lunes, 30 de junio de 2025

SEÑALES PARA SABER SI EL ALMA POSEE LA GRACIA



                    Encontrándome en mi habitual estado, por poco tiempo mi dulcísimo Jesús se ha hecho ver todo fundido en mí, y me ha dicho: “Hija Mía, ¿quieres saber cuáles son las señales para conocer si el alma posee Mi Gracia?”. Y yo: “Señor, como le plazca a Tu Santísima Bondad”. 

                    Entonces Él ha proseguido: “La primera señal para ver si el alma posee Mi Gracia, es que todo lo que pueda oír o ver en el exterior, que pertenece a Dios, en el interior siente una dulzura, una suavidad toda divina, no comparable a ninguna cosa humana y terrena; sucede como a una madre, que aun al respiro, a la voz, conoce al parto de sus vísceras en la persona de un hijo y se regocija de alegría; o como a dos íntimas amigas que conversando manifiestan recíprocamente los mismos sentimientos, inclinaciones, alegrías, aflicciones, y encontrando esculpidas una en la otra sus mismas cosas, sienten placer, gozo y se toman tanto amor que no saben separarse. Así la gracia interna que reside en el alma, al ver exteriormente el parto de sus mismas entrañas, o sea al hallarse en aquellas mismas cosas que forman su esencia, se acoplan y hace sentir en el alma tal alegría y dulzura, que no se sabe expresar. 

                    La segunda señal es que el hablar del alma que posee la Gracia es pacífico y tiene virtud de arrojar en los demás la paz, tanto que las mismas cosas dichas por quien no posee la gracia, no producen ninguna impresión y ninguna paz, mientras que dichas por quien posee la gracia obran maravillosamente y restituyen la paz a las almas. Además hija Mía, la Gracia despoja al alma de todo, y de la humanidad hace un velo para estar cubierta, de modo que roto ese velo se encuentra el paraíso en el alma de quien la posee. Entonces, no es maravilla si en esa alma se encuentra la verdadera humildad, obediencia y demás, porque de ella no queda otra cosa que un simple velo y ve con claridad que dentro de ella está toda la Gracia, que obra y que le tiene en orden todas las virtudes y la hace estar en continua actitud para Dios”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 4, 30 de Junio de 1901



viernes, 27 de junio de 2025

EXTENDERME TAMBIÉN YO SOBRE LA CRUZ



                    Quiero poner mi cabeza junto a la Tuya no sólo para sentir Tus espinas sino también para lavar con Tu Sangre Preciosísima, que de la cabeza te chorrea, todos mis pensamientos, para que todos puedan estar en tacto de repararte por cualquier ofensa de pensamiento que cometan las criaturas. 

                    Oh amor mío, estréchate a mí, pues quiero besar una por una las gotas de Tu Sangre que chorrean sobre Tu Rostro Santísimo; y mientras las adoro una por una, te ruego que cada gota de Tu Sangre sea luz para cada mente creada, para hacer que ninguna te ofenda con pensamientos malos... Y mientras te tengo estrechado y apoyado en mí, te miro, oh Jesús, y veo que miras la Cruz que Tus enemigos te preparan. Oyes los golpes que dan a la Cruz para hacerle los agujeros en los que te clavarán. 

                    Quiero poner mi cabeza junto a la Tuya no sólo para sentir Tus espinas sino también para lavar con Tu Sangre Preciosísima, que de la cabeza te chorrea, todos mis pensamientos, para que todos puedan estar en tacto de repararte por cualquier ofensa de pensamiento que cometan las criaturas… quiero permanecer Contigo y extenderme también yo sobre la Cruz y quedar clavada junto Contigo. El verdadero amor no soporta ninguna clase de separación. Tú perdonarás la audacia de mi amor y me concederás quedarme crucificada Contigo... ”.



Extraído de “Las Horas de la Pasión”, de las Revelaciones 
de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta. Decimonovena Hora





martes, 24 de junio de 2025

LA CRUZ ES EL ALIMENTO DE LA HUMILDAD



                    Después de haber pasado algunos días de privación, en que a lo más se hacía ver como sombra, como un relámpago, mis potencias las sentía todas adormecidas, de modo que yo misma no entendía lo que sucedía en mi interior. En este adormecimiento una sola pena se despertaba en mi interior, y era que me parecía que me había pasado como a uno que mientras duerme pierde la vista, o bien es despojado de todas sus riquezas, por lo que el miserable no puede ni dolerse, ni defenderse, ni usar algún medio para liberarse de sus infortunios. ¡Pobrecito, en qué estado tan desastroso se encuentra!. Pero, ¿cuál es la causa?. El sueño, porque si estuviera despierto ciertamente se sabría defender de sus desventuras. Así es mi mísero estado, no me es dado ni siquiera dar un gemido, un suspiro, derramar una lágrima, porque he perdido de vista a Aquel que es todo mi amor, todo mi bien y que forma todo mi contento. Parece que para que yo no sufra por su privación me ha adormecido y me ha dejado. ¡Ah! Señor, despiértame Tú, a fin de que pueda ver mis miserias y conocer al menos de qué estoy privada. 

                    Ahora, mientras me encontraba en este estado, desde dentro de mi interior he oído al Bendito Jesús que se lamentaba continuamente. Aquellos lamentos han herido mis oídos y despertándome un poco he dicho: “Mi solo y único Bien, por Tus lamentos advierto el estado tan sufriente en el cual Te encuentras, esto Te sucede porque quieres sufrir solo y no quieres hacerme partícipe de Tus penas, es más, para no tenerme en Tu compañía me has adormecido y me has dejado sin hacerme entender más nada. Entiendo el por qué de todo esto, para estar más libre en castigar, pero ¡ah! ten compasión de mí, pues sin Ti estoy ciega, y ten compasión de Ti, porque siempre es bueno en todas las circunstancias tener quien Te haga compañía, que Te consuele y que de algún modo mitigue Tu furor, porque por ahora estás firme en mandar flagelos, pero cuando veas a Tus imágenes perecer por la miseria, Te lamentarás más que ahora y tal vez me dirás: “¡Ah, si tú te hubieras empeñado más en aplacarme, si hubieras tomado sobre ti las penas de las criaturas, no vería tan destrozados a Mis mismos miembros!”. ¿No es verdad mi pacientísimo Jesús?. ¡Ah, consuélate un poco y déjame sufrir en lugar tuyo!”.

                    Mientras esto decía, Él se lamentaba continuamente, casi en acto de querer ser compadecido y aliviado, pero quería que le arrancara casi por fuerza este mismo alivio, por lo que tras mis ruegos ha extendido en mi interior Sus manos y pies clavados y me ha participado un poco Sus penas. 

