sábado, 7 de junio de 2025

JESÚS LE ENTREGA LAS LLAVES DE LA JUSTICIA Y UNA LUZ PARA DESCUBRIRLA



                    Como me encontraba en algún modo sufriente, me parecía que aquellos sufrimientos eran una dulce cadena que atraía a mi buen Jesús a hacerlo venir casi de continuo, y me parecía que aquellas penas llamaban a Jesús para hacerlo derramar en mí otras amarguras. Entonces, al venir, ahora me sostenía en Sus brazos para darme fuerza, y ahora derramaba de nuevo. 

                    Yo de vez en cuando le decía: “Señor, ahora siento en mí parte de Tus penas, Te ruego que me contentes, como Te dije ayer de darme al menos la mitad de lo que sirve para alimento del hombre”. Y Él: “Hija Mía, para contentarte te entrego las llaves de la Justicia y el conocimiento de cuánto es necesario absolutamente castigar al hombre, y con esto harás lo que te plazca, ¿no estás contenta por ello?”. 

                    Al oírme decir esto me consolé y decía en mi interior: “Si está en mí, de hecho no castigaré a ninguno”. Pero cómo quedé desengañada cuando el Bendito Jesús me dio una llave y me puso en medio de una luz, y mirando desde en medio de aquella luz descubría todos los atributos de Dios, y también los de la Justicia. ¡Oh, cómo todo está ordenado en Dios!. Y si la Justicia castiga, es Orden; y si no castiga no estaría en orden con los demás atributos. 

                    Ahora me veía como miserable gusano en medio de aquella luz, y que si quisiera impedir el curso a la Justicia, estropearía el orden e iría en contra de los mismos hombres, porque comprendía que la misma Justicia es amor purísimo hacia ellos. Entonces me he encontrado toda confundida y molesta, por eso para desentenderme he dicho a nuestro Señor: “Con esta luz de la cual me habéis rodeado entiendo las cosas diversamente, y si me dejaras obrar a mí lo haría peor que Tú, por eso no acepto este conocimiento y renuncio a las llaves de la Justicia; lo que acepto y quiero es que me hagas sufrir a mí y que liberes a las gentes; del resto no quiero saber nada”. 

                    Y Jesús sonriendo ante mi hablar me ha dicho: “¡Cómo! tan pronto quieres desentenderte, no queriendo conocer ninguna razón y queriéndome hacer violencia más fuerte te quieres salir con dos palabras: hazme sufrir a mí y libéralos”. Y yo: “Señor, no es que no quiera saber ninguna razón, sino que no es oficio mío, sino Tuyo. Mi oficio es el de ser víctima, por eso Tú haz Tu oficio y yo hago el mío, ¿no es verdad mi amado Jesús?”. Y Él, mostrando como una aprobación ha desaparecido.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 7 de Junio de 1900




No hay comentarios:

Publicar un comentario