viernes, 31 de enero de 2025

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DECIMOSÉPTIMA HORA: Jesús es coronado de espinas. "Ecce homo". Jesús es condenado a muerte

   

"...el alma, a cada pensamiento de Mi Pasión, 
a cada condolencia, a cada  reparación, que hace, 
no hace otra cosa que tomar luz de Mi Humanidad 
y embellecerse a Mi semejanza, así que un 
pensamiento de más de mi Pasión, será una luz 
de más que le llevará un gozo eterno." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 13 de Octubre de 1916


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 9 A LAS 10 DE LA MAÑANA 

DECIMOSÉPTIMA HORA 

Jesús es coronado de espinas.
"Ecce homo". 
Jesús es condenado a muerte 


               Jesús mío, amor infinito, más te miro y más comprendo cuánto sufres... Ya estás todo lacerado y no hay parte sana en Ti. Los verdugos, haciéndose aun más feroces al ver que Tú, en medio de tantas penas, los miras con tanto amor, y que Tus miradas amorosas forman un dulce encanto, como si fueran tantas voces que ruegan y que suplican más penas y nuevas penas, aunque ellos son inhumanos, pero también forzados por Tu Amor, te ponen de pie, y Tú, no pudiéndote sostener, de nuevo caes en tu sangre... Y ellos, irritados, con puntapiés y a empujones te hacen llegar al lugar en que te coronarán de espinas. Amor mío, si Tú no me sostienes con Tu mirada de Amor, yo no puedo continuar viéndote sufrir... 

              Siento ya un escalofrío hasta en mis huesos, el corazón me late fuertemente, me siento morir... ¡Jesús, Jesús, ayúdame! Y mi amable Jesús me dice: "Ánimo, hija mía, no pierdas nada de lo que sufro. Sé atenta a Mis enseñanzas. Yo quiero rehacer al hombre en todo... El pecado le ha quitado la corona y lo ha coronado de oprobio y de confusión, de modo que no puede comparecer ante Mi Majestad. El pecado lo ha deshonrado, haciéndole perder todo derecho a los honores y a la Gloria; por eso quiero ser coronado de espinas, para poner la corona sobre la frente del hombre y para devolverle todos los derechos a todo honor y Gloria... Y Mis espinas serán ante Mi Padre reparaciones y voces de disculpa por tantos pecados de pensamiento, en especial de soberbia, y voces de luz para cada mente creada, suplicando que no me ofenda; por eso, tú únete Conmigo y ora y repara Conmigo". 

               Coronado Jesús mío, Tus crueles enemigos te hacen sentar, te ponen encima un trapo viejo de púrpura, toman la corona de espinas y con furor infernal te la ponen sobre tu adorable cabeza; a golpes y con palos te hacen penetrar las espinas en la cabeza, en la frente, y algunas de ellas se te clavan hasta en los ojos, en las orejas, en el cráneo y hasta en la nuca... ¡Amor mío, qué penas tan desgarradoras! ¡Qué penas inenarrables! ¡Cuántas muertes crueles sufres! 

               La sangre te corre sobre la Cara, de manera que no se ve más que sangre, pero bajo esas espinas y esa sangre se descubre Tu Rostro Santísimo radiante de dulzura, de paz y de amor. Y los verdugos, queriendo completar el tormento, te vendan los ojos,, te ponen como cetro una caña en la mano y empiezan sus burlas... Te saludan como al Rey de los Judíos, te golpean la corona, te dan bofetadas, y entre gritos te dicen: “¡Adivina quién te ha golpeado...!” Y Tú callas y respondes con reparar las ambiciones de quienes aspiran a gobernar, de quienes aspiran a las dignidades, a los honores, y por aquellos que, encontrándose en tales puestos y no comportándose bien, forman la ruina de los pueblos y de las almas confiadas a ellos, y cuyos malos ejemplos son causa de empujar al mal y de que se pierdan almas... 

              Con esa caña que tienes en las manos reparas por tantas obras buenas pero vacías de espíritu interior, e incluso hechas con malas intenciones. En los insultos y con esa venda reparas por aquellos que ridiculizan las cosas más santas, desacreditándolas y profanándolas, y reparas por aquellos que se vendan la vista de la inteligencia para no ver la luz de la verdad. Con esta venda impetras para nosotros el que nos quitemos las vendas de las pasiones, del apego a las riquezas y a los placeres... 

               Jesús, Rey mío, Tus enemigos continúan sus insultos; la sangre que chorrea de Tu Santísima Cabeza es tanta que llegando hasta, Tu boca te impide hacerme oír claramente Tu dulcísima voz, y por tanto me veo impedida a hacer lo que haces Tú... Por eso vengo a Tus brazos, quiero sostener Tu cabeza traspasada y dolorida, quiero poner mi cabeza bajo esas mismas espinas para sentir sus punzadas... 

               Pero mientras digo esto, mi Jesús me llama con Su mirada de amor y yo corro, me abrazo a Su Corazón y trato de sostener Su Cabeza. ¡Oh, qué alegría es estar con Jesús, aún en medio de mil tormentos! Y entonces El me dice: “Hija Mía, estas espinas dicen que quiero ser constituido Rey de cada corazón. A Mí me corresponde todo dominio. Tú toma estas espinas y punza tu corazón y haz que salga de él todo lo que a Mí no pertenece... y deja una espina clavada en tu corazón en señal de que Soy tu Rey y para impedir que ninguna otra cosa entre en ti. Después corre por todos los corazones y, punzándolos, haz que salgan de ellos todos los humos de soberbia y la podredumbre que contienen... y constitúyeme Rey en todos.” 