                    Después de esto, dando un poco de tregua a sus lamentos me ha dicho: “Hija Mía, son los tristes tiempos que a esto Me obligan, porque los hombres se han fortalecido y ensoberbecido tanto, que cada uno cree ser dios para sí mismo, y si Yo no pongo mano a los flagelos haría un daño a sus almas, porque sólo la Cruz es el alimento de la humildad. Entonces, si no hiciera esto, Yo mismo les haría faltar el medio para humillarlos y rendirlos de su extraña locura, si bien la mayor parte Me ofenden más, pero Yo hago como un padre que reparte a todos el pan para alimentarlos; que algunos hijos no lo quieran tomar, más bien que se sirvan de él para arrojarlo en la cara al padre, ¿qué culpa tiene de ello el pobre padre?. Así soy Yo. Por eso compadéceme en Mis aflicciones”. Dicho esto ha desaparecido dejándome medio despierta y medio adormecida, no sabiendo yo misma ni si debo despertarme perfectamente, ni si debo dormirme otra vez.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 24 de Junio de 1900



sábado, 21 de junio de 2025

TEMORES. JESÚS LE PROMETE NO DEJARLA JAMÁS



                    Como Jesús no venía, estaba pensando entre mí: “Quién sabe, a lo mejor Jesús no viene más y me deja abandonada”. Y no decía otra cosa que: “¡Ven mi amado, ven!” . De improviso ha venido y me ha dicho: “No te dejaré, jamás te abandonaré, también tú, ven, ven a Mí”. 

                    Yo enseguida he corrido para meterme en Sus brazos, y mientras estaba así Jesús ha vuelto a decir: “No sólo no te dejaré a ti, sino que por amor tuyo no dejaré Corato”. Después, casi sin darme cuenta, en un instante desapareció y yo quedé deseándolo más que antes e iba diciendo: “¿Qué me has hecho?. ¿Cómo tan pronto te has ido sin ni siquiera decirme adiós?”.

                    Mientras desahogaba mi pena, la imagen del Niño Jesús que tengo cerca de mí, parecía que se hacía viva y de vez en cuando sacaba la cabeza de la cubierta de cristal para ver que cosa hacía yo, cuando veía que me daba cuenta, enseguida se metía. Yo le he dicho: “Se ve que eres demasiado impertinente y que quieres portarte como niño, yo me siento enloquecer por la pena de que no vienes y Tú te pones a jugar, bueno pues, juega y bromea también, que yo tendré paciencia”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 21 de Junio de 1899



jueves, 19 de junio de 2025

QUIEN SE HACE DESAPARECER A SÍ MISMO, JAMÁS COMETE PECADOS



                    Habiendo pasado ayer una jornada de purgatorio por la privación casi total de mi sumo Bien, y por las tantas tentaciones que me ponía el Demonio, me parecía que cometía muchos pecados. ¡Oh Dios, qué pena el ofender a Dios!. Esta mañana, en cuanto vi a Jesús, rápidamente le he dicho: “Jesús bueno, perdóname los tantos pecados que hice ayer”. Y quería decirle todo el mal que sentía que había hecho. 

                    Él, interrumpiéndome me ha dicho: “Si te haces desaparecer a ti misma, no cometerás pecados jamás”. Yo quería seguir hablando, pero Jesús haciéndome ver muchas almas devotas y mostrándome que no quería oír lo que le quería decir, ha continuado diciendo: “Lo que más Me disgusta de estas almas es la inestabilidad en hacer el bien, basta una pequeña cosa, un disgusto, aun un defecto, mientras que es entonces el tiempo más necesario para estrecharse más a Mí, éstas en cambio, se irritan, se molestan y dejan a medias el bien comenzado. Cuántas veces les he preparado gracias para dárselas, pero viéndolas tan inestables, he sido obligado a retenerlas”. 

                    Después, conociendo que no quería saber nada de lo que quería decirle y viendo que mi Confesor estaba un poco mal en el cuerpo, he rogado largamente por él, y le hacía a Jesús varias preguntas que no es necesario decir aquí. Y Jesús, benignamente me ha respondido a todo y así ha terminado.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 19 de Junio de 1899





martes, 17 de junio de 2025

PONERSE EN DIOS Y NO SALIR DE LOS CONFINES DE LA PAZ, ES LO MISMO




                    Como esta mañana el Bendito Jesús no venía, en mi interior me sentía suscitar alguna sombra de turbación sobre el por qué no venía; entonces al venir me ha dicho: “Hija Mía, contenerse en Dios y no salir de los confines de la paz es todo lo mismo. Así que si tú adviertes un poco de turbación, es señal de que sales un poco de dentro de Dios, porque contenerse en Él y no tener perfecta paz es imposible, mucho más que los confines de la paz son interminables, más bien todo lo que pertenece a Dios, todo es paz”.

                    Después ha agregado: “¿No sabes tú que las privaciones al alma sirven como el invierno a las plantas, que hace que profundicen más las raíces, las fortifica y las hace reverdecer y florecer en Mayo?”. 

                    Después de esto me ha transportado fuera de mí misma, y habiéndole encomendado varias necesidades, desapareció, y yo me he encontrado en mí misma, con el deseo de mantenerme siempre dentro de Dios, a fin de que me pudiera encontrar dentro de los confines de la paz.

Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 17 de Junio de 1900



sábado, 14 de junio de 2025

EFECTOS DE LA CRUZ



                    Encontrándome no poco sufriente, mi adorable Jesús al venir toda me compadecía y me ha dicho: “Hija Mía, ¿qué tienes que sufres tanto?. Déjame aliviarte un poco”. Y (pero Jesús estaba más sufriente que yo) así me ha dado un beso, y como estaba crucificado me atrajo fuera de mí misma y ha puesto mis manos en las Suyas, mis pies en los Suyos, mi cabeza apoyaba sobre la Suya y la Suya sobre la mía. ¡Cómo estaba contenta al encontrarme en esta posición!. Si bien los clavos y las espinas de Jesús me causaban dolor, eran dolores que me daban alegría porque eran sufridos por amor a mi Amado Bien; es más, hubiera querido que aumentaran. 

                    También Jesús parecía contento de mí porque me tenía en aquel modo atraída a Él. Me parecía que Jesús me consolaba y yo era consuelo para Él. Entonces, en esta posición hemos salido fuera, y habiendo encontrado al Confesor, enseguida pedí por sus necesidades y le he dicho al Señor que se dignara hacer oír al Confesor cómo es dulce y suave Su voz. Jesús para contentarme se dirigió a él y le habló de la Cruz diciéndole: “La Cruz absorbe en el alma Mi Divinidad, la asemeja a Mi Humanidad y copia en sí misma Mis mismas obras”. 

                    Después hemos continuado girando otro poco y, ¡oh, cuántas escenas dolorosas que traspasaban el alma de lado a lado!. Las graves iniquidades de los hombres, que ni siquiera se doblegan ante la Justicia, al contrario, se arrojan con mayor furor, como si quisieran dar dobles heridas por cada herida, y la gran miseria que ellos mismos se están preparando. Entonces, con suma amargura nuestra nos hemos retirado; Jesús ha desaparecido y yo me he encontrado en mí misma.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 14 de Junio de 1900



miércoles, 11 de junio de 2025

EFECTOS QUE RECIBIRÁN AQUELLOS QUE SE ACERQUEN A LUISA



                    Mi dulce Jesús continúa haciéndose ver poquísimas veces y casi siempre en silencio. Mi mente me la sentía toda confundida y llena de temor de perder a mi solo y único Bien y por tantas otras cosas que no es necesario decir aquí. ¡Oh Dios, qué pena!. 

