y agradeció al querido Niño, y después del ofrecimiento profetizó y predijo todos Mis dolores. ¡Oh! cómo el Fiat Supremo dolorosamente hizo sentir a Mi materno Corazón, con sonido vibrante, la fatal tragedia de todas las penas que habría de sufrir Mi Hijo Divino. Cada palabra era espada cortante que Me atravesaba, pero lo que más Me traspasó el Corazón, fue el oír que este Celestial Infante sería no sólo la salvación, sino también la ruina de muchos y el blanco de las contradicciones. ¡Qué pena!. ¡Qué dolor!. Si el Querer Divino no Me hubiera sostenido habría muerto al instante de puro dolor. En cambio Me dio vida para comenzar a formar en Mí el reino de los dolores en el reino de Su misma Divina Voluntad, así que, con el derecho de Madre que tenía sobre todos, adquirí también el derecho de Madre y Reina de todos los dolores. ¡Oh! sí, con Mis dolores adquirí la monedita para pagar las deudas de Mis hijos, y también de los hijos ingratos. 

               Ahora hija mía, tú debes saber que por la Luz de la Divina Voluntad que en Mí reinaba, ya conocía todos los dolores que debían tocarme, y más de aquellos que Me dijo el Santo Profeta; más bien puedo decir que Me profetizó los dolores que Me vendrían de la parte externa, pero de los dolores internos, que más Me habrían traspasado, de las penas internas entre Mi Hijo y Yo, no Me dijo nada; pero con todo y esto, en aquel momento tan solemne del ofrecimiento de Mi Hijo, al oírmelos repetir, Me sentí de tal manera traspasada que Me sangró el Corazón y se abrieron nuevas venas de dolores y desgarros profundos en mi alma. 

               Ahora escucha a tu Mamá, en tus penas, en los encuentros dolorosos que también a ti no te faltan, cuando sepas que el Querer Divino quiere algún sacrificio de ti, está pronta, no te abatas, sino que repite rápidamente el querido y dulce Fiat, o sea, "lo que quieras Tú, lo quiero yo", y con amor heroico haz que el Querer Divino tome su puesto real en tus penas, para que te las convierta en moneditas de infinito valor con las cuales podrás pagar tus deudas, incluso aquellas de tus hermanos, para rescatarlos de la esclavitud de la voluntad humana, para hacerlos entrar como hijos libres en el Reino del Fiat Divino, porque tú debes saber que el Querer Divino agradece tanto el sacrificio por Él querido de la criatura, que le cede sus derechos divinos y la constituye reina del sacrificio y del bien que surgirá en medio a las criaturas. 

El alma a su Madre celestial: 

               Mamá Santa, en Tu Corazón traspasado pongo todas mis penas, que Tú sabes cómo me afligen. ¡Ah! hazme de Mamá y vierte en mi corazón el bálsamo de Tus dolores, a fin de que tenga Tu misma suerte, de servirme de mis penas para cortejar a Jesús, tenerlo defendido y reparado de todas las ofensas, y como medio seguro para conquistar el Reino de la Divina Voluntad, y hacerlo venir a reinar sobre la tierra. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme vendrás a Mis brazos para que te ofrezca junto con Mi Hijo al Celestial Padre, para obtener el Reino de la Divina Voluntad. 

Jaculatoria: 

               Mamá Santa, derrama Tu dolor en mi alma, y convierte todas mis penas en Voluntad de Dios.




miércoles, 21 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 21º

  

...si trabajas llama a Jesús, si duermes 
llama a Jesús, y si te despiertas, 
la primera palabra sea Jesús


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre celestial: 

               Mamá Divina, Tu amor me llama poderosamente hacia Ti porque quieres hacerme participar de Tus alegrías y de Tus dolores, para encerrarlos en mi corazón como prenda de Tu amor y del amor del Niñito Jesús, a fin de que comprenda cuánto me han amado y cuánto estoy obligada a imitarlos, teniendo el modelo de vuestra vida para hacer una copia perfecta de ella; y Tú Mamá Santa, ayúdame para que pueda imitaros. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija queridísima, cómo suspiro por tu compañía para contarte Nuestra historia de amor y de dolor, la compañía hace más dulces, suaves y queridas las alegrías, y el dolor queda mitigado y correspondido por la dulce compañía de quien Nos ama. 

               Ahora, tú debes saber que apenas habían transcurrido ocho días del Nacimiento del Infante Divino. Todo era fiesta y felicidad, la misma Creación poniéndose en actitud de fiesta festejaba al Creador Niño. Pero el deber interrumpe Nuestras alegrías, porque en aquellos tiempos había una ley, que todos los hijos primogénitos debían someterse al duro corte de la circuncisión; Mi Corazón de Madre sangraba por el dolor de tener que someter a Mi querido Hijo, Mi vida, Mi mismo Creador, a un dolor tan acerbo. ¡Oh! cómo habría querido ponerme en Su lugar, pero el Querer Supremo se impuso sobre Mi amor, y dándome el heroísmo Me ordenó circuncidar al Dios Niño. Hija Mía, tú no puedes comprender cuánto Me costó, pero venció el Fiat Divino, y obedecí unida con San José, y estando los dos de acuerdo se circuncidó a Mi querido Hijo. 