               Amor mío, el corazón se me oprime al dejarte... Por eso te ruego que cierres mis oídos con Tus espinas para que sólo pueda oír Tu voz, que me cubras con Tus espinas mis ojos para poder mirarte sólo a Ti, que me llenes con Tus espinas la boca para que mi lengua permanezca muda a todo lo que pudiera ofenderte y está libre para alabarte y bendecirte en todo... Oh Rey mío Jesús, rodéame de espinas, y estas espinas me custodien, me defiendan y me tengan abismada por entero en Ti... 

               Y ahora quiero limpiarte la sangre y besarte, pues veo que Tus enemigos te llevan de nuevo ante Pilatos, y él te condenará a muerte. Amor mío, ayúdame a continuar Tu doloroso camino y bendíceme... Coronado Jesús mío, mi pobre corazón, herido por Tu Amor y traspasado por Tus penas, no puede vivir sin Ti, y por eso te busco... Y te encuentro nuevamente ante Pilatos. ¡Pero qué tremendo espectáculo! ¡Los Cielos se horrorizan y hasta el Infierno tiembla de espanto y de rabia! 

               Vida de mi corazón, mi vista no puede aguantar mirarte sin sentirme morir; pero la fuerza de Tu Amor me obliga a mirarte para hacerme comprender bien Tus penas... y yo te contemplo entre lágrimas y suspiros... ¡Jesús mío, estás casi desnudo, y en vez de con ropas te veo vestido con sangre, las carnes abiertas y destrozadas, los huesos al descubierto, Tu Santísimo Rostro, irreconocible... Las espinas clavadas en tu adorable cabeza te llegan a los ojos, al rostro... y yo no veo más que sangre que corriendo hasta el suelo forma un charco bajo Tus pies. ¡Jesús mío, ya no te reconozco! ¡Cómo has quedado! ¡Tu estado ha llegado a los excesos más profundos de las humillaciones y de los dolores! ¡Ah, no puedo soportar tu visión tan dolorosa! Me siento morir y quisiera arrebatarte de la presencia de Pilatos para encerrarte en mi corazón y darte descanso; quisiera sanar Tus llagas con mi amor, y con Tu sangre quisiera inundar todo el mundo para encerrar en ella a todas las almas y llevarlas a Ti como conquista de Tus penas... 

               Y Tú, oh paciente Jesús mío, a duras penas parece que me miras por entre las espinas y me dices: “Hija mía, ven entre Mis atados brazos, apoya tu cabeza sobre Mi Corazón, y sentirás dolores más intensos y acerbos, porque todo lo que ves por fuera de Mi Humanidad no es sino lo que rebosa de mis penas interiores... Pon atención a los latidos de Mi Corazón y sentirás que reparo las injusticias de los que mandan, la opresión de los pobres, los inocentes pospuestos a los culpables, la soberbia de quienes, con tal de conservar dignidades, cargos o riquezas, no dudan en transgredir toda ley y en hacer mal al prójimo, cerrando los ojos a la Luz de la Verdad... Con estas espinas quiero hacer pedazos el espíritu de soberbia de “sus señorías”, y con las heridas que forman en Mi cabeza quiero abrirme  camino en sus mentes para reordenar todas las cosas según la Luz de la Verdad... Con estar así humillado ante este injusto juez, quiero hacer comprender a todos que solamente la virtud es la que constituye al hombre como rey de sí mismo, y enseño a los que mandan que solamente la virtud, unida al recto saber, es la única que es digna y capaz de gobernar y regir a los demás, mientras que todas las demás dignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y que más bien hay que lamentar... Hija Mía, haz eco a Mis reparaciones y sigue poniendo atención a mis penas.” 

               Amor mío, veo que Pilatos, viéndote tan malamente reducido, se siente estremecer, y todo conmovido exclama: “¿Pero es posible tanta crueldad en los corazones humanos? ¡Ah, no era esta mi voluntad al condenarlo a los azotes!” Y queriendo liberarte de las manos de Tus enemigos, para poder encontrar razones más convenientes, todo hastiado y apartando la mirada, porque no puede sostener Tu visión excesivamente dolorosa, vuelve a interrogarte: “Pero dime, ¿qué has hecho? Tu gente te ha entregado en mis manos ...Dime, ¿Tú eres Rey? ¿Cuál es Tu reino?”. 

               A estas preguntas de Pilatos, Tú oh Jesús mío, no respondes, y abstraído piensas en salvar mi pobre alma, a costa de tantas penas... Y Pilatos, no viéndose respondido, añade: “¿No sabes que en mi poder está el liberarte o el condenarte?”. Pero Tú, oh amor mío, queriendo hacer resplandecer en la mente de Pilatos la Luz de la Verdad, le respondes: “No tendrías ningún poder sobre Mí si no te viniera de lo Alto; pero aquellos que me han entregado en tus manos han cometido un pecado más grande aún que el tuyo.” 

               Entonces Pilatos, como movido por la dulzura de tu voz, indeciso como está y con el corazón en turbulencia, creyendo que los corazones de los judíos fuesen más piadosos, se decide a mostrarte desde la terraza, esperando que se muevan a compasión al verte tan destrozado, y poderte así liberar. 

