Me sentía oprimida y sufriente, y mi interior como si estuviese en continuo acto de sufrir nuevas destrucciones y aniquilamiento de mi pobre ser. Entonces pedía a Jesús que me diese la fuerza, y Él al venir me ha tomado en Sus brazos para infundirme nueva vida, pero esta nueva vida era para darme ocasión de sufrir una nueva muerte, para después infundirme otra nueva vida. Entonces me ha dicho:
“Hija Mía, Mi Voluntad abraza todo, encierra en Sí todas las penas, todos los martirios, todos los dolores que hay en el giro de todos los siglos, he aquí por qué Mi Humanidad abrazó todo, cada pena, cada martirio de criatura, porque Mi Vida no fue otra cosa que la Vida de la Divina Voluntad, y esto era conveniente para cumplir la Obra de la Redención, y no sólo para ello, sino para poderme constituir Rey, ayuda y fuerza de todos los martirios, dolores y penas. Si no tuviera en Mí la fuente de todos los martirios, dolores y penas, ¿cómo podría llamarme Rey de todos y poseer en Mí la fuente de todas las ayudas, apoyos, fuerza y gracia que se necesitan en cada pena de criatura?.
Es necesario tener para dar, he aquí por qué te he dicho tantas veces que la misión de llamar a un alma a vivir en Mi Querer es la más grande, la más alta y sublime, no hay otra que la pueda igualar. La inmensidad de Mi Querer le hará llegar todos los martirios, penas y dolores, Mi Misma Voluntad le dará la fuerza divina para sostenerlos, y formará en ella fuentes de martirios y dolores, y Mi Mismo Querer la constituirá reina de todos los martirios, dolores y penas. ¿Ves qué significa vivir en Mi Querer?. Sufrir no sólo un martirio, sino todos los martirios; no una pena y dolor, sino todas las penas y todos los dolores.
He aquí por qué la necesidad de que Mi Voluntad le sea vida, de otra manera, ¿quién le daría la fuerza en tanto sufrir?. Y si esto no fuera así, ¿cómo se podría decir que el alma que vive en Mi Querer es la fuerza del mártir?. Si no tuviera en ella la sustancia de esa pena, ¿cómo podría ser fuerza de otro?. Sería solamente un modo de decir, una cosa fantástica, no una realidad.
Veo que te asustas al oír esto, no, no temas, tantos martirios, dolores y penas serán correspondidos con innumerables alegrías, contentos y gracias, de los cuales Mi Mismo Querer formará fuentes inagotables. Es justo, si en el alma que vive en Mi Querer formará la fuente de los dolores para ayuda de toda la familia humana, es también justo que forme la fuente de las alegrías y de las gracias; con esta diferencia, que la de los dolores tendrá un fin, porque las cosas de acá abajo, por cuan grandes sean, están siempre determinadas, en cambio la fuente de las alegrías, son de allá arriba, son divinas, por lo tanto sin término, por eso ánimo en hacer el camino en Mi Voluntad”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 14, 23 de Agosto de 1922


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