               Al corte doloroso Yo Me sentí arrancar el Corazón y lloré, San José lloraba, y Mi querido Niño sollozaba; era tanto el dolor, que temblaba y mirándome, en Mí buscaba ayuda. Qué hora de dolor y de sufrimiento de parte de los tres, fue tanto que, más que mar arrollaba a todas las criaturas para llevarles la primera prenda y la misma vida de Mi Hijo para ponerlas a salvo. 

               Ahora hija bendita, tú debes saber que este corte encerraba profundos misterios: era el sello que imprimía en la pequeña Humanidad del Celestial Niño la hermandad con toda la humana familia, y la sangre que derramó era el primer desembolso ante la Divina Justicia para rescatar a todas las generaciones humanas; el querido Niño era inocente, no estaba obligado a la Ley, pero quiso someterse, primero para dar ejemplo, y después para dar confianza, valor, y decir a todos: "No teman, Soy un hermanito vuestro, igual a ustedes, amémonos y los pondré a todos a salvo, los llevaré a todos a Mi Padre Celestial como Mis queridos hermanos".

               Hija mía, qué ejemplo da el Celestial Niño, Él, que Es el Autor de la Ley, obedece la Ley. Apenas ocho días de nacido, y Se hace del cumplir la ley un deber, y Se somete al duro corte de la circuncisión, corte imborrable, como imborrable la unión que vino a hacer con la humanidad degradada. Esto indica que la Santidad está en el propio deber, en la observancia de las leyes y en cumplir la Divina Voluntad; Santidad sin deber no existe, es el deber el que pone el orden, la armonía, el sello a la Santidad. 

               Además de esto hija Mía, tú debes saber que al sustraerse Adán de la Divina Voluntad, después de su pequeña vida de inocencia, su voluntad humana quedó herida, más que por un cuchillo homicida, y por esta herida entró la culpa, las pasiones, perdió el bello día de la Voluntad Divina, se degradó tanto que daba piedad, y Mi querido Hijo después de las alegrías de Su Nacimiento, quiso ser circuncidado a fin de que esta herida Suya sanara la herida que se hizo Adán con hacer su propia voluntad, y con su sangre le preparó el baño para lavarlo de todas sus culpas, fortalecerlo, embellecerlo de modo de hacerlo digno de recibir nuevamente aquella Voluntad Divina que rechazó, que formaba su santidad y su felicidad. 

               Hija, no hubo obra o pena que Él sufriera, con la que no tratara de reordenar nuevamente la Divina Voluntad en las criaturas, por eso lo que te debe importar, en todas las circunstancias, incluso dolorosas, humillantes, es el hacer en todo la Divina Voluntad, porque éstas son la materia prima en la cual se oculta para obrar en la criatura, para hacerla adquirir su vida obrante en la criatura. 

               Ahora hija queridísima, en tanto dolor surge la más bella alegría, tanto, de detener Nuestras lágrimas; cuando fue circuncidado le pusimos el Nombre Santísimo de Jesús, querido por el Ángel. Al pronunciar este Nombre Santísimo, fue tal la alegría, el contento, que endulzó Nuestro dolor, mucho más que en este Nombre, quien lo quisiera habría encontrado el bálsamo a sus dolores, la defensa en los peligros, la victoria en las tentaciones, la mano para no caer en pecado, la medicina a todos sus males. 

               Este Nombre Santísimo de Jesús hace temblar al Infierno, lo reverencian los Ángeles, suena dulce al oído del Padre Celestial. Ante este Nombre todos se inclinan y adoran; Nombre poderoso, Nombre Santo, Nombre grande, y quien lo invoca con fe sentirá las maravillas, el secreto milagroso de la virtud de este Nombre Santísimo. 

               Ahora hija mía, te recomiendo: pronuncia siempre este Nombre de Jesús. Cuando veas que tu voluntad humana débil, vacilante, se tambalea en hacer la Divina, el Nombre de Jesús te la hará resurgir en el Fiat Divino, si estás oprimida llama a Jesús, si trabajas llama a Jesús, si duermes llama a Jesús, y si te despiertas, la primera palabra sea Jesús, llámalo siempre, es un Nombre que contiene mares de gracia, y que da a quien lo llama y ama. 