              Dolorido Jesús mío, mi corazón desfallece viéndote seguir a Pilatos... Fatigosamente caminas, encorvado y bajo esa horrible corona de espinas; la sangre marca tus pasos, y saliendo fuera oyes el gentío tumultuoso que aguarda con ansiedad tu condena. Y Pilatos, imponiendo silencio para captar la atención de todos y hacerse escuchar por todos, con visible repugnancia toma los dos extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los hombros, los levanta para hacer que todos vean a qué estado has quedado reducido, y dice en voz alta: “¡Ecce Homo! ¿He aquí al Hombre! ¡Miradlo, no tiene ya aspecto de hombre! ¡Observad sus llagas; ya no se le reconoce! Si ha hecho mal, ya ha sufrido bastante, demasiado. Y yo estoy arrepentido de haberle hecho tanto sufrir; dejémoslo libre...” 

               Jesús, amor mío, déjame que te sostenga, pues veo que vacilas bajo el peso de tantas penas... Ah, en este momento solemne se va a decidir Tu suerte. A las palabras de Pilatos se hace un profundo silencio en el Cielo, en la tierra y en el infierno... Y en seguida, como una sola voz, oigo el grito de todos: “¡Crucifícalo, crucifícalo! ¡A toda costa lo queremos muerto!”. Vida mía Jesús, veo que te estremeces... El grito de “Muerte” desciende a Tu Corazón, y en esas voces oyes la voz de Tu amado Padre que te dice: “¡Hijo Mío, te quiero muerto, y muerto crucificado!” Y, ah, oyes también a Tu querida Mamá que, aunque traspasada, desolada, hace eco a Tu amado Padre: “¡Hijo... te quiero muerto!” Los Ángeles y los Santos, así como el Infierno, gritan todos con voz unánime: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” De manera que no hay nadie que te quiera vivo. Y, ay, ay, con mi mayor confusión, dolor y asombro, también yo me veo forzada por una fuerza suprema a gritar “¡Crucifícalo!”. ¡Jesús mío, perdóname si también yo, miserable alma pecadora, te quiero muerto! Sin embargo, ah Jesús, te ruego que me hagas morir Contigo... 

               Y mientras Tú, oh destrozado Jesús mío, pareces decirme, movido por mi dolor: “Hija Mía, estréchate a Mi Corazón y toma parte en Mis penas y en Mis reparaciones... El momento es solemne: Se debe decidir entre Mi muerte o la muerte de todas las criaturas. En este momento dos corrientes chocan en Mi Corazón. En una están todas las almas que, si me quieren muerto, es porque quieren hallar en Mí la Vida, y así, al aceptar Yo la muerte por ellas, son absueltas de la condenación eterna y las puertas del Cielo se abren para admitirlas. En la otra corriente están aquellas que me quieren muerto por odio y como confirmación de su condenación... y Mi Corazón está lacerado y siente la muerte de cada una de éstas y sus mismas penas del Infierno... Mi Corazón no soporta estos acerbos dolores; siento la muerte en cada latido, en cada respiro, y voy repitiendo: “¿Por qué tanta sangre será derramada en vano? ¿Por qué mis penas serán inútiles para tantos? ¡Ah hija, sostenme, que ya no puedo más... Toma parte en Mis penas y tu vida sea un continuo ofrecimiento para salvar las almas y para mitigarme penas tan desgarradoras”. 

               Corazón mío, Jesús, Tus penas son las mías, y hago eco a Tu reparación... Pero veo que Pilatos queda atónito, y se apresura a decir: “¿Cómo? ¿Debo crucificar a vuestro Rey? ¡Yo no encuentro culpa para condenarlo!” Y los judíos, llenando el aire, gritan: “¡No tenemos otro rey que el César, y si tú no lo condenas, no eres amigo del César! ¡Quita, quita, crucifícalo, crucifícalo!”. Pilatos, no sabiendo ya que más hacer, por temor a ser destituido, hace traer un recipiente con agua y lavándose las manos dice: “Soy inocente de la Sangre de este Justo”. Y te condena a muerte. Y los judíos gritan: “¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Y viéndote condenado, estallan en una fiesta, aplauden, silban, gritan... 

               Y mientras, Tú, oh Jesús, reparas por aquellos que, hallándose en el poder, por temor vano y por no perder su puesto, pisotean hasta las leyes más sagradas, no importándoles la ruina de pueblos enteros, favoreciendo a los impíos y condenando a los inocentes. Y reparas también por aquellos que después de la culpa, instigan a la Cólera Divina a castigarlos. Pero mientras reparas por todo esto, el Corazón te sangra por el dolor de ver al pueblo escogido por ti, fulminado por la maldición del Cielo... que ellos mismos con plena voluntad han querido, sellándola con Tu Sangre, que han imprecado... Ah, el Corazón se te parte, déjame que lo sostenga entre mis manos, haciendo mías Tus reparaciones y Tus penas... Pero el amor te empuja aun más alto... y ya con impaciencia buscas la Cruz...




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




jueves, 30 de enero de 2025

LAS VIRTUDES, LOS MÉRITOS DE JESÚS, SON TANTAS TORRES DE FUERZA, EN LAS CUALES CADA UNO PUEDE APOYARSE EN EL CAMINO DE LA ETERNIDAD



               Esta mañana al venir el Bendito Jesús me ha transportado fuera de mí misma, en medio de muchas personas de diferentes condiciones: Sacerdotes, monjas, seglares, y Jesús dando un doloroso lamento ha dicho: 

               "Hija Mía, el veneno del interés ha entrado en todos los corazones, y como esponjas han quedado empapados de este veneno. Este veneno pestífero ha penetrado en los Monasterios, en los Sacerdotes, en los seglares. Hija Mía, lo que no cede a la luz de la Verdad y a la potencia de la virtud, cede ante un vilísimo interés, y las virtudes más sublimes y excelsas, ante este veneno, como frágil vidrio caen hechas pedazos".

