Esta mañana mi amado Jesús me ha transportado fuera de mí misma y me ha hecho ver la decadencia de la religión en los hombres y un preparativo de guerra. Yo le he dicho: “¡Oh Señor, en qué estado tan lamentable se encuentra el mundo en estos tiempos en cuanto a la Religión!. Parece que el mundo no reconoce más a Aquel que ennoblece al hombre y lo hace aspirar a un fin eterno, pero lo que más hace llorar, es que parte de aquellos mismos que se dicen religiosos, que deberían poner la propia vida para defender la Religión y hacerla resurgir, la ignoran”.
Y Jesús, tomando un aspecto afligidísimo me ha dicho:
“Hija Mía, esta es la causa de que el hombre viva como bestia, porque ha perdido la Religión; pero tiempos más tristes vendrán para el hombre en castigo de la ceguera en la cual él mismo se ha sumergido, tanto, que se Me oprime el Corazón al verlo. Pero la sangre hará revivir esta Santa Religión, esta sangre que haré derramar por toda clase de gente, por seglares y religiosos, regará al resto de las gentes que viven como salvajes, y civilizándolas les restituirá de nuevo su nobleza. He aquí la necesidad de que la sangre se derrame y que las mismas iglesias queden casi abatidas, para hacer que regresen de nuevo y existan con su primer brillo y esplendor”.
¿Pero quién puede decir el desgarro cruel que harán en los tiempos por venir?. Lo paso en silencio porque no lo recuerdo bien y no lo veo tan claro; si el Señor quiere que lo diga me dará más claridad y entonces tomaré de nuevo la pluma sobre este argumento, por eso, por ahora pongo punto.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 30 de Agosto de 1899

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