El alma a su Reina: 

               Mamá Celestial, cuánto debo agradecerte por las tantas bellas lecciones que me has dado. ¡Ah! Te ruego, escríbelas en mi corazón para que jamás las olvide, y Te ruego dar el baño de sangre del Celestial Niño a mi alma, a fin de que me sanes las heridas de mi voluntad humana, para encerrar la Divina, y como centinela me escribas sobre cada herida el Nombre Santísimo de Jesús. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme harás cinco actos de amor al Nombre Santísimo de Jesús, y Me compadecerás en el dolor que sufrí en la Circuncisión de Mi Hijo Jesús. 

Jaculatoria: 

               Mamá mía, escribe en mi corazón: "Jesús", a fin de que me dé la gracia de vivir de Voluntad Divina.




martes, 20 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 20º

  

Me privé de Mis alegrías inocentes, 
y comencé con las obras y los 
sacrificios el oficio de Madre


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Mamá celestial: 

                Hoy, Mamá Santa, siento un arrebato de amor y que no puedo estar si no vengo a Tus rodillas maternas, para encontrar en Tus brazos al Celestial Niñito. Su belleza me rapta, Sus miradas me hieren, Sus labios en actitud de gemir y dar en llanto me arrebatan el corazón a amarlo. Mamá mía queridísima, yo sé que Tú me amas, y por eso Te ruego que me des un lugarcito en Tus brazos para que le dé mi primer beso, vuelque mi corazón en el pequeño Rey Jesús, le confíe mis secretos que tanto me oprimen, y le diré para hacerlo sonreír: "Mi voluntad es Tuya y la Tuya es mía, y por eso forma en mí el Reino de tu Fiat Divino". 

Lección la Reina del Cielo a su hija: 

               Hija Mía queridísima, ¡oh! cómo te suspiro en Mis brazos para tener el gran contento de poder decir a nuestro pequeño Rey Niñito: "No llores cariño Mío, mira, aquí con nosotros está Mi pequeña hija que quiere reconocerte por Rey y darte el dominio en su alma, para hacerte extender el Reino de Tu Divina Voluntad en ella". 

                Ahora, hija de Mi Corazón, mientras estás atenta en mirar al Niñito Jesús, préstame atención y escúchame, tú debes saber que era media noche cuando el pequeño Rey salió de Mi Seno materno, pero la noche se cambió en día; Aquél que era Dueño de la Luz ponía en fuga la noche de la voluntad humana, la noche del pecado, la noche de todos los males; y por señal de lo que hacía en el orden de las almas con Su acostumbrado Fiat Omnipotente, la media noche se cambió en día fulgidísimo; todas las cosas creadas corrían para alabar en aquella pequeña Humanidad a su Creador. 

               El sol corría para dar sus primeros besos de luz al Niñito Jesús y calentarlo con su calor; el viento imperante con sus oleadas, purificaba el aire de aquel establo y con su dulce gemido le decía te amo; los Cielos se sacudían desde sus cimientos; la tierra exultaba y temblaba, hasta en el abismo; el mar se agitaba con sus olas altísimas; en suma, todas las cosas creadas reconocieron que su Creador ya estaba en medio de ellas, y todas hacían competencia para alabarlo, los mismos Ángeles, formando luz en el aire, con voz melodiosa, de poderse escuchar por todos, decían: "Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, ya ha nacido el Celestial Niñito en la gruta de Belén, envuelto en pobres pañales".

               Tanto, que los pastores que estaban en vigilia escucharon las voces angélicas y corrieron a visitar al pequeño Rey Divino. Por eso hija querida, continúa escuchándome. En cuanto Yo lo recibí en Mis brazos y le di Mi primer beso, sentí la necesidad de amor de dar de lo Mío a Mi Hijo Niñito, y ofreciéndole Mi seno le di leche abundante, leche formada por el mismo Fiat Divino en Mi persona para alimentar al pequeño Rey Jesús. Pero ¿quién puede decirte lo que Yo sentía al hacer esto?. ¿Y los mares de Gracia, de Amor, de Santidad, que para corresponderme Me daba Mi Hijo?. 

               Por eso lo envolví en pobres pero limpios pañales y lo acosté en el pesebre, esta era Su Voluntad, y Yo no podía hacer otra cosa que seguirla. Pero antes de hacer esto hice partícipe al querido San José poniéndolo en sus brazos; y ¡oh! cómo gozó, se lo estrechó al corazón, y el Dulce Niñito derramó en su alma torrentes de gracia. Después, junto con San José pusimos un poco de heno en el pesebre, y separándolo de mis brazos maternos lo acosté dentro. Y tu Mamá, raptada por la belleza del Infante Divino, Me estaba la mayor parte inclinada ante Él; ponía en movimiento todos Mis mares de amor, que el Querer Divino había formado en Mí, para amarlo, adorarlo y agradecerle. 