               Y mientras esto decía lloraba amargamente. Ahora, ¿quién puede decir el desgarro de mi alma al ver llorar a mi amorosísimo Jesús? No sabiendo qué hacer para que dejara de llorar he dicho disparates: "Amado mío, ¡ah! no llores, si los demás no Te aman, Te ofenden y tienen los ojos cegados por el veneno del interés, de modo que por él quedan todos embebidos, estoy yo que Te amo, Te alabo, y miro como inmundicia todo lo que es terreno, y no anhelo más que a Ti, por eso deberías quedar contento con mi amor y dejar de llorar, y si Te sientes amargado derrama en mí Tus amarguras, que estaré más contenta, antes que verte llorar". 

               Al oírme dejó de llorar, derramó un poco y luego me participó los dolores de la Cruz, después ha agregado: 

               "Mis virtudes y los méritos adquiridos para el hombre en Mi Pasión, son tantas torres de fortaleza en las cuales cada uno puede apoyarse en el camino hacia la Eternidad, pero el hombre ingrato, huyendo de estas torres de fortaleza, se apoya en el fango, y se conduce por el camino de la perdición"

               Entonces Jesús ha desaparecido, y yo me he encontrado en mí misma.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 4, 30 de Enero de 1901




lunes, 27 de enero de 2025

EL ORDEN DE LAS VIRTUDES EN EL ALMA



               Continúo quedando casi privada de mi dulce Jesús, mi vida desfallece por la pena, siento un tedio, un fastidio, un cansancio de la vida. Iba diciendo en mi interior: "¡Oh, cómo se ha prolongado mi exilio! ¡Qué felicidad sería la mía si pudiera desatar las ataduras de este cuerpo y así mi alma emprendería libre el vuelo hacia mi sumo Bien!" 

               Entonces un pensamiento me ha dicho: "¿Y si tú vas al Infierno?" Y yo, para no llamar al Demonio a combatirme, enseguida lo rechacé diciendo: "Pues bien, también desde el Infierno enviaré mis suspiros a mi dulce Jesús, también ahí quiero amarlo". 

               Mientras me encontraba en estos y otros pensamientos, que sería demasiada larga la historia si los dijera todos, el amable Jesús por poco tiempo se ha hecho ver, pero con un aspecto serio, y me ha dicho: "No ha llegado aún tu tiempo". 

               Después, con una luz intelectual me hacía comprender que en el alma todo debe estar ordenado. El alma posee muchos pequeños apartamentos donde cada virtud toma su lugar, y si bien se puede decir que una sola virtud contiene en sí a todas las demás, y que el alma poseyendo una sola, es cortejada por todas las otras virtudes; pero a pesar de esto todas son distintas entre ellas, tanto, que cada una tiene su lugar en el alma, y he aquí que todas las virtudes tienen su principio en el Misterio de la Sacrosanta Trinidad, que mientras es Una, son Tres Personas distintas, y mientras son Tres son Una. 

               Comprendía también que estos apartamentos en el alma, o están llenos de virtud o del vicio opuesto a aquella virtud, y si no está ni la virtud ni el vicio, quedan vacíos. A mí me parecía como una casa que contiene muchas habitaciones, todas vacías, o bien, una llena de serpientes, otra de fango, otra llena de algunos muebles cubiertos de polvo, otra oscura. ¡Ah Señor, sólo Tú puedes poner en orden mi pobre alma!.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 27 de Enero de 1900



viernes, 24 de enero de 2025

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DECIMOSEXTA HORA: Jesús de nuevo ante Pilatos. Es pospuesto a Barrabás. Jesús es flagelado

    

"...lo que más Me duele es ver a personas religiosas 
que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, 
de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, 
así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de 
las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar 
es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 9 de Marzo de 1930


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 8 A LAS 9 DE LA MAÑANA 

DECIMOSEXTA HORA 

Jesús de nuevo ante Pilatos. 
Es pospuesto a Barrabás.
Jesús es flagelado 


                Atormentado Jesús mío, mi pobre corazón atormentado te sigue entre angustias y penas, y viéndote vestido de loco y sabiendo quién eres Tú, Sabiduría infinita, que das a todos el juicio, me siento enloquecer y exclamo: ¿Cómo? ¿Jesús... loco? ¿Jesús... malhechor? ¡Y ahora vas a ser pospuesto a un gran malhechor: a Barrabás! 

               Jesús mío, Santidad infinita, ya te encuentras otra vez ante Pilatos, y éste, al verte tan malamente reducido y vestido de loco, y sabiendo que tampoco Herodes te ha condenado, se indigna aún más contra los judíos y más se convence de Tu inocencia y confirma que no quiere condenarte, pero queriendo contentar en algo a los judíos, y como para aplacar el odio, el furor, la rabia y la sed que tienen de Tu Sangre, te propone a ellos junto con Barrabás... Pero los judíos gritan: “¡No queremos libre a Jesús, sino a Barrabás!” Entonces Pilatos, no sabiendo ya qué hacer para calmarlos, te condena a la flagelación. 