                    Mientras estaba en este estado, en cuanto se hizo ver, parecía que traía una luz, y de esta luz salían muchos globitos de luz y Jesús me ha dicho: “Quita todo temor de tu corazón. Mira, te he traído este globo de luz para ponerlo entre tú y Yo y entre aquellos que se acercan a ti. A aquellos que se te acerquen con corazón recto y para hacerte el bien, estos globitos de luz que salen penetrarán en sus mentes, descenderán en sus corazones y los llenarán de gozo y de gracias celestiales y comprenderán con claridad lo que obro en ti; aquellos que vengan con otras intenciones experimentarán lo contrario, y por estos globitos de luz quedarán deslumbrados y confundidos”. 

                    Así he quedado más tranquila. Sea todo para Gloria de Dios.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 11 de Junio de 1899



sábado, 7 de junio de 2025

JESÚS LE ENTREGA LAS LLAVES DE LA JUSTICIA Y UNA LUZ PARA DESCUBRIRLA



                    Como me encontraba en algún modo sufriente, me parecía que aquellos sufrimientos eran una dulce cadena que atraía a mi buen Jesús a hacerlo venir casi de continuo, y me parecía que aquellas penas llamaban a Jesús para hacerlo derramar en mí otras amarguras. Entonces, al venir, ahora me sostenía en Sus brazos para darme fuerza, y ahora derramaba de nuevo. 

                    Yo de vez en cuando le decía: “Señor, ahora siento en mí parte de Tus penas, Te ruego que me contentes, como Te dije ayer de darme al menos la mitad de lo que sirve para alimento del hombre”. Y Él: “Hija Mía, para contentarte te entrego las llaves de la Justicia y el conocimiento de cuánto es necesario absolutamente castigar al hombre, y con esto harás lo que te plazca, ¿no estás contenta por ello?”. 

                    Al oírme decir esto me consolé y decía en mi interior: “Si está en mí, de hecho no castigaré a ninguno”. Pero cómo quedé desengañada cuando el Bendito Jesús me dio una llave y me puso en medio de una luz, y mirando desde en medio de aquella luz descubría todos los atributos de Dios, y también los de la Justicia. ¡Oh, cómo todo está ordenado en Dios!. Y si la Justicia castiga, es Orden; y si no castiga no estaría en orden con los demás atributos. 

                    Ahora me veía como miserable gusano en medio de aquella luz, y que si quisiera impedir el curso a la Justicia, estropearía el orden e iría en contra de los mismos hombres, porque comprendía que la misma Justicia es amor purísimo hacia ellos. Entonces me he encontrado toda confundida y molesta, por eso para desentenderme he dicho a nuestro Señor: “Con esta luz de la cual me habéis rodeado entiendo las cosas diversamente, y si me dejaras obrar a mí lo haría peor que Tú, por eso no acepto este conocimiento y renuncio a las llaves de la Justicia; lo que acepto y quiero es que me hagas sufrir a mí y que liberes a las gentes; del resto no quiero saber nada”. 

                    Y Jesús sonriendo ante mi hablar me ha dicho: “¡Cómo! tan pronto quieres desentenderte, no queriendo conocer ninguna razón y queriéndome hacer violencia más fuerte te quieres salir con dos palabras: hazme sufrir a mí y libéralos”. Y yo: “Señor, no es que no quiera saber ninguna razón, sino que no es oficio mío, sino Tuyo. Mi oficio es el de ser víctima, por eso Tú haz Tu oficio y yo hago el mío, ¿no es verdad mi amado Jesús?”. Y Él, mostrando como una aprobación ha desaparecido.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 7 de Junio de 1900




jueves, 5 de junio de 2025

LUISA REZA JUNTO A JESÚS



                    Continúa aún el estado de aniquilamiento, pero hasta tal punto que no osaba decir una palabra a mi amado Jesús. Pero esta mañana, Jesús teniendo compasión de mi miserable estado, Él mismo ha querido aliviarme y he aquí cómo: mientras se hizo ver y yo me sentía toda aniquilada y avergonzada delante de Él, Jesús se ha acercado a mí, pero tan estrechamente, que me parecía que Él estuviese en mí y yo en Él, y me ha dicho: “Hija Mía amada ¿qué tienes que estás tan afligida?. Dime todo, que te contentaré y remediaré todo”. 

                    Pero como continuaba viéndome a mí misma, como dije el día anterior, entonces viéndome tan mala, ni siquiera he osado decirle nada, pero Jesús replicó: “Pronto, pronto, dime qué quieres, no tardes”. Viéndome casi obligada y rompiendo en abundante llanto le he dicho:“Jesús Santo, cómo quieres que no esté afligida, después de tantas gracias no debía ser tan mala, a veces aun las obras buenas que busco hacer, en las mismas oraciones, mezclo tantos defectos e imperfecciones que yo misma siento horror. ¿Qué será ante Ti que eres tan perfecto y santo?. Y además, el escasísimo sufrir en comparación con el de antes, Tu gran tardanza en venir, todo me dice claramente que mis pecados, mis grandes ingratitudes son la causa, y que Tú, enojado conmigo, me niegas también el pan cotidiano que Tú concedes a todos generalmente, como es la cruz; así que después terminarás con abandonarme del todo. ¿Se puede dar tal vez mayor aflicción que ésta?”. 

                    Jesús, compadeciéndome toda, me ha estrechado a Su Corazón y me ha dicho: “No temas, esta mañana haremos las cosas juntos, así Yo supliré a las tuyas”. 

                    Entonces me pareció que Jesús contenía una fuente de agua y otra de sangre en Su Pecho, y en esas dos fuentes ha sumergido mi alma, primero en el agua y después en la sangre. ¿Quién puede decir cómo ha quedado purificada y embellecida mi alma?. Después nos hemos puesto a rezar juntos recitando tres “Gloria Patri” y esto me ha dicho que lo hacía para suplir a mis oraciones y adoraciones a la Majestad de Dios. ¡Oh, cómo era bello y conmovedor rezar junto con Jesús!. 

                    Después de esto Jesús me ha dicho: “No te aflija el no sufrir, ¿quieres tú anticipar la hora designada por Mí?. Mi obrar no es apresurado, sino todo a su tiempo, cumpliremos cada cosa, pero a su debido tiempo”.

                    Después, por un hecho todo providencial, inesperadamente, habiendo salido el Viático de la iglesia para ir a otros enfermos, recibí también yo la Comunión. ¿Quién puede decir todo lo que ha pasado entre Jesús y yo, los besos, las caricias que Jesús me hacía?. Es imposible poder decirlo todo. Me parecía que después de la Comunión veía la Sagrada Partícula, y ahora veía en la Partícula la boca de Jesús, ahora los ojos, ahora una mano y después se hizo ver todo Él. 