               Y el Celestial Niñito, ¿qué hacía en el pesebre?. Un acto continuado de la Voluntad de Nuestro Padre Celestial, que era también Suya, y emitiendo gemidos y suspiros, gemía, lloraba y llamaba a todos diciendo en Sus gemidos amorosos: "Vengan todos Mis hijos, por amor tuyo he nacido al dolor, a las lágrimas, vengan todos a conocer el exceso de Mi Amor, denme un refugio en sus corazones".

                Y hubo un ir y venir de pastores que vinieron a visitarlo, y a todos daba Su dulce mirada y Su sonrisa de amor en Sus mismas lágrimas. Ahora hija Mía, una palabrita a ti, tú debes saber que toda Mi alegría era tener en Mi regazo a Mi querido Hijo Jesús, pero el Querer Divino Me hizo entender que lo pusiera en el pesebre a disposición de todos, a fin de que quien lo quisiera pudiera acariciarlo, besarlo y tomarlo entre sus brazos como si fuera suyo; era el pequeño Rey de todos, por lo tanto tenían el derecho de hacer de Él una dulce prenda de amor, y Yo para cumplir el Querer Supremo Me privé de Mis alegrías inocentes, y comencé con las obras y los sacrificios el oficio de Madre, de dar a Jesús a todos. 

              Hija mía, la Divina Voluntad es exigente, quiere todo, incluso el sacrificio de las cosas más santas, y de acuerdo a las circunstancias, el gran sacrificio de privarse del mismo Jesús, pero esto para extender mayormente Su Reino y para multiplicar la Vida del mismo Jesús, porque cuando la criatura por amor suyo se priva de Él, es tal y tanto el heroísmo y el sacrificio, que tiene virtud de producir una Vida nueva de Jesús, para poder formar otra habitación a Jesús. Por eso querida hija, sé atenta y no niegues jamás nada a la Divina Voluntad bajo cualquier pretexto. 

El alma: 

               Mamá Santa, Tus bellas lecciones me confunden, si quieres que las ponga en práctica no me dejes sola, para que cuando me vea sucumbir bajo el peso enorme de las privaciones divinas, me estreches a Tu materno Corazón, y yo sentiré la fuerza de no negar jamás nada a la Divina Voluntad. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme vendrás tres veces a visitar al Niñito Jesús, besándole Sus pequeñas manitas, y le dirás cinco actos de amor para honrar Sus lágrimas y para quitarle el llanto. 

Jaculatoria: 

               Mamá Santa, vierte las lágrimas de Jesús en mi corazón, a fin de que disponga en mí el triunfo de la Voluntad de Dios. 



lunes, 19 de mayo de 2025

RODÉAME DE ESPINAS



                    Amor mío, el corazón se me oprime al dejarte... Por eso Te ruego que cierres mis oídos con Tus espinas para que sólo pueda oír Tu voz, que me cubras con Tus espinas mis ojos para poder mirarte sólo a Ti, que me llenes con Tus espinas la boca para que mi lengua permanezca muda a todo lo que pudiera ofenderte y está libre para alabarte y bendecirte en todo... Oh Rey mío Jesús, rodéame de espinas, y estas espinas me custodien, me defiendan y me tengan abismada por entero en Ti...


Extraído de “Las Horas de la Pasión”, de las Revelaciones 
de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta. Decimoséptima Hora





LA HUMILDAD DA LA SEGURIDAD DE LOS FAVORES CELESTIALES



                    Esta mañana sentía temor que no fuera Jesús sino el Demonio que me quería engañar. Entonces Jesús ha venido y viéndome con este temor me ha dicho: “La humildad es la seguridad de los favores celestiales, la humildad viste al alma de tal seguridad que las astucias del Enemigo no penetran dentro, la humildad pone a salvo todas las gracias celestiales, tanto, que donde veo la humildad hago correr abundantemente cualquier clase de favores celestiales. Por eso no quieras inquietarte por esto, sino con ojo simple mira siempre en tu interior si estás investida por la bella humildad, y de todo lo demás no te preocupes”.

                    Después me ha hecho ver muchas personas religiosas, y entre ellas, Sacerdotes, también de santa vida, pero por cuan buenos fueran, no había en ellos ese espíritu de simplicidad para creer en las tantas gracias y en los tantos diversos modos que el Señor tiene con las almas. Y Jesús me ha dicho: “Yo Me comunico a los humildes y a los sencillos porque pronto creen en Mis gracias y las tienen en gran estima, aunque sean ignorantes y pobres; pero con estos otros que tú ves Yo Soy muy reacio, porque el primer paso que acerca el alma a Mí, es el creer; entonces sucede que estos, con toda su ciencia, doctrina y hasta santidad, no prueban nunca un rayo de luz celestial, esto es, caminan por el camino natural y jamás llegan a tocar ni siquiera por un momento lo que es sobrenatural. Esta es también la causa de por qué en el curso de Mi Vida mortal no hubo ni siquiera un docto, un Sacerdote, un poderoso en Mi seguimiento, sino todos ignorantes y de baja condición, porque mientras más humildes y simples, son también más fáciles a hacer grandes sacrificios por Mí”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 19 de Mayo de 1899




LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 19º

   

...y delirando de amor hacía 
sentir Su latido en cada corazón


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Mamá Reina: 

               Mamá dulcísima, mi pobre corazón siente la necesidad extrema de venir a Tus rodillas maternas para confiarte mis pequeños secretos, y confiarlos a Tu Corazón materno. Escucha, ¡oh! Mamá mía, al mirar los grandes prodigios que obró en Ti el Fiat Divino, siento que no me es dado el imitarte porque soy pequeña, débil, y además las luchas tremendas de mi existencia, que me arrojan por tierra y no me dejan mas que un hilo de vida. Mamá mía, ¡oh! cómo quisiera desahogar mi corazón en el Tuyo para hacerte sentir las penas que me amargan y el temor que me tortura, el que pueda dejar de cumplir la Divina Voluntad. ¡Piedad, oh Madre Celestial, piedad!. Escóndeme en Tu Corazón y yo perderé la memoria de mis males, para acordarme sólo de vivir de Voluntad Divina. 

Lección de la Reina del Cielo, Madre de Jesús: 

               Hija queridísima, no temas, confíate en tu Mamá, vierte todo en Mi Corazón y Yo Me ocuparé de todo, te haré de Mamá, cambiaré tus penas en luz y Me serviré de ellas para agrandar los confines del Reino de la Voluntad Divina en tu alma; por eso haz todo a un lado por ahora y escúchame, quiero decirte lo que obró el pequeño Rey Jesús en Mi Seno materno, y como tu Mamá no perdió ni siquiera un respiro del pequeño Jesús. 

               Ahora hija Mía, la pequeña Humanidad de Jesús iba creciendo unida hipostáticamente con la Divinidad, Mi Seno materno era estrechísimo, oscuro, no había resquicio de luz, y Yo lo veía en Mi Seno materno inmóvil, envuelto dentro de una noche profunda. ¿Pero sabes tú quién formaba esta oscuridad tan intensa al infante Jesús?. La voluntad humana, en la cual el hombre voluntariamente se había envuelto, y por cuantos pecados cometía tantos abismos de tinieblas formaba alrededor y dentro de sí, de modo que lo dejaba inmóvil para hacer el bien. Y mi amado Jesús para poner en fuga las tinieblas de esta noche tan profunda, en la que el hombre se había vuelto prisionero de su misma voluntad tenebrosa, hasta perder el movimiento para hacer el bien, escogió la dulce prisión de Su Mamá y voluntariamente Se ofreció a la inmovilidad de nueve meses. 

               Hija Mía, si tú supieras cómo Mi Materno Corazón era martirizado al ver al pequeño Jesús en Mi seno, inmóvil, llorar, suspirar, Su latido ardiente palpitaba fuertemente, y delirando de amor hacía sentir Su latido en cada corazón para pedirles por piedad sus almas para encerrarlas en la Luz de Su Divinidad, porque Él por amor de ellos, voluntariamente había cambiado la Luz por las tinieblas, a fin de que todos pudieran obtener la verdadera Luz para ponerse a salvo. Hija mía queridísima, ¿quién puede decirte lo que sufrió Mi pequeño Jesús en Mi seno?. Penas inauditas e indescriptibles. Estaba dotado de plena razón, Era Dios y Hombre, y Era tanto Su Amor que ponía aparte los mares infinitos de alegrías, de felicidad, de luz, y sumergía Su pequeña Humanidad en los mares de tinieblas, de amarguras, de infelicidad, de miserias, que le habían preparado las criaturas, y el pequeño Jesús Se las ponía todas sobre Sus espaldas como si fueran Suyas. 

               Hija mía, el verdadero amor jamás dice basta, no mira las penas, y por medio de penas busca a aquél que ama; y sólo está contento cuando pone su vida para dar nuevamente la vida a aquél que ama. Hija Mía, escucha a tu Mamá, ¿ves qué gran mal es hacer tu voluntad? No sólo preparas la noche a tu Jesús y a ti, sino que formas mares de amargura, de infelicidad y de miseria, en los cuales quedas tan arrollada que no sabes cómo salir de ellos. Por eso sé atenta, hazme feliz al decirme: "Quiero hacer siempre la Divina Voluntad".