              Despreciado Jesús mío, el corazón se me hace pedazos al ver que mientras que los judíos se ocupan de Ti para hacerte morir, Tú, concentrado en Ti mismo, piensas en dar la vida por todos la Vida... Y poniendo yo atención en mis oídos, te oigo que dices: “Padre Santo, mira a Tu hijo vestido de loco... Esto te repare por la locura de tantas criaturas caídas en el pecado. Esta vestidura blanca sea en tu presencia como la disculpa por tantas almas que se visten con la lúgubre vestidura de la culpa... ¿Ves, oh Padre, el odio, el furor, la rabia que tienen contra Mí, que les hace perder casi la luz de la razón? ¿Ves la sed que tienen de Mi Sangre? Pues Yo quiero repararte por todos los odios, las venganzas, las iras, los homicidios, e impetrar para todos la luz de la razón. Mírame de nuevo, Padre Mío. ¿Puede haber un insulto mayor? Me han pospuesto al gran malhechor... Y Yo quiero repararte por las posposiciones que se hacen... ¡Ah, todo el mundo está lleno de estas posposiciones! Hay quien nos pospone a un vil interés; quien, a los honores; quien, a las vanidades; quien, a los placeres, a los apegos, a las dignidades, a comilonas y embriagueces y hasta al mismo pecado; y todas las criaturas por unanimidad e incluso hasta en la más pequeña cosa, nos posponen... Y Yo estoy dispuesto a aceptar ser pospuesto a Barrabás para reparar por las posposiciones que nos hacen las criaturas.”

               Jesús mío, me siento morir de dolor y de confusión al ver Tu grande Amor en medio de tantas penas, al ver el heroísmo de tus actitudes en medio de tantas penas e insultos... Tus palabras, Tus reparaciones, repercuten en mi corazón y forman otras tantas heridas, y en mi amargura repito Tus plegarias y Tus reparaciones... y ni siquiera un instante puedo separarme de Ti, de lo contrario, se me escaparían muchas cosas de todo lo que haces Tú... Pero ahora, ¿qué veo? Los soldados te llevan a una columna para flagelarte. Amor mío, yo te sigo; y Tú, con Tu mirada de amor mírame y dame la fuerza para asistir a Tu dolorosa flagelación... 

               Purísimo Jesús mío, ya estás junto a la columna. Los soldados, con ferocidad te sueltan para atarte a la columna, pero no les es suficiente, te despojan de Tus vestiduras para hacer cruel carnicería de Tu Santísimo Cuerpo... Amor mío y vida mía, me siento desfallecer de dolor viéndote casi desnudo. Te estremeces de pies a cabeza y Tu Santísimo Rostro se tiñe de virginal pudor, y es tan grande Tu confusión y Tu agotamiento que no sosteniéndote en pie, estás a punto de desplomarte a los pies de la columna... Pero los soldados, sosteniéndote, no por ayudarte sino para poderte atar, no dejan que caigas... Ya toman las sogas y te atan los brazos, pero con tanta fuerza que en seguida se hinchan y de los dedos te brota sangre. Después, en torno a la columna pasan sogas que sujetan Tu Santísima Persona hasta los pies, tan apretadamente que no puedes ni siquiera hacer un movimiento... y así poder ellos desenfrenarse sobre Ti libremente.

               Despojado Jesús mío, permíteme que me desahogue, pues de lo contrario no podré continuar viéndote sufrir tanto... ¿Cómo? Tú, que vistes a todas las cosas creadas, al sol de la luz, al cielo de estrellas, a las plantas de hojas y de flores y a los pajarillos de plumas... Tú, ¿desnudo? ¡Qué osadía, qué atrevimiento! Pero mi amantísimo Jesús, con la luz que irradia de Sus ojos, me dice: “Calla, oh hija. Era necesario que Yo fuese desnudado para reparar por tantos que se despojan de todo pudor, de candor y de inocencia; que se desnudan de todo bien y virtud y de Mi Gracia, y se visten de toda brutalidad, viviendo a la manera de las bestias. En Mi virginal confusión quise reparar por tantas deshonestidades y lascivias y placeres bestiales... Pero sigue atenta a todo lo que hago, ora y repara Conmigo y... cálmate.” 

               Despojado Jesús, Tu Amor pasa de exceso en exceso. Veo que los verdugos toman los flagelos y te azotan sin piedad, tanto, que todo Tu Santísimo Cuerpo queda lívido; y con tanta ferocidad y furor te golpean que están ya cansados, pero otros dos verdugos los sustituyen... toman otros flagelos y te azotan tanto que en seguida comienza a chorrear sangre de Tu Santísimo Cuerpo a torrentes... y lo continúan golpeando todo, abriendo surcos... haciéndolo todo una llaga. Pero aún no les basta, otros dos continúan, y con nuevos flagelos más agudos y pesados prosiguen la dolorosa carnicería. A los primeros golpes esas carnes llagadas se desgarran y a pedazos caen por tierra; los huesos quedan al descubierto y la sangre chorrea y cae al suelo formando un verdadero lago en torno a la columna... 

               Jesús, flagelado amor mío, mientras te encuentras bajo esta tempestad de golpes me abrazo a Tus pies para poder tomar parte en Tus penas y quedar toda cubierta con Tu Preciosísima Sangre. Y cada golpe que recibes es una nueva herida para mi corazón, y mucho más, pues poniendo atención en mis oídos, percibo Tus ahogados gemidos, los cuales no se escuchan bien porque la tempestad de golpes ensordece el ambiente, y en esos gemidos oigo que dices: “Vosotros, todos los que me amáis, venid a aprender del heroísmo del verdadero amor; venid a saciar en Mi Sangre la sed de vuestras pasiones, la sed de tantas ambiciones, de tantos deseos de placeres... de tanta sensualidad. En esta Sangre Mía hallaréis el remedio para todos vuestros males.” 

