martes, 23 de diciembre de 2025

LA NOVENA DE LA SANTA NAVIDAD, DÍA 8º

 

La Novena de la Santa Navidad
 
tomada del Primer Volumen de los escritos de la mística italiana 
Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad” 




                    Esta hermosa Novena sobre la Encarnación y el Nacimiento del Niño Jesús es la  experiencia espiritual de la mística Luisa Picarreta, alma especialísima a quien fue revelada la espiritualidad de la Divina Voluntad.

                    A través de esta Novena conoceremos más íntimamente a Jesús Nuestro Señor, desde el momento bendito de Su Encarnación en el vientre la Santísima Virgen María.

                    La Novena de la Santa Navidad se puede hacer en cualquier época del año, es una tierna y santa manera de preparar nuestros corazones para que Jesús nazca en ellos.



                    En el Nombre del Padre y del Hijo  y del Espíritu Santo. 

                    ¡Oh Jesús, oh Esposo, oh fortaleza mía! A Ti me dirijo, a Ti vengo, en Tus brazos me introduzco, me abandono, me reposo. ¡Ah, consuélame en mi aflicción y no me dejes sola y abandonada!. Mírame y vuelve a mirarme, oh Esposo Santo en estos Tus brazos, mira de cuántas tinieblas estoy circundada, son tan densas que no dejan entrar ni siquiera un átomo de luz en mi alma. 

                    ¡Oh! Mi místico Sol Jesús, resplandezca esta Luz en mi mente, a fin de que haga huir las tinieblas y pueda libremente recordar las gracias que has hecho a mi alma. 

                    ¡Oh! Sol Eterno, manda otro rayo de Luz a lo íntimo de mi corazón y lo purifique del fango en el cual yace, lo incendie, lo consuma en Tu Amor, a fin de que Él, que más que todo ha probado las dulzuras de Tu Amor, pueda claramente manifestarlas a quien está obligado.Tú que tanto me amas, continúa mandándome Luz. 

                    ¡Oh! Mi Sol, mi bello, propiamente quiero entrar en el centro, a fin de quedar toda abismada en esta Luz purísima. Haz, oh Sol Divino, que esta Luz me preceda delante, me siga junto, me circunde por doquier, se introduzca en los más íntimos escondites de mi interior, a fin de que consumiendo mi ser terreno, lo transformes todo en Tu Ser Divino. 

                    Mi amable y dulce Jesús, perdóname, no te retires de mí, continúa derramando en mí Tu gracia, a fin de que puedas hacer de mí un triunfo de Tu Misericordia.

                    Virgen Santísima, Madre amable, ven en mi auxilio, obtenme de Tu y mi dulce Jesús gracia y fuerza... 

                    San José, amado protector mío, asísteme en esta circunstancia. 

                    Arcángel San Miguel, defiéndeme del enemigo infernal, que tantos obstáculos me pone en la mente... 

                    Arcángel San Rafael y tú mi Ángel custodio, venid a asistirme y a acompañarme... 



Octava Meditación: 
El Amor mendicante, 
gimiente y suplicante


                    “Hija Mía, no Me dejes solo, apoya tu cabeza sobre el Seno de Mi amada Mamá, porque también desde afuera oirás Mis gemidos, Mis súplicas, y viendo que ni Mis gemidos ni Mis súplicas mueven a compasión de Mi Amor a la criatura, me pongo en actitud del más pobre de los mendigos y extendiendo Mi pequeña manita, pido por piedad, al menos a título de limosna sus almas, sus afectos y sus corazones. 

                    Mi Amor quería vencer a cualquier costo el corazón del hombre, y viendo que después de siete excesos de Mi Amor permanecía reacio, se hacía el sordo, no se ocupaba de Mí ni se quería dar a Mí, Mi Amor quiso ir más allá, debería haberse detenido, pero no, quiso salir más allá de sus límites, y desde el Seno de Mi Mamá Yo hacía llegar Mi voz a cada corazón con los modos más insinuantes, con los ruegos más fervientes, con las palabras más penetrantes. ¿Pero sabes qué les decía?: “Hijo Mío, dame tu corazón, todo lo que tú quieras Yo te daré con tal que Me des a cambio tu corazón; he descendido del Cielo para tomarlo, ¡ah, no Me lo niegues! ¡no defraudes Mis esperanzas!”. 

                    Y viéndolo reacio, y que muchos Me volteaban la espalda, pasaba a los gemidos, juntaba Mis pequeñas manitas y llorando, con voz sofocada por los sollozos le añadía: “¡Ay, ay! Soy el pequeño mendigo, ¿ni siquiera de limosna quieres darme tu corazón?”. 

                    ¿No es esto un exceso más grande de Mi Amor, que el Creador para acercarse a la criatura tome la forma de un pequeño niño para no infundirle temor, y pida al menos como limosna el corazón de la criatura, y viendo que ella no se lo quiere dar ruega, gime y llora?”. 

                    Después me decía: “¿Y tú no quieres darme tu corazón? ¿Tal vez también tú quieres que gima, que ruegue y llore para que Me des tu corazón? ¿Quieres negarme la limosna que te pido?”. Y mientras esto decía oía como si sollozara, y yo le dije: “Mi Jesús, no llores, Te dono mi corazón y toda yo misma”. Entonces la voz interna continuaba: “Sigue más adelante, y pasa al noveno exceso de Mi Amor”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario