viernes, 29 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DECIMOTERCERA HORA: Jesús en la prisión

  

"...el alma, a cada pensamiento de Mi Pasión, 
a cada condolencia, a cada  reparación, que hace, 
no hace otra cosa que tomar luz de Mi Humanidad 
y embellecerse a Mi semejanza, así que un 
pensamiento de más de mi Pasión, será una luz 
de más que le llevará un gozo eterno." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 13 de Octubre de 1916


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 5 A LAS 6 DE LA MAÑANA 

DECIMOTERCERA HORA 

Jesús en la prisión 


               Prisionero Jesús mío, me despierto y no te encuentro; el corazón me late fuerte y delira de amor. Dime ¿dónde estás?. Ángel mío, llévame a casa de Caifás... Pero por más que busco, recorro e indago por todas partes, no te encuentro... Pronto, amor mío, mueve con Tus manos las cadenas con que tienes atado mi corazón al Tuyo y atráeme hacia Ti para que, atraída por Ti, pueda emprender el vuelo para ir a arrojarme en Tus brazos. 

               Amor mío, ya siento que me atraes, herido por mi voz y queriendo mi compañía... Pero veo que te ha puesto en la cárcel...Y mi corazón, mientras exulta de gozo por encontrarte, me lo siento herido de dolor al ver a qué estado te han reducido. Te veo con las manos atrás atadas a una columna, con los pies inmovilizados y atados, con Tu Santísimo Rostro golpeado, hinchado y ensangrentado por las bárbaras bofetadas recibidas...Tus ojos santísimos están lívidos, con la mirada cansada y apagada por la vigilia; Tus cabellos todos en desorden; Tu Santísima Persona toda golpeada, y hay que agregar que no te puedes valer por Ti solo para ayudarte y limpiarte, porque estás atado. Y yo, oh Jesús mío, llorando y abrazándome a Tus pies exclamo: ¡Ay, cómo te han dejado, oh Jesús! 

               Y Jesús, mirándome, me responde: "Ven, oh hija, y pon atención a todo lo que ves que hago Yo, para que lo hagas tú junto Conmigo y pueda Yo así continuar mi vida en ti". Y veo con asombro que en vez de ocuparte de Tus penas, con un amor indecible quieres ocuparte en glorificar al Padre para darle satisfacción por todo lo que nosotros estamos obligados a hacer, y llama en torno a Ti a todas las almas para tomar sobre Ti todos sus males y darles todos Tus bienes...Y como ya hemos llegado al alba del nuevo día, oigo Tu Voz dulcísima que dice: "Padre Santo, te doy las gracias por todo lo que he sufrido y por lo que me queda por sufrir. Y así como esta aurora llama al día y el día hace surgir el sol, quiero que así la aurora de la gracia despunte en todos los corazones, y haciéndose día, Yo, Sol Divino, surja en todos los corazones y reine en todos. Mira, oh Padre, a todas las almas, pues Yo quiero responderte por todas ellas, por sus pensamientos, por sus palabras, por sus obras, por sus pasos, etc... a costa de Mi Sangre y de Mi Muerte".

               Jesús mío, amor sin límites, me uno a ti y también yo te agradezco por cuanto me has hecho sufrir y por lo que me quede por sufrir, y te suplico que hagas surgir en todos los corazones la aurora de la gracia para que Tú, Sol Divino, puedas resurgir en todos los corazones y reinar en todos. 

               Pero veo que Tú, dulce Jesús mío, también reparas por todas las primicias de los pensamientos, de los afectos y de las palabras que desde el principio del día no son ofrecidos a Ti para darte honor, y reúnes en Ti como si fueran uno solo, los pensamientos, los afectos y las palabras de las criaturas, para dar al Padre la Reparación y la Gloria que ellas le deben. Jesús mío, Maestro Divino, ya que disponemos en esta prisión de una hora libre y estamos solos, quiero hacer no sólo lo que haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos y fundirme toda en Ti. Por tanto, me acerco a Tu Santísima Cabeza y reordenándote los cabellos quiero repararte por tantas mentes ofuscadas y llenas de tierra, que no tienen ni siquiera un pensamiento para Ti; y fundiéndome en Tu mente quiero reunir en Ti todos los pensamientos de las criaturas y fundirlos en Tus pensamientos para hallar suficiente reparación por todos los malos pensamientos y por tantas luces y santas inspiraciones sofocadas... quiero hacer de todos los pensamientos uno solo con los Tuyos para darte la verdadera Reparación y perfecta Gloria. 

               Afligido Jesús mío, beso Tus ojos cargados de lágrimas y de tristeza. Y como tienes las manos atadas a la columna no puedes secártelos ni limpiarte los salivazos con que te han ensuciado, y como es insoportable la postura en que te han atado, no puedes cerrar los ojos cansados para reposar un poco...y yo quiero enjugarte los ojos y suplicarte  perdón, dándote reparación por todas las veces que no hemos tenido la intención de agradarte y de mirarte para ver qué querías de nosotros, que debíamos de hacer y a dónde querías que fuésemos; y en Tus ojos quiero fundir los míos y los de todas las criaturas, para poder reparar con Tus mismos ojos todo el mal que hemos hecho con la vista. 

               Piadoso Jesús mío, beso Tus oídos santísimos para repararte por los insultos de toda la noche, y mucho más todavía por el eco que resuena en tus oídos por todas las ofensas de las criaturas... y te pido perdón y te reparo por todas las veces que nos has llamado y hemos sido sordos, fingiendo no escucharte, y Tú, cansado bien mío, has repetido Tu llamada, pero en vano... Quiero fundir en Tus oídos los míos y los de todas las criaturas para darte una continua reparación completa. 

               Enamorado Jesús, beso Tu Rostro Santísimo, todo lívido e hinchado por los golpes... y te pido perdón y te reparo por cuantas veces nos has llamado a ser víctimas de reparación, y nosotros, uniéndonos a Tus enemigos, te hemos dado bofetadas y salivazos... Jesús mío, quiero fundir mi rostro en el Tuyo, para restituirte Tu hermosura natural y darte entera reparación por todos los desprecios hechos a Tu adorable Majestad. 

               Amargado Bien mío, beso Tu dulcísima boca, dolorida por los golpes y abrasada por el amor... y quiero en Tu lengua fundir la mía y la de todas las criaturas, para reparar con Tu misma lengua por todos los pecados y las conversaciones malas que se tienen. Quiero, sediento Jesús mío, hacer de todas las voces una sola con la Tuya, para hacer que cuando las criaturas estén a punto de ofenderte, Tu voz, corriendo en las voces de ellas, sofoque esas voces de pecado y las cambien en voces de alabanza y de amor. 

               Enamorado Jesús, beso Tu cuello oprimido por esas pesadas cadenas y cuerdas, que yéndote desde el pecho hasta detrás de los hombros y sujetándote los brazos te tienen fuertemente atado a la columna. Tus manos ya están hinchadas y amoratadas por la estrechez de las ataduras, tanto que de ellas brota sangre... Ah, Jesús encadenado, permíteme que te desate; y si gustas ser atado, te ato con las cadenas del amor, que siendo dulces te aliviarán en vez de hacerte sufrir... 

               Y mientras te desato, quiero fundirme en Tu cuello, en Tu pecho, en Tus hombros, en Tus manos y en Tus pies para poder reparar Contigo por todos los apegos y llevar a todas las almas las cadenas de Tu Amor, para reparar por todas las frialdades y llenar los pechos de todas las criaturas con Tu fuego, porque veo que es tanto el que Tú tienes que no puedes contenerlo; para reparar por todos los placeres ilícitos y el amor a las comodidades, y dar a todos el espíritu de sacrificio y el amor al sufrimiento...

               Quiero fundirme en Tus manos para reparar por todas las malas obras y por el bien hecho malamente y con presunción, y dar a todos el perfume de Tus obras. Y fundiéndome en Tus pies, encierro todos los pasos de las criaturas para repararte y dar tus pasos a todos para hacerlos caminar santamente. 

               Y ahora, dulce Vida mía, permíteme que, fundiéndome en Tu Corazón, encierre todos los afectos, los latidos, los deseos, para repararlos Contigo y dar Tus afectos, Tus latidos y Tus deseos a todos, para que ninguno vuelva a ofenderte. Pero oigo ya que en mis oídos resuena el chirrido de la llave... Son Tus enemigos que vienen a llevarte... ¡Jesús, me siento estremecer! ¡Me siento helar la sangre porque Tú estarás de nuevo en manos y a merced de ellos! ¿Qué va a ser de Ti? Pero me parece oír también el ruido de las llaves de los Sagrarios... Cuántas manos profanadoras vienen a abrirlos y tal vez a hacerte descender a corazones sacrílegos. En cuántas manos indignas te ves forzado a encontrarte... 

