Me siento toda en el Fiat Divino, y mi adorable Jesús me hacía ver ante mi mente un mar
interminable de luz, y dentro de este mar se veían tantos otros pequeños mares, pequeños
ríos formados en el mismo mar, era bello, deleitable, encantador, el ver repetidamente
formados en el mar divino estos pequeños marecitos, cuál más pequeño, cuál más grandecito,
me parecía como cuando nosotros nos encontramos en el mar y arrojándonos en él, el agua
se abre y haciéndose cerco a nuestro alrededor, nos da el lugar para podernos estar en el
mar, de modo que se ven en él tantas personas que no son mares, porque el mar no tiene
virtud de convertirnos en agua, mientras que nuestro Dios tiene virtud de convertirnos en Su
misma Luz, pero a pesar de esto se ve que una voluntad humana ha ido a arrojarse en el Mar
Divino para tomar en Él su puesto, y según el mucho o el poco obrar forma el pequeño o el
más grande marecillo en el Mar Divino.
Ahora, mientras me deleitaba en ver una escena tan
bella y raptora, mi dulce Jesús me ha dicho: “Hija Mía, estos pequeños marecitos y ríos que tú ves en el Mar Eterno de la Majestad
Divina, son de aquellos que obran en la Voluntad Divina. El Creador da y hace lugar en Su
mismo Mar a aquellos que quieren vivir en el Fiat, los admite en Su casa y ahí hace que
formen sus propiedades, y mientras las forman, gozan de todos los bienes del Mar
interminable del Ente Supremo, el cual da amplia libertad a estos sus hijos de ensanchar sus
marecitos en su mar por cuanto más puedan. En este mar están los mares de Mi Humanidad
y los de la Soberana del Cielo, como también estarán aquellos de quienes vivan en Mi Querer,
ningún acto de ellos será hecho fuera del Mar Divino, y ésta será la más grande Gloria de Dios
y el más grande honor para los hijos de Mi Fiat Divino”.
Después de esto, estando más que nunca inmersa en el Querer Divino, estaba
ofreciendo todo mi ser y todos mis actos en Él, ¡oh! cómo habría querido que ni siquiera un
pensamiento, una palabra, un latido, huyera de la Luz del Fiat, es más, habría querido hacer
corona sobre todos los actos de las criaturas, alinearme sobre cada acto humano para investir
todo y a todos con su luz, a fin de que una fuera la palabra, uno el latido: ‘Voluntad Divina’.
Pero mientras mi mente se perdía en Ella, mi dulce Jesús haciéndose ver me ha estrechado
fuertemente entre Sus brazos, después ha puesto Su Rostro Santísimo sobre mi corazón, lo
soplaba fuerte y yo no sé decir qué cosa sentía, y luego me ha dicho: “Hija de Mi Voluntad Divina, Mi Fiat es luz, y nada puede entrar en Él, ni siquiera la
sombra o un átomo que no sea luz, las tinieblas no encuentran el camino, se extravían ante Su
luz interminable, y el alma para entrar en Mi Querer Divino debe ponerse a los reflejos de Su
luz, esto es, en cuanto quiere hacer sus actos en Mi Querer, se pone ante Sus reflejos, los
cuales tienen virtud de cambiar en luz los actos del alma, y Mi Voluntad cumple un prodigio,
invistiendo cada uno de los rayos de ella, quién los latidos, quién los pensamientos, quién las
palabras, en cada rayo suyo contiene la corona de todos los actos de la criatura, y como Mi
Fiat abraza todo y a todos, Cielo y tierra, así hace tocar a todos y da a todos, los actos de la
criatura que se hacen en Ella; si se pudiese ver por todos las maravillas del vivir y el obrar en
Mi Querer, verían la escena más bella, encantadora y raptora, y la que más hace el bien y que
lleva el beso de la Vida, de la Luz, de la Gloria”.
Después, con voz tierna y conmovedora, con un énfasis más fuerte de amor ha
agregado: “¡Oh Voluntad Divina, cómo eres potente!. Tú sola eres la transformadora de la criatura
en Dios. ¡Oh Voluntad Mía, Tú sola eres la destructora de todos los males y la productora de
todos los bienes!. ¡Oh Voluntad Mía, Tú sola posees la fuerza raptora, y quien se hace raptar
por Ti se vuelve luz, quien por Ti se hace dominar es la más afortunada del Cielo y de la tierra,
es la más amada por Dios, es aquélla que todo recibe y todo da”.
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