               Ahora escucha hija Mía, el pequeño Jesús, penando de amor está en acto de apresurarse para salir a la luz del día, Sus ansias, Sus suspiros ardientes y deseos porque quiere abrazar a la criatura, hacerse ver, mirarla para raptarla a Sí, no le dan más descanso, y así como un día se puso de centinela a las Puertas del Cielo para encerrarse en Mi Seno, así está en acto de ponerse como centinela a las puertas de Mi Seno, que es más que Cielo, y el Sol del Verbo Eterno surge en medio al mundo y forma su pleno mediodía. Así que para las pobres criaturas no habrá más noche, ni alba, ni aurora, sino siempre Sol, más que en la plenitud del mediodía. 

               Tu Mamá sentía que no lo podía contener más dentro de Mí, mares de luz y de amor Me inundaban, y así como dentro de un mar de luz lo concebí, así dentro de un mar de luz salió de Mi Seno materno. Hija querida, para quien vive de Voluntad Divina todo es Luz y todo se convierte en Luz, entonces en esta Luz, Yo, raptada esperaba estrechar entre Mis brazos a Mi pequeño Jesús, y en cuanto salió de Mi seno escuché Sus primeros gemidos amorosos, y el Ángel del Señor Me lo entregó entre Mis brazos y Yo lo estreché fuertemente a Mi corazón y le di Mi primer beso, y el pequeño Jesús me dio el Suyo. Por ahora basta, mañana te espero de nuevo para seguir la narración del Nacimiento de Jesús. 

El alma: 

               Mamá Santa, ¡oh! cómo eres afortunada, eres la verdadera Bendita entre todas las mujeres. ¡Ah! Te ruego por aquellas alegrías que probaste cuando estrechaste a Jesús a Tu Seno y le diste el primer beso, que por pocos instantes me cedas en mis brazos al pequeño Jesús, a fin de darle contento al decirle que juro amarlo siempre, siempre, y que no quiero conocer otra cosa que Su Divina Voluntad. 

Florecita: 

              Hoy para honrarme vendrás a besar los piecitos al Niñito Jesús, y le darás tu voluntad en Sus manitas para hacerlo jugar y sonreír. 

Jaculatoria: 

               Mamá mía, encierra en mi corazón al pequeño Jesús, para que me lo transforme todo en Voluntad de Dios.




domingo, 18 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 18º

  

...la Divina Voluntad hace cosas grandes 
e inauditas dondequiera que Ella reina


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Reina: 

               Estoy nuevamente junto a Ti Mamá celestial, vengo a alegrarme Contigo, e inclinándome a Tus santos pies Te saludo llena de gracia y Madre de Jesús. ¡Oh! no encontraré más sola a mi Mamá, sino que encontraré junto Contigo a mi pequeño prisionero Jesús. Así que seremos tres, no más dos, junto a la Mamá, Jesús y yo. Qué fortuna para mí, que si quiero encontrar a mi pequeño Rey Jesús, basta encontrar a la Mamá Suya y mía. ¡Ah! Mamá Santa, desde la altura de Madre de un Dios en que Te encuentras, ten piedad de la miserable y pequeña hija Tuya, y di la primera palabra por mí al pequeño prisionero Jesús, que me de la gran gracia de vivir de Su Voluntad Divina. Mamá Celestial, Tu pobre hija tiene necesidad extrema de Ti, siendo Tú mi Madre y la Madre de Jesús, yo siento el derecho de estar junto a Ti, de ponerme a Tu lado, de seguir Tus pasos para modelar los míos. ¡Ah! Mamá Santa, dame la mano y condúceme Contigo, a fin de que yo pueda aprender a comportarme bien en las diversas acciones de mi vida. 

Lección de la Reina del Cielo, Madre de Jesús: 

               Mi querida hija, hoy más que nunca te espero, Mi materno Corazón está henchido, siento la necesidad de desahogar Mi ardiente amor con Mi hija, quiero decirte que Soy Madre de Jesús, Mis alegrías son infinitas, mares de felicidad Me inundan, Yo puedo decir: Soy Madre de Jesús, Su criatura, Su esclava, y sólo al Fiat lo debo, me volvió llena de gracia, preparó la digna habitación a Mi Creador, por eso la Gloria, el Honor y el agradecimiento sean siempre al Fiat Supremo. 

               Ahora escúchame hija de Mi Corazón, en cuanto fue formada con la Potencia del Fiat Divino la pequeña Humanidad de Jesús en Mi seno, el Sol del Verbo Eterno se encarnó en Ella. Yo tenía mi Cielo formado por el Fiat todo adornado de estrellas fulgidísimas que centelleaban alegrías, bienaventuranzas, armonías de bellezas divinas, y el Sol del Verbo Eterno, resplandeciente de luz inaccesible vino a tomar Su puesto dentro de este Cielo, escondido en Su pequeña Humanidad, la cual no pudiéndolo contener, el centro del Sol estaba en Ella pero Su luz se desbordaba fuera, e invistiendo Cielo y tierra llegaba a cada corazón, y con Su golpe de luz llamaba a cada criatura, y con las voces de luz penetrante les decía: "Hijos míos, ábranme, denme el puesto en su corazón, he descendido del Cielo a la tierra para formar en cada uno de ustedes Mi Vida, Mi Madre es el centro donde reside y todos Mis hijos serán la circunferencia donde quiero formar tantas Vidas Mías por cuantos hijos hay". 

               Y la luz llamaba y volvía a llamar sin cesar jamás, y la pequeña Humanidad de Jesús gemía, lloraba, sufría espasmos y dentro de aquella Luz que llegaba a los corazones hacía correr Sus lágrimas, Sus gemidos y Sus espasmos de amor y de dolor. Ahora tú debes saber que para tu Mamá comenzó una nueva vida, Yo estaba al día de todo lo que hacía Mi Hijo, lo veía devorado por mares de llamas de amor, cada latido Suyo, respiro y pena, eran mares de amor que hacía salir, envolvía a todas las criaturas para hacerlas suyas por fuerza del amor y del dolor, porque tú debes saber que en cuanto fue concebida Su pequeña Humanidad, concibió todas las penas que debía sufrir hasta el final de Su Vida, encerró en Sí mismo a todas las almas, porque como Dios ninguno le podía huir, Su inmensidad encerraba a todas las criaturas, su omnividencia Le hacía presentes a todas; por eso Mi Jesús, Mi Hijo, sentía el peso y el fardo de todos los pecados de cada una de las criaturas. Y Yo, tu Mamá, Lo seguía en todo y sentí en Mi materno Corazón la nueva generación de las penas de Mi Jesús, y la nueva generación de todas las almas que como Madre debía generar junto con Jesús a la Gracia, a la Luz, a la Vida Nueva que Mi querido Hijo vino a traer a la tierra. 

               Hija Mía, tú debes saber que desde que Yo fui concebida te amé como Madre, te sentía en Mi Corazón, ardía de amor por ti, pero no entendía el por qué; el Fiat Divino Me hacía hacer los actos, pero Me tenía oculto el secreto, pero en cuanto se encarnó Me develó el secreto y comprendí la fecundidad de Mi Maternidad, que no sólo debía ser Madre de Jesús, sino Madre de todos, y esta Maternidad debía ser formada sobre la hoguera del dolor y del amor. Hija mía, ¡cuánto te he amado y te amo!. 

               Ahora escucha hija querida hasta dónde se puede llegar cuando el Divino Querer toma la vida obrante en la criatura y la voluntad humana lo deja hacer sin impedirle el paso. Este Fiat, que en naturaleza posee la virtud generativa, genera todos los bienes en la criatura, la hace fecunda, dándole la maternidad sobre todos, sobre todos los bienes, y sobre Aquél que la ha creado. Maternidad dice y significa verdadero amor, amor heroico, amor que se contenta con morir para dar vida a quien ha generado; si no hay esto, la palabra maternidad es estéril, está vacía y se reduce a palabras, pero en los hechos no existe. 

               Por eso hija Mía, si quieres la generación de todos los bienes haz que el Fiat tome en ti la vida obrante, el cual te dará la maternidad y amarás todo con amor de madre, y Yo, tu Mamá, te enseñaré el modo cómo fecundar en ti esta maternidad toda santa y divina. En cuanto llegué a Ser Madre de Jesús y Madre tuya, Mis mares de amor se duplicaron, y no pudiendo contenerlos todos, sentía la necesidad de expandirlos y de ser, incluso a costo de grandes sacrificios, la primera portadora de Jesús a las criaturas. 

               Pero qué digo ¿sacrificios?. Cuando se ama de verdad, los sacrificios, las penas, son refrigerios, consuelos y desahogos del amor que se posee. ¡Oh! hija Mía, si tú no pruebas el bien del sacrificio, si no sientes como él es causa de las alegrías más íntimas, es señal de que el Amor Divino no llena toda tu alma, y por lo tanto que la Divina Voluntad no reina como Reina en ti. Ella sola da tanta fuerza al alma, de volverla invencible y capaz de soportar cualquier pena. Pon la mano sobre tu corazón y observa cuántos vacíos de amor hay en él, reflexiona: aquella secreta estima de ti misma, aquel turbarte por cada mínima contrariedad, aquellos pequeños apegos que sientes a cosas y a personas, aquel cansancio en el bien, aquel fastidio que te causa lo que no te gusta, equivalen a otros tantos vacíos de amor en tu corazón, vacíos que, parecidos a la fiebre, te privan de la fuerza y del deseo de llenarte de Voluntad Divina. ¡Oh! cómo sentirías también tú la virtud refrescante y conquistadora en tus sacrificios si llenas de amor estos vacíos tuyos. 