               Y con Tus gemidos continúas: “Mírame, oh Padre, hecho todo una llaga bajo esta tempestad de golpes, pero no me basta, pues quiero formar en Mi Cuerpo tantas llagas que en el Cielo de mi Humanidad sean suficientes moradas para todas las almas, de modo que conforme en Mí mismo su salvación, para hacerlos pasar luego al Cielo de la Divinidad... Padre mío, cada golpe de flagelo repare ante Ti, una por una, cada especie de pecado, y al golpearme a Mí, sean excusa para quienes los cometen... Que estos golpes golpeen los corazones de las criaturas y les hablen de Mi amor por ellas, tanto que las fuercen a rendirse a Mí.”

               Y mientras así dices, es tan grande Tu Amor que incitas casi a los verdugos a que te azoten aún más. Descarnado Jesús mío, Tu Amor me aplasta y me siento enloquecer. Y aunque Tu Amor no está cansado, los verdugos no tienen. Ya más fuerzas y no pueden proseguir tan dolorosa carnicería... Te sueltan las cuerdas, y Tú, casi muerto, caes en Tu propia Sangre. Y al ver los pedazos de Tus Carnes te sientes morir de dolor, pues ves en esas carnes arrancadas de Ti a las almas perdidas... y es tan inmenso Tu Dolor que agonizas en Tu propia Sangre. Jesús mío, déjame que te tome entre mis brazos para restaurarte un poco con mi amor. Te beso, y con mi beso encierro a todas las almas en Ti; así ninguna se perderá... Y mientras tanto, Tú me bendices...




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




miércoles, 22 de enero de 2025

CORRESPONDENCIA A LA GRACIA



               Después de haber pasado días amarguísimos de privación, mi pobre corazón luchaba entre el temor de haberlo perdido y la esperanza de tal vez poderlo ver de nuevo. ¡Oh! Dios, qué guerra sangrienta ha debido sostener este mi pobre corazón; era tanta la pena que ahora se congelaba y ahora era exprimido como bajo una prensa y goteaba sangre. 

               Mientras me encontraba en este estado me he sentido cerca de mi dulce Jesús, que quitándome un velo que me impedía verlo, finalmente pude hacerlo. Enseguida le he dicho: “Ah Señor, ¿ya no me amas?”. Y Él: “Sí, sí, lo que te recomiendo es la correspondencia a Mi gracia, y para ser fiel debes ser como aquel eco que resuena dentro de un vacío, que no apenas comienza a emitirse la voz, inmediatamente, sin el mínimo retardo se escucha resonar el eco. Así tú, no apenas empieces a recibir Mi gracia, sin ni siquiera esperar a que la termine de dar, inmediatamente comienza el eco de tu correspondencia”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 22 de Enero de 1900



lunes, 20 de enero de 2025

LA MAYOR SANTIDAD ES EL VIVIR EN EL DIVINO QUERER

 


               Habiendo leído dos vidas de Santas, una que ansiaba mucho el sufrir, y la otra que quería ser pequeña, yo pensaba en mi interior cuál de las dos sería mejor para poderla imitar, y no sabiendo resolver esto me sentía como confundida, y para poder estar libre y pensar sólo en amarlo he dicho entre mí: “Yo no quiero aspirar a nada sino solamente a amarlo y cumplir perfectamente Su Santo Querer”. 

               Mientras me encontraba en esto, el Señor en mi interior me ha dicho: “Y Yo aquí te quiero, en Mi Querer; hasta en tanto que el grano de trigo no es sepultado bajo tierra y muere del todo, no puede renacer a Vida Nueva y multiplicarse y dar vida a otros granos; así el alma, hasta que no se sepulta en Mi Voluntad, hasta morir del todo en Ella con deshacer todo su querer en el Mío, no puede resurgir a nueva Vida Divina con el resurgimiento de todas las virtudes de Cristo, que contienen la verdadera Santidad, por eso Mi Voluntad sea el sello que te marque el interior y el exterior, y cuando Mi Voluntad haya resurgido toda en ti, en Ella encontrarás el verdadero Amor, y esta es la mejor de todas las otras santidades a las cuales puede uno aspirar”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol.7, 20 de Enero de 1907



viernes, 17 de enero de 2025

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DECIMOQUINTA HORA: Jesús ante Pilatos. Pilatos lo envía a Herodes

   

"...lo que más Me duele es ver a personas religiosas 
que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, 
de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, 
así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de 
las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar 
es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 9 de Marzo de 1930


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 7 A LAS 8 DE LA MAÑANA 

DECIMOQUINTA HORA 

Jesús ante Pilatos.
Pilatos lo envía a Herodes 

               Encadenado bien mío, Tus enemigos, unidos a los sacerdotes, te presentan ante Pilatos; y ellos, con aparente santidad y escrupulosidad, y teniendo que festejar la Pascua, permanecen fuera, en el atrio... Y Tú, amor mío, viendo en el fondo su malicia, reparas por todas las hipocresías de los que son piadosos. Y también yo reparo Contigo. 

               Pero mientras Tú te ocupas del bien de ellos, ellos, por el contrario, empiezan a acusarte ante Pilatos, vomitando todo el veneno que tienen contra Ti... Pero Pilatos, mostrándose insatisfecho ante las acusaciones que te hacen, y para poderte condenar con motivo, te llama aparte y a solas te examina y te pregunta: "¿Eres Tú el Rey de los judíos?". Y Tú, Jesús, verdadero Rey mío, le respondes: "Mi Reino no es de este mundo; de lo contrario, miles de legiones me defenderían". Y Pilatos, conmovido por la suavidad y la dignidad de Tus palabras, sorprendido te dice: "¿Cómo, Tú eres Rey?". Y Tú: "Yo lo Soy, como tú dices, y para esto he venido al mundo: a enseñar la Verdad". Y él, sin querer saber más y convencido de Tu inocencia, sale a la terraza y dice: "Yo no encuentro culpa alguna en este Hombre".

               Los judíos, enfurecidos, te acusan de tantas otras cosas, y Tú callas y no te defiendes, y reparas por las debilidades de los jueces cuando se encuentran ante los poderosos y sus injusticias, y rezas por los inocentes, oprimidos y abandonados. Entonces Pilatos, viendo el furor de Tus enemigos y para desentenderse, te envía a Herodes... 

               Rey mío divino, quiero repetir Tus plegarias, Tus reparaciones y quiero acompañarte hasta Herodes... Veo que Tus enemigos, enfurecidos, quisieran devorarte y te llevan entre insultos, burlas y befas, haciéndote así llegar ante Herodes; el cual, en actitud soberbia te hace varias preguntas, pero Tú no le respondes, ni siquiera lo miras... Y él, irritado al no verse satisfecho en sus preguntas y sintiéndose humillado por Tu prolongado silencio, declara a todos que Tú eres un loco, un demente; y ordena que como tal seas tratado; y para deshonrarte y despreciarte hace que seas vestido con una vestidura blanca y te entrega a la soldadesca para que te haga lo peor que pueda... 

               Inocente Jesús mío, nadie encuentra culpa en Ti, sino sólo los judíos, pues por su falsa e hipócrita apariencia de religiosidad ¡no merecen que resplandezca en sus mentes la Luz de la Verdad!. Jesús mío, Sabiduría infinita. ¡Cuánto te cuesta ser declarado loco!. Los soldados, abusando de Ti, te arrojan al suelo; te pisotean, te cubren de salivazos, te escarnecen, te apalean con bastones... y recibes tantos golpes que te sientes morir. Son tantas y tales las penas, los oprobios y las humillaciones que te hacen, que los Ángeles lloran y con sus alas se cubren el rostro para no verlas... 

              Y yo también, mi loco Jesús, quiero llamarte loco, pero loco de amor... y es tan grande Tu locura de amor que en vez de desfallecer, rezas y reparas por las ambiciones de los gobernantes que ambicionan reinos para ruina de los pueblos; por las destrucciones que provocan, por toda la sangre que hacen derramar, por sus caprichos, por todos los pecados de curiosidad y por las culpas que se cometen en los juzgados y en la milicia. 

               ¡Oh Jesús mío, qué conmovedor es verte en medio de tantos ultrajes orando y reparando! Tus palabras resuenan en mi corazón y sigo lo que Tú haces... Déjame ahora que me ponga a Tu lado y que tome parte en Tus penas y te consuele con mi amor. Y alejando de Ti a Tus enemigos, te tomo entre mis brazos y para darte fuerzas y besarte la frente... 

               Dulce amor mío, veo que no te dan reposo y que Herodes te envía nuevamente a Pilatos... Si la venida ha sido dolorosa, más trágico será el regreso, pues veo que los judíos están más enfurecidos que antes y están resueltos a hacerte morir a cualquier precio. Por eso, antes que salgas del Palacio de Herodes quiero besarte para testimoniarte mi amor en medio de tantas penas. Tú fortifícame con Tu beso y con Tu bendición y así te seguiré de nuevo ante Pilatos...




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




miércoles, 15 de enero de 2025

JESÚS LE DICE QUE ELLA FORMA SU MÁS GRANDE MARTIRIO

 



               Como en los días pasados mi amado Jesús se ha hecho ver en cierto modo enojado con el mundo, esta mañana al no verlo venir pensaba entre mí: “Quién sabe, quizá no viene porque quiere mandar algún castigo, ¿y qué culpa tengo yo de que como quiere mandar castigos no se digna venir a mí? Que bonita cosa, que mientras quiere castigar a los otros, me da a mí el más grande de los castigos, que es Su privación”. 

               Ahora, mientras decía estos y otros desatinos, mi amable Jesús apenas se hizo ver me ha dicho: “Hija Mía, tú formas para Mí el más grande martirio, porque debiendo mandar algún castigo no puedo estar contigo, porque Me atas por todas partes y no quieres que haga nada, y no viniendo, tú Me ensordeces con tus demandas, con tus lamentos y tus esperas, tanto, que mientras Me ocupo en castigar estoy obligado a pensar en ti, a oírte, y Mi Corazón es lacerado al verte en tu estado doloroso de Mi privación, porque el martirio más doloroso es el Martirio del Amor, y por cuanto más se aman dos personas, tanto más resultan dolorosas esas penas, que no por otros, sino por medio de ellos mismos se suscitan, por eso estate tranquila, calmada, no quieras acrecentar Mis penas por medio de tus penas”. 

