Esta mañana, habiéndome renovado Jesús las penas de la crucifixión, se encontraba también nuestra Mamá Reina, y Jesús hablando de Ella ha dicho: “Mi propio Reino estuvo en el Corazón de Mi Madre, y esto porque Su Corazón no fue jamás ni mínimamente turbado, tanto, que en el mar inmenso de la Pasión sufrió penas inmensas, Su Corazón fue traspasado de lado a lado por la espada del dolor, pero no recibió ni un mínimo aliento de turbación. Por eso, siendo Mi Reino un Reino de Paz, pude extender en Ella Mi Reino, y sin encontrar ningún obstáculo pude libremente reinar”.
Habiendo venido Jesús más veces y viéndome toda llena de pecados le he dicho: “Señor mío Jesús, me siento toda cubierta de llagas y pecados graves; ah, Te pido, ten piedad de esta miserable”. Y Jesús: “No temas, que no hay culpas graves, y además, se debe tener horror de la culpa, pero no turbarse, porque la agitación, de donde venga, jamás hace bien al alma”. Después ha agregado: “Hija Mía, tú eres víctima como lo Soy Yo, haz que todas tus obras resplandezcan con Mis mismas intenciones, puras y santas, a fin de que encontrando en ti Mi misma imagen pueda libremente derramar el influjo de Mis gracias, y adornada así podré ofrecerte como víctima perfumada ante la Divina Justicia”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 4 de Julio de 1899
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