              Hija mía, dame ahora la mano y sígueme, porque Yo continuaré dándote mis lecciones. Partí de Nazaret acompañada de San José, afrontando un largo viaje y atravesando montañas para ir a visitar en Judea a Isabel, que a avanzada edad, milagrosamente llegaba a ser madre. Yo iba a ella no para hacerle una simple visita, sino más bien porque ardía en deseos de llevarle a Jesús. La plenitud de gracia, de amor, de luz que sentía en Mí Me empujaba a llevar, a multiplicar, a centuplicar la vida de Mi Hijo en las criaturas. Sí hija Mía, el amor de Madre que tuve por todos los hombres y por ti en particular, fue tan grande, que Yo sentí la necesidad extrema de dar a todos a Mi querido Jesús, a fin de que todos lo pudieran poseer y amar. 

               El derecho de Madre que me fue dado por el Fiat, Me enriqueció de tal potencia, de multiplicar tantas veces a Jesús por cuantas eran las criaturas que lo querían recibir, éste era el más grande milagro que Yo podía hacer, tener pronto a Jesús para darlo a cualquiera que lo deseara. ¡Cómo me sentía feliz! Cuánto quisiera que también tú hija Mía, acercándote a las personas y haciendo visitas, fueras siempre la portadora de Jesús, capaz de hacerlo conocer y deseosa de hacerlo amar. 

               Después de algunos días de viaje llegué finalmente a Judea, y presurosa Me conduje a la casa de Isabel. Ella vino a mi encuentro festiva. Al saludo que le di sucedieron fenómenos maravillosos, Mi pequeño Jesús exultó en Mi Seno y fijando con los rayos de la propia Divinidad al pequeño Juan en el seno de su madre, lo santificó, le dio el uso de la razón y le hizo conocer que Él era el Hijo de Dios. Juan entonces saltó tan fuertemente de amor y alegría, que Isabel se sintió sacudida, golpeada también ella por la luz de la Divinidad de Mi Hijo, supo que Yo Me había convertido en la Madre de Dios, y en el énfasis de su amor, temblando de gratitud exclamó: "¿De dónde a mí tanto honor, que la Madre de mi Señor venga a mí?". Yo no negué el altísimo Misterio, más bien lo confirmé humildemente. Alabando a Dios con el canto del Magnificat, canto sublime por medio del cual continuamente la Iglesia Me honra, anuncié que el Señor había hecho grandes cosas en Mí, Su Esclava, y por esto todas las gentes me habrían llamado Bienaventurada. 

               Hija mía, Yo Me sentía consumir por el deseo de dar un desahogo a las Llamas de Amor que me consumían, y de externar Mi secreto a Isabel, la cual, también ella suspiraba al Mesías sobre la tierra. El secreto es una necesidad del corazón que irresistiblemente se revela a las personas capaces de entenderse. ¿Quién podrá jamás decirte cuánto bien llevó Mi visita a Isabel, a Juan, a toda aquella casa?. Cada uno quedó santificado, lleno de alegría, advirtió alegrías insólitas, comprendió cosas inauditas, y Juan en particular recibió todas las gracias que le eran necesarias para prepararse a ser el precursor de Mi Hijo. 

              Hija queridísima, la Divina Voluntad hace cosas grandes e inauditas dondequiera que Ella reina; si Yo obré tantos prodigios fue porque Ella tenía Su puesto real en Mí. Si también tú dejas reinar al Divino Querer en tu alma, te convertirás también en la portadora de Jesús a las criaturas, sentirás también tú la irresistible necesidad de darlo a todos. 

El alma: 

               Mamá Santa, me abandono en Tus brazos. ¡Oh! cómo quisiera bañar Tus manos maternas con mis lágrimas, para moverte a compasión por el estado de mi pobre alma. ¡Ah! si me amas como Mamá enciérrame en Tu Corazón, y Tu amor queme mis miserias, mis debilidades, y la potencia del Fiat Divino que Tú posees como Reina forme su Vida obrante en mí, de modo que pueda decir: "Mi Mamá es toda para mí, y yo soy toda para Ella". Mamá Santa, ven, desciende junto con Jesús en mi alma, renueva en mí la visita que hiciste a Santa Isabel y los prodigios que obraste por ella. ¡Ah! sí, Mamá mía, tráeme a Jesús, santifícame, con Jesús sabré hacer Su Santísima Voluntad. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme agradecerás al Señor a nombre de todos porque se encarnó y se hizo prisionero en Mi Seno, dándome el gran honor de elegirme como Madre Suya, y recitarás tres veces el Magnificat, en agradecimiento por la visita que Yo hice a Santa Isabel. 

Jaculatoria: 

               Mamá de Jesús, hazme de Mamá y guíame en el camino de la Voluntad de Dios, visita mi alma y prepara en ella una digna habitación a la Divina Voluntad.