                    Me ha transportado fuera de mí misma y ahora me encontraba en la bóveda de los Cielos y ahora me encontraba sobre la tierra, en medio de los hombres, pero siempre junto con Jesús. Él de vez en cuando iba repitiendo:“¡Oh, cómo eres bella amada Mía, si tú supieras cuánto te amo!. Y tú, ¿cuánto me amas?”. 

                    Al oír que me decía estas palabras, sentí tal confusión que me sentía morir, pero con todo esto he tenido el valor de decirle: “Jesús mío, hermoso, sí, Te amo mucho, y Tú si verdaderamente me amas tanto, dime también: ¿Tú me perdonas por todo el mal que he hecho?. Y también concédeme el sufrir”. Y Jesús: “Sí que te perdono y quiero contentarte con derramar en abundancia Mis amarguras en ti”. Así Jesús ha vertido sus amarguras. Me parecía que tuviese una fuente de amarguras en Su Corazón, recibidas por las ofensas de los hombres, y la mayor parte la derramaba en mí. 

                    Después Jesús me ha dicho: “Dime ¿qué otra cosa quieres?”. Y yo: “Jesús Santo, te encomiendo a mi Confesor, házmelo santo y dale también la salud del cuerpo, y además, ¿es Voluntad tuya que venga este Sacerdote?”. Y Jesús: “Sí”. Y yo: “Si fuera Tu Voluntad lo harías estar bien”. Y Él: “Estate quieta, no quieras investigar demasiado Mis juicios”. Y en ese mismo instante me hacía ver el mejoramiento de la salud del cuerpo y la santidad del alma del Confesor, y ha agregado:“Tú quieres ser apresurada, pero Yo hago todo a su tiempo”. 

                    Después le encomendé las personas que me pertenecen y pedí por los pecadores diciendo a Jesús: “¡Oh, cuánto deseo que mi cuerpo se redujera en pequeñísimos pedazos, con tal que los pecadores se convirtiesen!”. Y besé la frente, los ojos, el rostro, la boca de Jesús, haciendo varias adoraciones y reparaciones por las ofensas que le hacían los pecadores. ¡Oh, cómo estaba contento Jesús y yo también!. Después, haciéndome prometer por Jesús que no me volvería a dejar, he regresado en mí misma y así ha terminado.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 5 de Junio de 1899



domingo, 1 de junio de 2025

QUÉ COSA ES LA VERDAD



                    Encontrándome en mi habitual estado (1), estaba siguiendo las Horas de la Pasión de mi dulce Jesús, especialmente cuando fue presentado a Pilatos, el cual le preguntó cuál era Su Reino, y mi siempre amable Jesús me ha dicho: “Hija Mía, fue la primera vez en Mi Vida terrena que tuve que tratar con un gobernante gentil, el cual Me preguntó cuál era Mi Reino, y Yo le respondí que Mi Reino no es de este mundo, que si de este mundo fuera, millones de legiones de Ángeles Me defenderían. Con esto abría a los gentiles Mi Reino y les comunicaba Mi celestial Doctrina, tanto que Pilatos Me preguntó: '¿Cómo, Tú eres rey?'. Y Yo inmediatamente le respondí: 'Rey Soy Yo, y he venido al mundo a enseñar la Verdad'. Con esto Yo quería abrirme camino en su mente para hacerme conocer, y él, sintiéndose como golpeado Me preguntó: '¿Qué cosa es la verdad?'. 

                    Pero no esperó Mi respuesta, no tuve el bien de hacerme comprender, le habría dicho: 'La Verdad Soy Yo, todo en Mí es Verdad; Verdad es Mi paciencia en medio de tantos insultos; Verdad es Mi mirada dulce entre tantas burlas, calumnias, desprecios; Verdad son Mis modos afables, atrayentes, en medio de tantos enemigos, que mientras ellos Me odian Yo los amo, y mientras quieren darme la muerte, Yo quiero abrazarlos y darles la vida; Verdad son Mis palabras dignas y llenas de Sabiduría celestial; todo en Mí es verdad'. 

                    La Verdad es más que sol majestuoso que por cuanto se quiera pisotear, surge más bello, más luminoso y hace avergonzar a los mismos enemigos, haciéndolos caer a tierra, a sus pies. Pilatos me preguntó con ánimo sincero y Yo le respondí inmediatamente, en cambio Herodes me preguntó con maldad y por curiosidad y Yo no le respondí, así que a quien quiere saber las cosas santas con sinceridad, Yo Me revelo más allá de lo que se quiere; en cambio, a quien quiere saberlas con maldad y para curiosear, Yo Me le escondo, y mientras éstos quieren hacer burla de Mí, Yo los confundo y Me burlo de ellos. Pero como Mi Persona llevaba Consigo la Verdad, también ante Herodes hizo Su oficio, el silencio ante sus tempestuosas preguntas, Mi mirada modesta, el aspecto todo lleno de dulzura, de dignidad, de nobleza de Mi misma Persona, eran todas verdades, y verdades operantes”.


  1- Por una particular disposición de Dios, Luisa Piccarreta permanecía toda la noche sumida en un profundo éxtasis, paralizada, mientras recibía luces del Cielo; tan sólo conseguía liberarla de aquél místico trance la bendición del Sacerdote, que cada mañana celebraba la Santa Misa en su dormitorio. Este "sueño extático" era tan cotidiano para Luisa que ella lo definió en sus escritos como "mi habitual estado". Dicha fenomenología no fue exclusiva de Piccarreta, se dio con anterioridad en Santa Catalina de Siena y casi a la vez en la mística portuguesa Alexandrina Da Costa, entre otras almas privilegiadas.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 14, 1 de Junio de 1922



sábado, 31 de mayo de 2025

JESÚS SE LAMENTA DEL CONFESOR


                    Esta mañana, estando en mi habitual estado, mi adorable Jesús ha venido, y al mismo tiempo vi al Confesor (1). Jesús se mostraba un poco disgustado con él, porque parecía que el Confesor quería que todos aprobasen que lo mío era obra de Dios, y casi quería convencer a otros sacerdotes con manifestarles algunas cosas de mi interior. Jesús se ha vuelto al Confesor y le ha dicho: “Esto es imposible, hasta Yo tuve contrarios, y esto en personas de las más notables y también sacerdotes y otras dignidades, tuvieron que decir sobre Mis santas obras, hasta tacharme de endemoniado. Estas oposiciones, aun por personas religiosas, Yo las permito para hacer que a su tiempo pueda relucir más la Verdad. Que quieras hacerte aconsejar por dos o tres sacerdotes de los más buenos y santos y aun doctos, para tener luz y hasta para hacer lo que quiero Yo en las cosas que se deben hacer, como es el consejo de los buenos y la oración, esto Yo lo permito, pero el resto no, no, sería querer hacer un derroche de Mis obras y ponerlas en burla, lo que mucho me disgusta”.

                    Después me dijo a mí: "Lo que quiero de ti es un obrar recto y simple, que del pro y del contra de las criaturas no te preocupes, déjalas pensar como quieran, sin tomarte el más mínimo fastidio, pues el querer que todos sean favorables es un querer desviarse de la imitación de Mi Vida”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 31 de Mayo de 1899


NOTA

                    (1) Don Gennaro De Gennaro, tercer confesor de Luisa Piccarreta;  fue por obediencia a él que, el 28 de Febrero de 1899, Luisa comenzara a escribir sus confidencias con el Cielo.




LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 31º

  

...pon tu mano sobre Mi Corazón materno 
y júrame que encerrarás tu voluntad 
en Mi Corazón...


               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Gloriosa Reina: 

               Mi querida Mamá Celestial, estoy de regreso entre Tus brazos maternos, y al mirarte veo que una dulce sonrisa aflora sobre Tus labios purísimos. Tu actitud hoy es toda de fiesta, me parece que quieres narrarme y confiar a Tu hija alguna cosa que más me sorprenda. Mamá Santa, ¡ah! Te ruego, toca mi mente con Tus manos maternas, vacía mi corazón a fin de que pueda comprender Tus santas enseñanzas y ponerlas en práctica. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija queridísima, hoy tu Mamá está de fiesta porque quiero hablarte de Mi partida de la tierra al Cielo, día en el cual terminé de cumplir la Divina Voluntad sobre la tierra, porque no hubo en Mí ni un respiro, ni un latido, ni un paso en el cual el Fiat Divino no tuviera Su acto completo, y esto Me embellecía, Me enriquecía, Me santificaba tanto, que los mismos Ángeles quedaban raptados. 

               Ahora, tú debes saber que antes de partir para la Patria Celestial, Yo con Mi amado Juan regresamos de nuevo a Jerusalén, era la última vez que en carne mortal estaba sobre la tierra, toda la Creación, como si lo hubiera intuido, se postraba a Mi alrededor, desde los peces del mar que Yo navegaba, hasta el más pequeño pajarito querían ser bendecidos por su Reina, y Yo bendecía a todos y les daba el último adiós. 

               Ahora, habiendo llegado a Jerusalén y retirándome dentro de un departamento donde me llevó Juan, Me encerré para no salir más. Ahora hija bendita, tú debes saber que comencé a sentir en Mí un martirio tal de amor, unido con ansias ardientes de alcanzar a Mi Hijo en el Cielo, que Me sentía consumir, hasta a sentirme enferma de amor, y tenía fuertes delirios y desfallecimientos todos de amor. Yo no conocí jamás enfermedad ni cualquier indisposición ligera, a Mi naturaleza concebida sin pecado y vivida toda de Voluntad Divina le faltaba el germen de los males naturales, si las penas Me cortejaron tanto, fueron todas en orden sobrenatural, y estas penas fueron para tu Mamá Celestial triunfos y honores, y Me daban el campo para hacer que Mi Maternidad no fuera estéril, sino conquistadora de muchos hijos. 

               Mira entonces hija querida qué significa vivir de Voluntad Divina, perder el germen de los males naturales que producen no honores y triunfos, sino debilidades, miserias y derrotas. Por eso hija queridísima, escucha la última palabra de tu Mamá que está por partir al Cielo, no partiría contenta si no dejara a Mi hija al seguro, antes de partir quiero hacerte Mi Testamento, dejándote por dote aquella misma Voluntad Divina que posee tu Mamá y que tanto Me ha agraciado, hasta volverme Madre del Verbo, Señora y Reina del Corazón de Jesús y Madre y Reina de todos. 

               Escucha hija querida, es el último día del mes a Mí consagrado, Yo te he hablado con tanto amor de lo que obró la Divina Voluntad en Mí, del gran bien que Ella sabe hacer y qué significa hacerse dominar por Ella, te hablado también de los graves males del humano querer, pero ¿crees tú haya sido una simple narración? No, no, tu Mamá cuando habla quiere dar, Yo, en el ímpetu de Mi amor en cada palabra que te decía ataba tu alma al Fiat Divino y te preparaba la dote en la cual tú pudieses vivir rica, feliz, dotada de Fuerza Divina. 

              Ahora que estoy por partir acepta Mi Testamento, tu alma sea el papel donde Yo escriba con la pluma de oro del Querer Divino, y con la tinta de Mi ardiente Amor que Me consume, la testificación de la dote que te hago. Hija bendita, asegúrame que no harás jamás tu voluntad, pon tu mano sobre Mi Corazón materno y júrame que encerrarás tu voluntad en Mi Corazón, así, no sintiéndola, no tendrás ocasión de hacerla, y Yo Me la llevaré al Cielo como un triunfo y victoria de Mi hija. 

               ¡Ah! hija querida, escucha la última palabra de tu Mamá que muere de puro amor, recibe Mi última bendición como sello de la Vida de la Divina Voluntad que dejo en ti, que formará tu Cielo, tu Sol, tu mar de amor y de gracia. En estos últimos momentos, tu Mamá celestial quiere ahogarte de amor, desahogarse en ti, para que obtenga el intento de escuchar tu última palabra, que preferirías morir, que harías cualquier sacrificio antes que dar un acto de vida a tu voluntad, dímela hija Mía, dímela. 

El alma: 

               Mamá Santa, en el arrebato de mi dolor Te lo digo llorando, que si Tú ves que yo esté por hacer un solo acto de mi voluntad, hazme morir, ven Tú misma a tomar mi alma en Tus brazos y llévame allá arriba; y yo de corazón lo prometo, lo juro, no hacer jamás, jamás mi voluntad. 

La Reina de Amor: 

               ¡Hija bendita, cómo estoy contenta! No podía decidirme a narrarte Mi partida al Cielo si no permaneciera asegurada Mi hija sobre la tierra y dotada de Voluntad Divina, pero ten la seguridad que desde el Cielo no te abandonaré ni te dejaré huérfana, sino que te guiaré en todo, y en la más pequeña necesidad tuya, hasta en la más grande, llámame, y Yo vendré rápido a hacerte de Mamá. 

               Ahora, hija querida, escúchame, Yo estaba enferma de amor, y el Fiat Divino para consolar a los Apóstoles y a Mí también, permitió casi en modo prodigioso que todos los Apóstoles, excepto uno, Me hicieran corona en el momento en que estaba por partir al Cielo, todos sentían el dolor del corazón y lloraban amargamente, Yo consolé a todos recomendando en modo especial a la Santa Iglesia naciente e impartí a todos la materna bendición, dejando en sus corazones, en virtud de ella, la paternidad de amor hacia las almas. 

              Mi querido Hijo no hacía otra cosa que ir y venir del Cielo, no podía estar más sin Su Mamá, y dando el último suspiro de puro amor en la interminabilidad del Querer Divino, Mi Hijo Me recibió entre Sus brazos y Me condujo al Cielo en medio a las Legiones Angélicas que alababan a Su Reina. Puedo decir que el Cielo se vació para venir a Mi encuentro, todos Me festejaban, y al mirarme quedaban raptados y en coro decían: "¿Quién es Ésta que viene del exilio toda apoyada en su Señor? Toda bella, toda Santa, con el cetro de Reina, y es tanta Su grandeza que los Cielos se han abajado para recibirla, ninguna otra criatura ha entrado en estas regiones celestiales tan adornada y hermosa, tan poderosa, que tiene la supremacía sobre todo". 