               Entonces Él ha desaparecido y yo he quedado toda mortificada al pensar que yo formo el martirio de mi amado Jesús, y que para no hacerlo sufrir tanto, cuando no viene debo estarme tranquila, ¿pero quién puede hacer este sacrificio?. Me parece imposible, y estaré obligada a seguir martirizándonos mutuamente.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 4, 15 de Enero de 1901



lunes, 13 de enero de 2025

JESÚS QUISO SUFRIR EN SU HUMANIDAD PARA REHACER LA NATURALEZA HUMANA




               Continuando mi habitual estado, por un instante he visto a mi bendito Jesús, y me ha dicho: “Hija Mía, cuánto amo a las almas, mira: la naturaleza humana estaba corrompida, humillada, sin esperanza de Gloria y de resurgimiento, y Yo quise sufrir todas las humillaciones en Mi Humanidad, especialmente quise ser desnudado, flagelado y que a pedazos cayeran Mis carnes bajo los azotes, casi deshaciendo Mi Humanidad para rehacer la humanidad de las criaturas, y hacerla resurgir llena de Vida, de Honor y de Gloria a la Vida Eterna. ¿Qué otra cosa podía hacer y que no haya hecho?”


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 7, 13 de Enero de 1907



viernes, 10 de enero de 2025

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DECIMOCUARTA HORA: Jesús de nuevo ante Caifás y después es llevado a Pilatos

   

"...Estas Horas son el orden del Universo, y ponen 
en armonía el Cielo y la tierra y Me disuaden de 
no destruir al  mundo; siento poner en circulación 
Mi Sangre, Mis Llagas, Mi Amor y todo lo que 
Yo hice, y corren sobre todos para salvar a todos. 
Y conforme las almas hacen estas Horas de la Pasión, 
Me siento poner en camino Mi Sangre, Mis Llagas, 
Mis ansias de salvar las almas, y Me siento repetir 
Mi Vida. ¿Cómo pueden obtener las criaturas algún 
bien si no es por medio de estas Horas?


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 12 de Julio de 1918


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 6 A LAS 7 DE LA MAÑANA 

DECIMOCUARTA HORA 

Jesús de nuevo ante Caifás
y después es llevado a Pilatos

                Dolorido Jesús mío, ya estás fuera de la prisión, pero estás tan agotado que a cada paso vacilas. Y yo quiero ponerme a Tu lado para sostenerte cuando estés a punto de caer... Pero veo que los soldados te presentan ante Caifás, y Tú, oh Jesús mío, como sol apareces en medio de ellos, y aunque desfigurado, envías luz por todas partes... 

               Veo que Caifás se estremece de gusto al verte tan malamente reducido, y a los reflejos de Tu luz se ciega todavía más, y en su furor te pregunta de nuevo: “¿Así que Tú eres verdaderamente el Hijo de Dios?” Y Tú, amor mío, con una majestad suprema, con una voz llena de gracia y con Tu habitual acento tan dulce y conmovedor que rapta los corazones, respondes: “Sí, Yo soy el verdadero Hijo de Dios”. Y ellos, a pesar de que sienten en ellos mismos toda la potencia de Tus palabras, sofocando todo y sin querer saber más, con voces unánimes gritan: “¡Es reo de muerte, es reo de muerte!”. Caifás confirma la sentencia de muerte y te envía a Pilatos. Y Tú, Jesús mío, viéndote condenado, aceptas esta sentencia con tanto amor y resignación que casi la arrebatas al inicuo pontífice, y reparas por todos los pecados hechos deliberadamente y con toda malicia, y por todos aquellos que, en vez de afligirse por el mal, se alegran y exultan por el mismo pecado, y esto los lleva a la ceguera y a sofocar cualquier luz y gracia en ellos. 

               Vida mía, Tus reparaciones y plegarias hacen eco en mi corazón, y reparo y suplico en unión Contigo. Dulce amor mío, veo que los soldados, habiendo perdido la poca estima que les quedaba de Ti, viéndote condenado a muerte, añaden nuevas cuerdas y cadenas y te oprimen tan fuerte que impiden casi el movimiento a Tu Divina Persona, y empujándote y arrastrándote, te sacan del palacio de Caifás... 

               Turbas de populacho te esperan, pero nadie para defenderte; y Tú, divino Sol mío, sales en medio de ellos queriendo envolverlos a todos con Tu luz... Al dar los primeros pasos, queriendo encerrar en los Tuyos todos los pasos de las criaturas, suplicas y reparas por quienes dan sus pasos para obrar con fines malos: unos para vengarse, otros para matar, otros para traicionar, otros para robar, y para tantas otras cosas pecaminosas... Oh, cómo hieren Tu Corazón todas estas culpas, y para impedir tanto mal oras, reparas y te ofreces a Ti mismo por entero. 

               Pero mientras te sigo, veo que Tú, Sol mío Jesús, apenas comienzas a bajar del palacio de Caifás. Poco después te encuentras con María, nuestra hermosa y dulce Mamá. Y vuestras recíprocas miradas se encuentran, se hieren, y aunque os es un alivio el veros, de ahí nacen nuevos dolores: Tú, al ver a la dulce Mamá traspasada, pálida y enlutada, y la querida, Mamá al verte a Ti, Sol Divino, eclipsado, cubierto con tantos oprobios, en lágrimas y con un manto de sangre... Pero no podéis disfrutar mucho el intercambio de miradas: con el dolor de no poder deciros ni siquiera una palabra, vuestros Corazones se dicen todo, y fundidos el uno en el otro, han de dejar de mirarse, porque los soldados lo evitan, y así, pisoteado y arrastrado, te hacen llegar a Pilatos. Jesús mío, me uno a mi doliente Mamá para seguirte, para fundirme junto con Ella en Ti; y Tú, dirigiéndome una mirada de amor, bendíceme...




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". ¡Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia