viernes, 23 de mayo de 2025

JESÚS BROMEA Y HABLA DEL VERDADERO DESAPEGO



                    Esta vez mi adorable Jesús quería jugar un poco; venía, hacía ver que me quería escuchar, pero mientras me ponía a hablar, como un rayo desaparecía. ¡Oh Dios, qué pena! Mientras mi corazón nadaba en esta pena amarguísima de la lejanía de Jesús y estaba casi un poco inquieto, Jesús ha regresado de nuevo diciéndome: "¿Qué hay, qué hay?. ¡Más tranquila, más calmada! Di, di, ¿qué quieres?".

                    Pero en el momento de responderle ha desaparecido. Yo hacía cuanto podía para calmarme, pero qué, después de algún tiempo mi corazón volvió a no saber darse paz sin su único y solo consuelo y quizá más que antes.

                    Jesús volviendo de nuevo me ha dicho: "Hija Mía, la dulzura tiene la virtud de hacer cambiar la naturaleza a las cosas, sabe convertir lo amargo en dulce, por eso, más dulce, más dulce".

                    Pero no me dio tiempo de decir una sola palabra. Así he pasado esta mañana.

                    Después de esto me he sentido fuera de mí misma junto con Jesús. Había muchas personas, quien ambicionaba las riquezas, quien el honor, quien la gloria y quien hasta la santidad, y tantas otras cosas, pero no por Dios, sino para ser tomadas en cuenta como algo grande por las demás criaturas. Jesús dirigiéndose a ellas, moviendo la cabeza les dijo:"Qué tontos sois, os estáis formando la red para enredaros".

                    Después, dirigiéndose a mí me ha dicho: "Hija Mía, por eso la primera cosa que tanto recomiendo es el desapego de todas las cosas y hasta de sí mismo, y cuando el alma se ha despegado de todo, no tiene necesidad de hacerse fuerza para estar lejos de todas las cosas de la tierra, que por ellas mismas se ponen a su alrededor, pero viendo que no son tomadas en cuenta, más bien despreciadas, dándole un adiós se despiden para no darle más molestia".


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 23 de Mayo de 1899



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