               Ahora hija mía, ¿quieres tú saber quién es Ésa que todo el Cielo alaba y por quien quedan raptados? Yo Soy tu Mamá que jamás hice Mi voluntad, y el Querer Divino Me abundó tanto, que extendió cielos más bellos, soles más fúlgidos, mares de Belleza, de Amor, de Santidad, que podía dar luz a todos, Amor, Santidad a todos, y encerrar dentro de Mi Cielo todo y todos, era el obrar de la Divina Voluntad obrante en Mí lo que había obrado prodigio tan grande, era la única criatura que entraba en el Cielo porque había hecho la Divina Voluntad sobre la tierra como se hace en el Cielo, y que había formado Su Reino en Mi Alma. 

               Ahora, toda la Corte Celestial al verme quedaba maravillada, porque mirándome me encontraban Cielo, y volviéndome a ver me encontraban Sol, y no pudiendo separar su mirada, mirándome más a fondo Me veían mares y encontraban también en Mí la tierra tersísima de Mi humanidad con las más bellas flores, y raptados exclamaban: "Cómo es bella, todo ha concentrado en Ella, nada le falta, de todas las obras de Su Creador es la única completa de toda la Creación". 

               Ahora hija bendita, tú debes saber que fue la primera fiesta que se hizo en el Cielo a la Divina Voluntad que tantos prodigios había obrado en Su Criatura. Así que Mi entrada en el Cielo fue festejada por toda la Corte Celestial como aquello que puede obrar de bello, de grande en la criatura el Fiat Divino. Desde entonces no se han repetido más estas fiestas, y por eso tu Mamá ama tanto que la Divina Voluntad reine en modo absoluto en las almas, para darle campo para hacerla repetir Sus grandes prodigios y Sus fiestas maravillosas. 

El alma: 

               Mamá de Amor, Emperatriz Soberana, ¡ah! desde el Cielo donde gloriosamente reinas, voltea Tu mirada piadosa sobre la tierra y ten piedad de mí, ¡oh! cómo siento la necesidad de mi querida Mamá, siento que me falta la vida sin Ti, todo se me tambalea sin mi Mamá, por eso no me dejes a medio camino, sino continúa a guiarme hasta que todas las cosas para mí se conviertan en Voluntad de Dios, a fin de que forme en mí Su Vida y Su Reino. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme recitarás tres Glorias a la Santísima Trinidad para agradecerle, a nombre Mío, por la grande Gloria que Me dio cuando fui asunta al Cielo y Me rogarás que venga a asistirte en el punto de tu muerte

Jaculatoria: 

               Mamá Celestial, encierra mi voluntad en Tu Corazón y déjame el Sol de la Divina Voluntad en mi alma.




viernes, 30 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 30º

  

...doy Mi Vida por amor de Mis hijos 
y los nutro con Mi leche materna


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Reina: 

               Madre admirable, heme aquí de nuevo Contigo, sobre Tus rodillas maternas, para unirme Contigo en la fiesta y Triunfo de la Resurrección de Nuestro querido Jesús. Cómo es bello hoy Tu aspecto, toda amable, toda dulzura, toda alegría; me parece verte resucitada junto con Jesús. ¡Ah! Mamá Santa, en tanta alegría y triunfo no te olvides de Tu hija, encierra en mi alma el germen de la Resurrección de Jesús, para que en virtud de Ella resurja plenamente en la Divina Voluntad, y viviré siempre unida Contigo y con mi dulce Jesús. ¡Ah! Mamá Santa, haz que descienda en mí el Espíritu Santo, a fin de que queme en mí lo que no pertenece a la Divina Voluntad. 

Lección de la Reina del Cielo: 

               Hija bendita de Mi materno Corazón, grande fue Mi alegría y Mi triunfo en la Resurrección de Mi Hijo; Yo Me sentí renacida y resucitada en Él, todos Mis dolores se cambiaron en alegrías y en mares de gracias, de luz, de amor, de perdón para las criaturas, y extendían Mi Maternidad sobre todos Mis hijos, dados a Mí por Jesús con el sello de Mis dolores. 

               Ahora escúchame hija querida, tú debes saber que después de la muerte de Mi Hijo, Me retiré al Cenáculo junto con el amado Juan y Magdalena. Pero Mi Corazón quedaba traspasado porque sólo Juan estaba a Mi lado, y en Mi dolor decía: "Y los otros apóstoles, ¿dónde están?". Pero en cuanto éstos oyeron que Jesús había muerto, tocados por gracias especiales, todos conmovidos y llorando, uno a uno los fugitivos se pusieron en torno a Mí, haciéndome corona, y con lágrimas y suspiros Me pedían perdón de que tan vilmente lo habían abandonado y huido de su Maestro. Yo los acogí maternalmente en el Arca de refugio y de salvación de Mi Corazón, y les aseguré a todos el perdón de Mi Hijo, los alenté a no temer, les dije que su suerte estaba en Mis manos, porque a todos me los había dado por hijos, y Yo como a tales los reconocía. 

               Hija bendita, tú sabes que Yo estuve presente en la Resurrección de Mi Hijo, pero no hice mención a ninguno, esperando que Jesús mismo manifestara que había resucitado glorioso y triunfante. La primera que lo vio resucitado fue la afortunada Magdalena, después las piadosas mujeres, y todos venían a Mí diciéndome que habían visto a Jesús Resucitado, que el sepulcro estaba vacío, y Yo escuchaba a todos y con aire de triunfo confirmaba a todos en la Fe de la Resurrección. Para la noche ya casi todos los Apóstoles lo habían visto, y todos se sentían como triunfantes por haber sido Apóstoles de Jesús. Qué cambio de escena, hija querida, símbolo de quien se ha hecho dominar primero por la voluntad humana, que representa a los Apóstoles que huyen, que abandonan a su Maestro, y es tanto el temor y el pavor que se esconden, y Pedro llega hasta a negarlo. ¡Oh! si estuvieran dominados por la Divina Voluntad jamás habrían huido de su Maestro, sino que valerosos y como triunfadores no se habrían separado jamás de Su lado, y se sentirían honrados de dar la vida por defenderlo. 

               Ahora hija querida, mi amado Hijo Jesús se quedó resucitado sobre la tierra cuarenta días. Rápidamente se aparecía a los Apóstoles y Discípulos para confirmarlos en la Fe y certeza de Su Resurrección, y cuando no estaba con los Apóstoles se estaba junto con Su Mamá en el Cenáculo, circundado de las almas salidas del Limbo. Pero en cuanto terminó el periodo de los cuarenta días, el amado Jesús enseñó a los Apóstoles y dejando a Su Mamá como guía y Maestra, nos prometió la Venida del Espíritu Santo, y bendiciéndonos a todos partió emprendiendo el vuelo al Cielo junto con aquella gran turba de gente salida del Limbo. Tu Mamá lo siguió al Cielo y asistió a la gran Fiesta de la Ascensión, mucho más que para Mí no era extraña la Patria Celestial, y además sin Mí no habría sido completa la Fiesta de Mi Hijo ascendido al Cielo. 

