Esta mañana mi adorable Jesús parecía inquieto, no hacía otra cosa que ir y venir, ahora se entretenía conmigo, ahora casi atraído por Su ardiente Amor hacia las criaturas iba a ver lo que hacían, y todo Se condolía por lo que sufrían, como si Él mismo y no ellas estuviera sufriendo.
Muchas veces he visto al Confesor, que con su potestad sacerdotal obligaba a Jesús a hacerme sufrir Sus penas para poder aplacarlo, y Él, mientras parecía que no quería ser aplacado, después se mostraba contento y agradecía de corazón a quien se ocupaba en sostener Su brazo indignado, y ahora me participaba un sufrimiento y ahora otro. ¡Oh, cómo era tierno y conmovedor verlo en este estado!. Hacía destrozar el corazón de compasión. Muchas veces me ha dicho:
“Confórmate a Mi Justicia, que no puedo más. ¡Ah! el hombre es demasiado ingrato y casi Me obliga por todas partes a castigarlo, Me arranca él mismo de Mis manos los castigos. ¡Si tú supieras cuánto sufro al hacer uso de Mi Justicia, pero es el hombre mismo el que Me hace violencia!. ¡Ah!, si no hubiera hecho otra cosa que comprar a precio de sangre su libertad, aun así debería ser agradecido Conmigo; pero el hombre, para hacerme mayor agravio va inventando nuevos modos para hacer inútil Mi desembolso”.
Y mientras esto decía lloraba amargamente, y yo para consolarlo le he dicho: “Dulce Bien mío, no Te aflijas, veo que Tu aflicción es mayor porque Te sientes obligado a castigar a las gentes. ¡Ah no, no sea jamás!. Si Tú eres todo para mí, yo quiero ser toda para Ti, así que sobre mí manda los flagelos, aquí está la víctima siempre dispuesta y a tu disposición, puedes hacerme sufrir lo que quieras y así quedará Tu justicia en algún modo aplacada, y Tú aliviado de la aflicción que sientes al ver sufrir a las criaturas. Ha sido siempre esta mi intención al no conformarme a la Justicia, porque sufriendo el hombre sufrirás más Tú que él mismo”.
Mientras esto estaba diciendo ha venido nuestra Mamá Reina, y yo he recordado que habiendo pedido al Confesor la obediencia de conformarme a la Justicia, me había dicho que le preguntara a la Virgen Santísima si quería que me uniformara. Se lo he dicho y Ella me ha dicho: “No, no, más bien reza hija Mía, y en estos días trata por cuanto más puedas de tenerte a Jesús junto contigo y aplacarlo, porque muchos castigos están preparados”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 13 de Noviembre de 1899


No hay comentarios:
Publicar un comentario