Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús al venir me ha dicho:
“Hija Mía, cada vez que el alma hace sus actos en Mi Voluntad, crece siempre más ante Mí en Sabiduría, en Bondad, Potencia y Belleza, porque conforme va repitiendo los actos en Mi Voluntad, tantos bocados toma de Sabiduría, de Bondad, etc., y el alma crece de aquel alimento del cual se alimenta, por eso de Mí está escrito en el Santo Evangelio que crecía en Sabiduría ante Dios y ante los hombres; como Dios no podía ni crecer ni decrecer, Mi crecer no era otra cosa que Mi Humanidad, que conforme crecía en los años venía a multiplicar Mis actos en el Querer Supremo, y un acto de más que hacía era un crecer de más en la Sabiduría de Mi Padre Celestial, y era tan verdadero este Mi crecimiento, que aun las criaturas lo notaban. Cada acto Mío corría en el Mar inmenso de la Voluntad Divina, y conforme obraba me nutría de este alimento celestial; sería demasiado extenso el decirte los mares de Sabiduría, de Bondad, de Belleza, de Potencia que recibía Mi Humanidad en cada acto de más que hacía, así le sucede al alma.
Hija Mía, la Santidad en Mi Voluntad crece a cada instante, no hay cosa que se escape del crecer y que el alma no pueda hacer correr en el Mar infinito de Mi Voluntad; las cosas más indiferentes, el sueño, el alimento, el trabajo, etc., pueden entrar en Mi Querer y tomar en Él su puesto de honor como obras de Mi Querer; sólo con que el alma lo quiera, y todas las cosas, desde las más grandes hasta las más pequeñas pueden ser ocasiones para entrar en Mi Querer, lo que no sucede con las virtudes, porque las virtudes si se quieren ejercitar, muchas veces falta la ocasión, si se quiere ejercitar la obediencia, se necesita a alguien que dé órdenes, y puede suceder que por días y por semanas falte quien dé nuevas órdenes para hacerla obedecer, y entonces, por cuanta buena voluntad tenga de obedecer, la pobre obediencia quedará ociosa; así de la paciencia, la humildad y todas las demás virtudes, pues como son virtudes de este bajo mundo, se necesita a las otras criaturas para ejercitarlas, en cambio Mi Voluntad es virtud de Cielo, y Yo solo basto para tenerla a cada instante en continuo ejercicio, para Mí es fácil mantenerla tan elevada, así de noche o de día, para tenerla ejercitada en Mi Querer”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 13, 14 de Septiembre de 1921

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