                Ahora escúchame hija Mía, Nuestro sumo Bien Jesús ha partido al Cielo, y está ante Su Padre Celestial para abogar por Sus hijos y hermanos dejados sobre la tierra. Él, desde la Patria Celestial ve a todos, no se le escapa ninguno, y es tanto Su Amor que deja a Su Mamá todavía sobre la tierra para consuelo, ayuda, enseñanza y compañía de Sus hijos y Míos. Tú debes saber que en cuanto Mi Hijo partió para el Cielo, Yo continué estando junto con los Apóstoles en el Cenáculo, esperando al Espíritu Santo. Todos estrechados a Mí rogábamos juntos, no hacían nada sin Mi consejo, y cuando Yo tomaba la palabra para instruirlos, o decir alguna anécdota de Mi Hijo que ellos no conocían, como por ejemplo, los detalles de Su Nacimiento, Sus lágrimas infantiles, Sus gestos amorosos, los incidentes sucedidos en Egipto, las tantas maravillas de Su Vida oculta en Nazaret, ¡oh! cómo estaban atentos a escucharme, quedaban raptados al escuchar las tantas sorpresas, las tantas enseñanzas que Me daba, y que debían servir para ellos, porque Mi Hijo poco o nada habló de Sí mismo con los Apóstoles, reservándome a Mí el trabajo de hacerles conocer cuánto los había amado y las particularidades que sólo Su Mamá conocía. 

               Así que Yo estaba en medio a Mis Apóstoles más que el sol del día, y fui el Áncora, el Timón, la Barca donde encontraron el refugio para estar seguros y defendidos de todo peligro. Por eso puedo decir que di a luz la Iglesia naciente sobre Mis rodillas maternas, y Mis brazos fueron la barca que la guio a puerto seguro, y la guío hasta ahora. 

               Entonces llegó el tiempo en que descendió el Espíritu Santo, prometido por Mi Hijo, en el Cenáculo. Qué transformación hija Mía, en cuanto fueron investidos adquirieron nueva ciencia, fuerza invencible, amor ardiente, una nueva vida corría en ellos que los hacía intrépidos y valerosos, de modo que se esparcieron en todo el mundo para hacer conocer la Redención, y dar la vida por su Maestro, y Yo quedé con el amado Juan y fui obligada a salir de Jerusalén, porque comenzó la tempestad de la persecución. 

               Hija mía queridísima, tú debes saber que Yo continúo todavía Mi magisterio en la Iglesia, no hay cosa que de Mí no descienda, puedo decir que doy Mi Vida por amor de Mis hijos y los nutro con Mi leche materna. Ahora, en estos tiempos quiero mostrar un amor más especial, haciendo conocer cómo toda Mi Vida fue formada en el Reino de la Divina Voluntad, por eso te llamo sobre Mis rodillas, entre Mis brazos maternos, para que sirviéndote de barca puedas estar segura de vivir en el Mar de la Divina Voluntad. Gracia más grande no podría hacerte. 

               ¡Ah! te ruego, contenta a tu Mamá, ven a vivir en este Reino tan Santo y cuando veas que tu voluntad quiera tener algún acto de vida, ven a refugiarte en la segura barca de Mis brazos, diciéndome: "Mamá mía, mi voluntad me quiere traicionar y yo te la entrego a Ti, a fin de que pongas en su lugar a la Divina Voluntad". ¡Oh! cómo sería feliz si puedo decir: "Mi hija es toda Mía porque vive de Voluntad Divina". Y Yo haré descender al Espíritu Santo en tu alma, a fin de que consuma lo que es humano, y con Su soplo refrescante impere sobre ti y te confirme en la Divina Voluntad. 

               Ahora una palabrita para ti hija queridísima. Todo lo que has escuchado y admirado no ha sido otra cosa que el Poder del Querer Divino obrante en Mí y en Mi Hijo, por eso amo tanto encerrar en ti la Vida de la Divina Voluntad y vida obrante, porque todos la tienen, pero la mayor parte la tienen sofocada y para hacerse servir, y mientras que podría obrar prodigios de Santidad, de Gracia, y obras dignas de Su Potencia, está obligada por las criaturas a estarse con las manos cruzadas sin poder desarrollar Su Poder. Por eso sé atenta, y haz que el Cielo de la Divina Voluntad se extienda en ti y obre con Su Poder lo que quiera y como quiera. 

El alma: 

               Mamá Santísima, Tus bellas lecciones me raptan, y ¡oh! cómo quisiera y suspiro la Vida obrante de la Divina Voluntad en mi alma. Quiero ser también yo inseparable de mi Jesús y de Ti, Mamá mía; pero para estar segura de esto, Tú debes tomar el empeño de tener mi voluntad encerrada en Tu materno Corazón, y a pesar de que veas que me cuesta mucho, no me la debes dar jamás. Sólo así podré estar segura, de otra manera serán siempre palabras, pero los hechos no los haré jamás. Por eso Tu hija se encomienda a Ti y de Ti todo espera, fortalece mi debilidad, pon en fuga mis temores, y yo, abandonándome en Tus brazos estaré segura de vivir toda de Divina Voluntad. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme harás tres genuflexiones en el acto que Mi Hijo ascendió al Cielo, y le rogarás que te haga ascender en la Divina Voluntad, y recitarás siete Gloria en honor del Espíritu Santo, rogándome que se renueven Sus prodigios sobre toda la Santa Iglesia

Jaculatoria: 

               Mamá mía, con Tu Poder triunfa en mi alma, y hazme renacer en la Voluntad de Dios, para que me consuma y queme todo lo que no es Voluntad de Dios.



jueves, 29 de mayo de 2025

LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD. DÍA 29º

  

Nos ofrecíamos a sufrir, porque estando 
en Nosotros la Divina Voluntad ninguno se 
podía imponer sobre Ella ni sobre Nosotros


               Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo. 

               Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937. 

               Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre. 

               Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...




Reza ahora, despacio y con devoción,
 tres Avemarías a Nuestra Santa Madre...


El alma a su Madre Reina: 

               Mamá traspasada, Tu pequeña hija, sabiéndote sola sin el amado Bien Jesús, quiere estarse estrechada a Ti para hacerte compañía en Tu amarguísima desolación. Sin Jesús todas las cosas se cambian en dolor para Ti. El recuerdo de Sus penas desgarradoras, el dulce sonido de Su voz que todavía resuena en Tu oído, la fascinante mirada del querido Jesús, ahora dulce, ahora triste, ahora llena de lágrimas, pero que siempre Te raptaban Tu materno Corazón, y ahora no tenerlos más Contigo son espadas que traspasan, que pasan de lado a lado Tu traspasado Corazón. Mamá desolada, Tu querida hija quiere por cada pena darte un alivio, una compasión. Más bien, quisiera ser Jesús para poderte dar todo el amor, todos los consuelos, alivios y compasiones que Te habría dado el mismo Jesús en este Tu estado de amarga desolación. El dulce Jesús me ha dado a Ti como hija, por eso ponme en Su puesto en Tu materno Corazón, y yo seré toda de mi Mamá, Te enjugaré las lágrimas y Te haré siempre compañía. 

Lección de la Reina y Madre desolada: 

               Hija queridísima, gracias por tu compañía, pero si quieres que tu compañía Me sea dulce y querida y portadora de alivio a Mi traspasado Corazón, quiero encontrar en ti la Voluntad Divina obrante, dominante y que no ceda a tu voluntad ni siquiera un respiro de vida. Entonces sí, te cambiaré con Mi Hijo Jesús, porque estando Su Voluntad en ti, en Ella sentiré a Jesús en tu corazón, y ¡oh! cómo seré feliz de encontrar en ti el primer fruto de Sus penas y de Su muerte. Si encuentro en Mi hija a mi amado Jesús, Mis penas se cambiarán en alegrías y Mis dolores en conquistas. 

               Ahora escúchame hija de Mis dolores. En cuanto Mi querido Hijo expiró, bajó al Limbo como Triunfador y portador de Gloria y de Felicidad, en aquella cárcel donde se encontraban todos los Patriarcas y Profetas, el primer padre Adán, el querido San José y Mis Santos padres, y todos aquellos que en virtud de los Méritos previstos del futuro Redentor se habían salvado. Yo era inseparable de Mi Hijo, y ni siquiera la muerte Me lo podía quitar, por eso, en medio de Mis dolores lo seguí al Limbo y fui espectadora de la fiesta, de los agradecimientos que toda aquella gran turba de gente dio a Mi Hijo, porque había sufrido tanto y porque su primer paso había sido hacia ellos para beatificarlos, y llevarlos con Él a la Gloria Celestial. Así que, en cuanto murió comenzaron las conquistas, la Gloria para Jesús y para todos aquellos que lo amaban. Esto querida hija es símbolo de que en cuanto la criatura hace morir su voluntad con la unión de la Voluntad Divina, comienzan las conquistas en el orden divino, la gloria, la alegría, incluso en medio a los más grandes dolores. 

               Por tanto, en vista de que los ojos de Mi alma siguieron a Mi Hijo, jamás lo perdí de vista, tampoco en los tres días que estuvo sepultado; Yo sentía tal ansia de verlo resucitado que iba repitiendo en Mi ímpetu de amor: "Resucita gloria Mía, resucita vida Mía". Mis deseos eran ardientes, Mis suspiros de fuego, hasta hacerme sentir consumir. Ahora, en estas ansias vi que Mi querido Hijo, acompañado de aquella gran turba de gente salió del Limbo triunfante y se la llevó al sepulcro. 

                Era el amanecer del tercer día, y así como toda la naturaleza lo lloró, así ahora se alegraba tanto, que el sol anticipó su curso para estar presente en el momento en que Mi Hijo resucitaba. Pero, ¡oh! maravilla, antes de resucitar hizo ver a aquella turba de gente Su Santísima Humanidad sangrante, llagada, desfigurada, cómo había quedado reducida por amor de ellos y de todos. Todos se conmovieron y admiraron los excesos de amor y el grande portento de la Redención. 

              Ahora hija Mía, ¡oh! cómo te quisiera presente en el acto en que resucitó Mi Hijo, Él era todo majestad, Su Divinidad unida a Su Alma manaba mares de Luz y de Belleza encantadora, de llenar Cielo y tierra, y como Triunfador, haciendo uso de Su poder, ordenó a Su muerta Humanidad que recibiera de nuevo su alma y que resucitara triunfante y gloriosa a la vida inmortal. ¡Qué acto tan solemne!. Mi querido Jesús triunfaba sobre la muerte diciendo: "Muerte, tú no serás más muerte, sino vida". Con este acto de triunfo ponía el sello de que era Hombre y Dios, y con Su Resurrección confirmaba el Evangelio, los milagros, la vida de los Sacramentos y toda la vida de la Iglesia, y no sólo esto, sino que daba el triunfo sobre la voluntad humana debilitada y casi extinta en el verdadero bien, de hacer triunfar sobre ellas la Vida del Querer Divino, que debía llevar a las criaturas la plenitud de la Santidad y de todos los bienes, y al mismo tiempo arrojaba, en virtud de Su Resurrección, el germen en los cuerpos de resurgir a la Gloria imperecedera. 

               Hija mía, la Resurrección de Mi Hijo encierra todo, dice todo, confirma todo y es el acto más solemne que Él hizo por amor de las criaturas. 

               Ahora escúchame hija Mía, te quiero hablar como Mamá que ama mucho a su hija. Quiero decirte qué significa hacer la Voluntad Divina y vivir de Ella y el ejemplo te lo damos Mi Hijo y Yo. Nuestra vida estuvo rociada de penas, de pobreza, de humillaciones, hasta ver morir de penas a Mi amado Hijo, pero en todo esto corría la Voluntad Divina. Ella era la vida de Nuestras penas, y Nosotros nos sentíamos triunfantes y conquistadores, de cambiar la misma muerte en vida. Tan es así, que al ver el gran bien, voluntariamente Nos ofrecíamos a sufrir, porque estando en Nosotros la Divina Voluntad ninguno se podía imponer sobre Ella ni sobre Nosotros. El sufrir estaba en Nuestro poder y lo llamábamos como alimento y Triunfo de la Redención, para poder llevar el bien a todo el mundo entero. 

               Ahora hija querida, si tu vida, tus penas tuvieran por centro de vida la Divina Voluntad, está cierta que el dulce Jesús se servirá de ti y de tus penas para dar ayuda, luz, gracia a todo el Universo. Por eso ánimo, la Divina Voluntad sabe hacer cosas grandes donde Ella reina, y en todas las circunstancias mírate en Mí y en tu dulce Jesús y camina adelante. 

El alma: 

              Mamá Santa, si Tú me ayudas me tendrás bajo Tu manto defendida, haciéndome de celestial centinela, yo estoy segura que todas mis penas las convertiré en Voluntad de Dios, y Te seguiré paso a paso en las vías interminables del Fiat Supremo, porque sé que Tu amor fascinante de Madre, Tu potencia, vencerán mi voluntad, y la tendrás en Tu poder y me la cambiarás por la Divina Voluntad. Por eso Mamá mía, a Ti me confío y en Tus brazos me abandono. 

Florecita: 

               Hoy para honrarme dirás siete veces: "No mi voluntad, sino la Tuya se haga". Ofreciéndome Mis dolores para pedirme la gracia que tú hagas siempre la Divina Voluntad. 

Jaculatoria: 

               Mamá mía, por la Resurrección de Tu Hijo, hazme resurgir en la Voluntad de Dios.