               Prisionero Jesús mío, quiero encontrarme en todas Tus cárceles de amor para ser espectadora cuando Tus Ministros te sacan... y hacerte compañía y repararte por las ofensas que recibes... Pero veo que Tus enemigos ya llegan, y Tú saludas al naciente sol, al último de Tus días, y ellos, al desatarte, viéndote lleno de majestad y que los miras con tanto amor, en pago descargan sobre Tu Rostro bofetadas tan fuertes que lo hacen enrojecer y ensangrentar con Tu Preciosísima Sangre. Amor mío, antes que salgas de la prisión, en mi dolor te ruego que me bendigas para tener la fuerza de seguirte en todo lo demás de Tu Pasión.




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




jueves, 28 de noviembre de 2024

ROGARÉ POR LOS SACERDOTES



               ...quiero repararte por todos los sacrilegios, en particular por las Misas celebradas malamente... ¿Cuántas veces, amor mío, te ves forzado a descender del Cielo a las manos del Sacerdote, que en virtud de su potestad Te llama, y encuentras esas manos llenas de fango, que chorrean inmundicia, y Tú, aunque sientes náusea de esas manos, Te ves obligado por Tu Amor a permanecer en ellas! 

               Es más, en algunos Sacerdotes es peor, en ellos encuentras a los Sacerdotes aquellos de Tu Pasión, que con sus enormes delitos y sacrilegios renuevan el deicidio... Jesús mío, es espantoso pensarlo: otra vez Te encuentras, como en la Pasión, en esas manos indignas, como un corderito, aguardando de nuevo Tu muerte. ¡Ah Jesús, cuánto sufres! ¡Cómo quisieras una mano amorosa para librarte de esas manos sanguinarias!

               ¡Ah, cuando Te encuentres en esas manos, Te ruego que hagas que me encuentre presente también yo para darte mi reparación. Quiero cubrirte con la pureza de los Ángeles y perfumarte con sus virtudes para neutralizar el hedor de esas manos, y darte mi corazón como consuelo y refugio y mientras estés en mí, yo Te rogaré por los Sacerdotes, para que sean dignos ministros Tuyos, y así no pongan en peligro Tu Vida Sacramental. 


Extraído de la Vigésima Cuarta Hora de "Las Horas de la Pasión", 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 



lunes, 25 de noviembre de 2024

QUE TODAS ENCUENTREN ALIVIO Y LIBERACIÓN

 


               Volemos ahora hacia el Purgatorio y demos también esta Sangre a las Almas penantes, pues Ellas lloran y suplican esta Sangre para su liberación... ¿No escuchas, Mamá, sus gemidos y sus delirios de amor que las torturan, y cómo continuamente se sienten atraídas hacia el Sumo Bien? ¿Ves cómo Jesús mismo quiere purificarlas para tenerlas cuanto antes Consigo?. Él las atrae con Su Amor, y Ellas le corresponden con continuos ímpetus de amor hacia Él, pero al encontrarse en Su Presencia, no pudiendo aún sostener la pureza de la divina mirada, no pueden sino retroceder y caer de nuevo en las llamas de amor purificadoras...

               Madre mía, descendamos en esta profunda cárcel y derramando sobre Ellas esta Sangre, llevémosles la luz, mitiguemos sus delirios de amor, extingamos el fuego que las abrasa, purifiquémoslas de sus manchas, para que así, libres de toda pena, vuelen a los brazos del Sumo Bien; demos esta Sangre a las Almas más abandonadas y olvidadas, para que encuentren en Ella todos los sufragios que las criaturas le niegan; demos a todas, oh Mamá esta Sangre, no privemos a ninguna, para que en virtud de Ella todas encuentren alivio y liberación. Haz de Reina en estas regiones de llantos y de lamentos, extiende Tus manos maternas y saca de estas llamas ardientes, una por una a todas las Almas, haciéndolas emprender a todas el vuelo hacia el Cielo... 


Extraído de la Vigésima Cuarta Hora de "Las Horas de la Pasión", 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 



viernes, 22 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DUODÉCIMA HORA: Jesús en medio de los soldados

   

"...lo que más Me duele es ver a personas religiosas 
que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, 
de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, 
así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de 
las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar 
es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 9 de Marzo de 1930


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 4 A LAS 5 DE LA MAÑANA 

DUODÉCIMA HORA 

Jesús en medio de los soldados 


                Vida mía, Jesús dulcísimo, mientras dormía fundida en Tu Corazón, sentía muy a menudo las punzadas de las espinas que herían a Tu Corazón Sacratísimo; y queriéndome despertar Contigo para ser una que conoce todas Tus penas y que te compadece, me estrecho aún más fuerte a Tu Corazón, y sintiendo aún más vivas las punzadas me despierto. 

               Pero, ¿qué veo? ¿Qué siento? Quisiera esconderte dentro de mi corazón para ponerme yo en lugar Tuyo y recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humillaciones tan increíbles y ultrajes tan bárbaros que solo Tu Amor podría soportar... Pacientísimo Jesús mío, ¿qué podías esperar de gente tan inhumana? Ya veo que se divierten Contigo y te cubren el Rostro con densos salivazos... 

               La luz de tus hermosos ojos queda eclipsada por los salivazos, y Tú, derramando ríos de lágrimas por nuestra salvación, con ellos, de Tus ojos retiras esos salivazos. Pero aquellos malvados, no soportando su corazón ver la luz de Tus ojos, vuelven a cubrirlos de nuevo con salivazos... Otros, haciéndose más atrevidos en el mal, te abren Tu dulcísima boca y te la llenan de hediondos salivazos, de lo que hasta ellos mismos sienten asco; y como esos salivazos caen en parte, y en parte muestran la majestad de Tu Rostro y Tu sobrehumana dulzura, ellos se sienten estremecer y se avergüenzan de ellos mismos...Y para sentirse más libres te vendan los ojos con un trapo repugnante y así poder del todo desenfrenarse contra Tu adorable Persona: de manera que te golpean sin piedad, te arrastran, te pisotean bajo sus pies, vuelven a descargar los puñetazos y las bofetadas sobre Tu Rostro y en Tu Cabeza, rasguñándote, tirando de Tus cabellos y empujándote de un lado para otro... 

               Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste viéndote en tantas penas...Tú quieres que ponga atención a todo, pero yo siento que quisieras cubrirme los ojos para no ver escenas tan dolorosas que arrancan de cada pecho los corazones, pero Tu Amor me obliga a ver lo que sucede Contigo. Y veo que no abres la boca, que no dices ni una palabra para defenderte, que estás en manos de estos esbirros como un harapo, y que te pueden hacer lo que quieren; y al verlos saltar sobre Ti, temo que mueras bajo sus pies... 

               Bien mío y todo mío, inmenso es el dolor que siento por Tus penas, y quisiera gritar tan fuerte que me hiciera oír allá arriba en el Cielo para llamar al Padre, al Espíritu Santo y a los Ángeles todos, y aquí en la tierra, de un extremo a otro, para llamar a la dulce Mamá y a todas las almas que te aman, a fin de que haciendo un cerco en torno a Ti, impidamos que se acerquen esos insolentes soldados para insultarte y atormentarte...Y juntamente Contigo reparemos toda clase de pecados nocturnos, sobre todo los que cometen los sectarios sobre Tu Sacramental Persona en las horas de la noche, y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba. 

               Pero veo, oh insultado bien mío, que los soldados, ebrios y cansados, quieren descansar; y mi pobre corazón, oprimido y lacerado por tantas penas Tuyas, no quiere quedarse solo Contigo, siente la necesidad de otra compañía... 

               Ah dulce Madre mía, sé Tú mi inseparable compañía; me estrecho fuerte a Tu mano materna y te la beso. Tú fortifícame con Tu bendición. Y Jesús, abrazándonos juntas, nos hace apoyar nuestra cabeza sobre Su dolorido Corazón para consolarlo. Oh Jesús, junto con nuestra Mamá te beso y te bendigo y en unión con Ella tomaremos el sueño del amor sobre Tu adorable Corazón.




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




martes, 19 de noviembre de 2024

QUE DE TU VOLUNTAD Y DE LA MÍA SE FORME UNA SOLA



               …recibía otras luces sobre la aniquilación de mí misma y me decía: "Tú no eres otra cosa que una sombra, que mientras quieres tomarla te huye, tú eres nada"

               Yo me sentía tan aniquilada que habría querido esconderme en los más profundos abismos, pero me veía imposibilitada para hacerlo, sentía tal vergüenza que quedaba muda. Mientras estaba en este reconocimiento de mi nada, Él me decía: "Ponte junto a Mí, apóyate en Mi brazo, Yo te sostendré con Mis manos y tú recibirás fuerza. Tú estás ciega, pero Mi luz te servirá de guía. Mira, Me pondré delante y tú no harás otra cosa que mirarme para imitarme".

               Después me decía: "La primera cosa que quiero que mortifiques es tu voluntad, aquel "yo" se debe destruir en ti, quiero que la tengas sacrificada como víctima ante Mí para hacer que de tu voluntad y de la Mía se forme una sola. ¿No estás contenta?".

               "Sí Señor, pero dame la Gracia, porque veo que por mí nada puedo". Y Él continuaba diciéndome: "Sí, Yo mismo te contradiré en todo, y a veces por medio de las criaturas". Y sucedía así, por ejemplo: si en la mañana me despertaba y no me levantaba en seguida, la voz interna me decía: "Tú descansas, y Yo no tuve otro lecho que la Cruz, pronto, pronto, no tanta satisfacción".

                Si caminaba y mi vista se iba un poco lejos, pronto me reprendía: "No quiero, tu vista no la alejes de ti más allá que la distancia de un paso a otro, para hacer que no tropieces".

               Si me encontraba en el campo y veía flores, árboles, me decía: "Yo todo lo he creado por amor tuyo, tú priva a tu vista de este contento por amor Mío".

               Aun en las cosas más inocentes y santas, como por ejemplo los ornamentos de los altares, las procesiones, me decía: "No debes tomar otro placer que en Mí solo".

               Si mientras trabajaba estaba sentada, me decía: "Estás demasiado cómoda, ¿no te acuerdas que Mi Vida fue un continuo penar? ¿Y tú? ¿Y tú?". 

               Enseguida, para contentarlo me sentaba en la mitad de la silla y la otra mitad la dejaba vacía, y algunas veces en broma le decía: "Mira, oh Señor, la mitad de la silla está vacía, ven a sentarte junto a mí". Alguna vez me parecía que me contentaba, y sentía tanto gusto que yo misma no sé decirlo.

               Algunas veces que estaba trabajando con lentitud y desganada me decía: "Pronto, apúrate, que el tiempo que ganarás apurándote vendrás a pasarlo junto Conmigo en la oración".


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, "Libro de Cielo",Volumen 1




viernes, 15 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. UNDÉCIMA HORA: Jesús en casa de Caifás

   

"...Estas Horas son el orden del Universo, y ponen 
en armonía el Cielo y la tierra y Me disuaden de 
no destruir al  mundo; siento poner en circulación 
Mi Sangre, Mis Llagas, Mi Amor y todo lo que 
Yo hice, y corren sobre todos para salvar a todos. 
Y conforme las almas hacen estas Horas de la Pasión, 
Me siento poner en camino Mi Sangre, Mis Llagas, 
Mis ansias de salvar las almas, y Me siento repetir 
Mi Vida. ¿Cómo pueden obtener las criaturas algún 
bien si no es por medio de estas Horas?


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 12 de Julio de 1918


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 3 A LAS 4 DE LA MADRUGADA 

UNDÉCIMA HORA 

Jesús en casa de Caifás

                Afligido y abandonado Bien mío, mientras mi débil naturaleza duerme en Tu dolorido Corazón Divino, yo, entre la vigilia y el sueño siento los golpes que te dan y despertándome te digo: ¡Pobre Jesús mío... abandonado por todos, sin nadie que te defienda!. Pero desde dentro de Tu Corazón yo te ofrezco mi vida para servirte de apoyo en el momento en que te hacen tropezar...; y me adormezco de nuevo. Pero otra sacudida de amor de Tu Corazón Divino me despierta, y me siento ensordecer por los insultos que te hacen, por las voces, por los gritos, por el correr de la gente... Amor mío, ¿cómo es que están todos contra Ti? ¿Qué has hecho que como tantos lobos feroces te quieren despedazar? Siento que la sangre se me hiela al oír los preparativos de Tus enemigos; tiemblo y estoy triste pensando qué podré hacer para defenderte.

               Pero mi afligido Jesús teniéndome en Su Corazón, me estrecha más fuerte y me dice: "Hija Mía, no he hecho nada de mal... Oh, el delito del amor contiene todos los sacrificios, el amor de precio ilimitado... Aún estamos al principio; mantente en Mi Corazón, observa todo, ámame, calla y aprende. Haz que tu sangre helada corra en Mis venas para dar descanso a Mi Sangre, que es toda llamas. Haz que tu temblor esté en Mis miembros para que fundida tú Conmigo, puedas estar firme y calentarte, para que sientas parte de Mis penas y al mismo tiempo adquieras fuerza al verme tanto sufrir. Esta será la más hermosa defensa que me hagas; sé fiel y atenta". 

               Dulce Amor mío, el escándalo de Tus enemigos es tal y tan grande que no me permite dormir más; los golpes se hacen cada vez más violentos... Oigo el rumor de las cadenas con las que te han atado tan fuertemente que te hacen sangrar por las muñecas, y vas dejando las huellas de Tu Sangre en aquellas calles. Recuerda que mi sangre está en la Tuya, y al derramarla, mi sangre te la besa, la adora y la repara; y mientras te arrastran y el ambiente ensordece por los gritos y los silbidos, haz que mi sangre sea luz para aquellos que de noche te ofenden, y un imán que atraiga a todos los corazones en torno a Ti, amor mío y todo mío. 

              Ya llegas ante Caifás, y te muestras todo mansedumbre, modestia, humildad... Tu dulzura y Tu paciencia es tanta como para aterrorizar a Tus mismos enemigos, y Caifás, todo una furia, quisiera devorarte... ¡Ah, que bien se distingue a la inocencia y al pecado! Amor mío, Tú estás ante Caifás como el más culpable, como quien va a ser condenado. Caifás pregunta a los testigos cuáles son Tus delitos. ¡Ah, mejor hubiera hecho preguntando cuál es Tu Amor! 

               Y hay quien te acusa de una cosa y quien, de otra, diciendo necedades y contradiciéndose ente ellos; y mientras ellos te acusan, los esbirros que están junto a Ti te tiran de los cabellos, descargan sobre Tu Rostro Santísimo horribles bofetadas que resuenan en toda la sala, te tuercen los labios, te golpean..., y Tú callas, sufres y, si los miras, la luz de Tus ojos desciende a sus corazones, y ellos no pudiendo sostener Tu mirada se alejan de Ti pero otros intervienen para hacerte sufrir más... Pero entre tantas acusaciones y ultrajes veo que aguzas el oído y que el Corazón te late con mayor violencia, como si fuese a estallar por el dolor... Dime, afligido Bien mío, ¿qué sucede ahora?. Porque veo que todo eso que te están haciendo Tus enemigos, es tan grande Tu Amor que con ansia lo esperas y lo ofreces por nuestra salvación; y Tu Corazón repara con toda calma las calumnias, los odios, los falsos testimonios, el mal que se hace a los inocentes con premeditación, y reparas por aquellos que te ofenden por instigación de sus jefes, y por las ofensas de los eclesiásticos... 

               Pero ahora, mientras en unión Contigo sigo Tus mismas reparaciones, siento en Ti un cambio, un nuevo dolor no sentido nunca hasta ahora. Dime, dime, ¿qué pasa? Hazme partícipe en todo, oh Jesús. 

               "Hija, ¿quieres saberlo? Oigo hasta aquí la voz de Pedro que dice no conocerme, y ha jurado y ha perjurado por tercera vez, que no me conoce... ¡Oh Pedro! ¿Cómo?  ¿No me conoces? ¿No recuerdas con cuántos bienes te he colmado? ¡Oh, si los demás me hacen morir de penas, tú me haces morir de dolor! ¡Oh, cuánto mal has hecho al seguirme desde lejos y exponiéndote después a la ocasión!". 

               Negado Bien mío, cómo se conocen inmediatamente las ofensas de los Tuyos más queridos. Oh Jesús, quiero hacer correr mis latidos en los Tuyos más queridos para mitigar el dolor atroz que sufres, y mi palpitar en el Tuyo te jura fidelidad y amor; y yo con él, mil y mil veces repito y juro que te conozco... 

               Pero Tu Amor no se calma todavía y tratas de mirar a Pedro. A Tus miradas amorosas, llenas de lágrimas por su negación, Pedro se enternece, llora y se retira de allí; y Tú, habiéndolo puesto a salvo te clamas y reparas las ofensas de los Papas y de los Jefes de la Iglesia, sobre todo de aquellos que se exponen a las ocasiones. Pero Tus enemigos continúan acusándote, y viendo Caifás que nada respondes a sus acusaciones, te dice: "Te conjuro por el Dios vivo: dime, ¿eres Tú verdaderamente el Hijo de Dios?". Y Tú, Amor mío, teniendo siempre en Tus labios palabras de Verdad, con una actitud de majestad suprema y con voz sonora y suave, ante lo cual quedan todos asombrados y los mismos demonios se hunden en el abismo, respondes: "Tú lo has dicho: ¡Sí, Yo Soy el verdadero Hijo de Dios! Y un día vendré en las nubes del Cielo para juzgar a todas las naciones".

               Ante Tus palabras, todos quedan en silencio, sintiendo escalofríos de espanto... Pero Caifás, después de algunos instantes de espanto, reaccionando furibundamente, más que una bestia feroz, dice a todos: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? ¡Ha dicho una inmensa blasfemia! ¿Qué esperamos para condenarlo? ¡Ya es reo de muerte!". Y para dar mayor fuerza a sus palabras se rasga las vestiduras, con tanta rabia y furor, que todos, como si fuesen uno solo, se lanzan contra Ti, Bien mío; y hay quien te da puñetazos en la cabeza, quien te tira por los cabellos, quien te da bofetadas; unos te escupen en la cara, otros te pisotean con los pies. Los tormentos que te dan son tales y tantos que la tierra tiembla y los cielos quedan sacudidos... 

              Amor mío y Vida mía, al ver que tanto te atormentan, mi pobre corazón queda lacerado por el dolor. Ah, permíteme que salga de Tu dolorido Corazón, y que yo en Tu lugar afronte todos estos ultrajes. Ah, si me fuese posible, quisiera arrebatarte de entre las manos de Tus enemigos, pero Tú no quieres, porque esto lo exige la salvación de todos. Y yo me veo obligada a resignarme. Pero, dulce Amor mío, déjame que al menos te limpie, que te arregle los cabellos, que te quite los salivazos, que te limpie y te seque la Sangre, y que me encierre en Ti. 




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




martes, 12 de noviembre de 2024

ESE ROSTRO TAN DESFIGURADO POR AMOR A MÍ

 


               Mamá Dolorosa, no me dejes sola, llévame Contigo; pero antes deposítame toda en Jesús, vacíame de todo para poner a Jesús por entero en mí, así como lo has puesto en Ti... 

               Comienza a cumplir conmigo el oficio de Madre que Te dio Jesús estando en la Cruz, y abriendo mi pobreza extrema una brecha en Tu Corazón materno, enciérrame toda por completo en Jesús con Tus mismas manos maternas. Encierra los pensamientos de Jesús en mi mente, a fin de que no entre en mí ningún otro pensamiento. Encierra los ojos de Jesús en los míos para que nunca pueda escapar yo a Su mirada. Pon sus oídos en los míos para que siempre lo escuche y cumpla en todo Su Santísimo Querer... 

               Su Rostro ponlo en el mío a fin de que contemplando ese Rostro tan desfigurado por amor a mí, lo ame, lo compadezca y repare. Pon Su lengua en la mía, para que hable, rece y enseñe con la lengua de Jesús. Pon Sus manos en las mías para que cada movimiento que yo haga y cada obra que realice, tomen vida en las obras y movimientos de Jesús. Sus pies ponlos en los míos, a fin de que cada paso que yo dé sea vida, salvación, fuerza y celo para todas las criaturas...

               Y ahora, afligida Mamá mía, permíteme que bese Su Corazón y que beba Su Preciosísima Sangre, y encerrando Tú Su Corazón en el mío, haz que pueda vivir yo de Su Amor, de Sus deseos y de Sus penas... Y ahora toma la mano derecha de Jesús, rígida ya, para que me des con ella Su última bendición...


Extraído de la Vigésima Cuarta Hora de “Las Horas de la Pasión”, 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 



viernes, 8 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DÉCIMA HORA: Jesús es presentado a Anás

  

"...el alma, a cada pensamiento de Mi Pasión, 
a cada condolencia, a cada  reparación, que hace, 
no hace otra cosa que tomar luz de Mi Humanidad 
y embellecerse a Mi semejanza, así que un 
pensamiento de más de mi Pasión, será una luz 
de más que le llevará un gozo eterno." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 13 de Octubre de 1916


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 2 A LAS 3 DE LA MADRUGADA 

DÉCIMA HORA 

Jesús es presentado a Anás 


               Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos juntas a Jesús. Jesús mío, Centinela divino. Tú, que en el corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí, me despiertas y me haces hallar Contigo en casa de Anás... Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga sobre Tu doctrina y sobre Tus Discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la Gloria del Padre, abres Tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes: "Yo he hablado en público, y todos los que aquí están Me han escuchado". A estas dignas palabras Tuyas, todos se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a Ti y con guante de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear, mientras se hace lívido Tu Rostro Santísimo.

               Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me has despertado. Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte en este momento en que estás por caer?. Tus enemigos rompen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte.

              Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier pena por Tu Amor. Te compadezco por este ultraje, y unida a Ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los Sacerdotes y por las murmuraciones. 

              Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y Tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuridad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la Fe. También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de Tus enemigos. Y Tú, sigue haciéndome de centinela mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso Tu Corazón y en Él continúo mi sueño.




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




martes, 5 de noviembre de 2024

TODO MI SER PARA ALIVIARTE



               Quebrantado Jesús mío, a duras penas y todo encorvado caminas... pero veo que te detienes y tratas de mirar. Corazón mío, ¿qué pasa, qué quieres? Ah, es la Verónica que, sin temor a nada; valientemente Te enjuga con un paño el Rostro, cubierto todo de sangre. Y Tú se lo dejas estampado en señal de gratitud... 

               Generoso Jesús mío, también yo quiero enjugarte, pero no con un paño, sino que quiero presentar todo mi ser para aliviarte, quiero entrar en Tu interior y darte, oh Jesús mío, latidos por latidos, respiros por respiros, afectos por afectos, deseos por deseos... Quiero arrojarme en Tu Santísima Inteligencia, y haciendo correr todos esos latidos, respiros, afectos y deseos en la inmensidad de Tu Voluntad, quiero multiplicarlos infinitamente... 

               Quiero, oh Jesús mío, formar olas de latidos para hacer que ningún otro latido malo repercuta en Tu Corazón, y así poderte aliviar todas Tus amarguras íntimas; quiero formar olas de afectos y de deseos para alejar todos los afectos y deseos malos que pudieran entristecer en lo más mínimo a Tu Corazón; y deseo así mismo formar oleadas de respiros y de pensamientos que pongan en fuga cualquier respiro y pensamiento que pudiesen desagradarte en lo más mínimo... 

                Estaré bien atenta, oh Jesús, para que nada más Te aflija y añada otras amarguras a Tus penas internas... Oh Jesús mío, haz que todo mi interior nade en la inmensidad del Tuyo; así podré encontrar amor suficiente y voluntad capaz de hacer que no entre en Tu interior un amor malo ni una voluntad que pudieran desagradarte.


Extraído de la Décimo Octava Hora de “Las Horas de la Pasión”, 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 






viernes, 1 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. NOVENA HORA: Jesús, atado, es hecho caer en el torrente Cedrón

   

"...lo que más Me duele es ver a personas religiosas 
que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, 
de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, 
así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de 
las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar 
es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 9 de Marzo de 1930


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LA 1 A LAS 2 DE LA MADRUGADA 

NOVENA HORA 

Jesús, atado, es hecho caer 
en el torrente Cedrón
 


               Amado Bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigilia y el sueño. ¿Cómo puedo abandonarme del todo al sueño si veo que todos te dejan y huyen de ti? Los mismos Apóstoles, el ferviente Pedro, que hace poco dijo que quería dar su vida por ti..., el discípulo predilecto que con tanto amor has hecho reposar sobre Tu Corazón, ah, todos te abandonan y te dejan a merced de tus crueles enemigos... Jesús mío, estás solo, y tus purísimos ojos miran a tu alrededor para ver si alguno de aquellos a quienes has hecho tanto bien, te sigue para testimoniarte su amor y para defenderte... Y al descubrir que ninguno, ninguno ha quedado fiel, el corazón se te oprime y rompes en amargo llanto, pues sientes aún más el dolor por el abandono de Tus más fieles amigos que por lo que están haciéndote tus mismos enemigos. No llores, Jesús mío, o haz que yo llore Contigo...

               Y mi amable Jesús parece que me dice: "Ah hija Mía, lloremos juntos la suerte de tantas almas consagradas a Mí y que por pequeñas pruebas o por incidentes de la vida no se ocupan de Mí y Me dejan solo. Lloremos juntos por tantas otras almas tímidas y cobardes que por falta de valor y de confianza Me abandonan; por tantos Sacerdotes que al no hallar su propio gusto en las cosas santas, en la administración de los Sacramentos, no se ocupan de Mí..; por otros que predican, que celebran la Santa Misa o que confiesan por amor al interés y a su propia gloria, y mientras parece que están a Mi alrededor, siempre Me dejan solo... Ah hija Mía. ¡Qué duro es para Mí este abandono! No solo me lloran los ojos sino que Me sangra el Corazón. Ah, te ruego que mitigues Mi acerbo dolor prometiéndome que no Me dejarás nunca más solo".

               ¡Sí, oh mi Jesús, te lo prometo, ayudada por Tu gracia y en la firmeza de Tu Voluntad Divina! Pero mientras lloras por el abandono de los Tuyos, Tus enemigos no olvidan ningún ultraje que puedan hacerte. 

               Oprimido y atado como estás, oh Bien mío, tanto que no puedes por Ti mismo dar un paso, te pisotean, te arrastran por esas calles llenas de piedras y de espinas; no hay movimiento que te hagan hacer en el que no te hagan tropezar en las piedras y herirte con las espinas... 

               Ah Jesús mío, veo que mientras te maltratan, vas dejando tras de Ti Tu Sangre Preciosa y los rubios cabellos que te arrancan de la Cabeza... Vida mía y Todo mío, permíteme que los recoja, a fin de poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aún de noche dejan de herirte; al contrario, se aprovechan de la noche para herirte aún más, unos con sus encuentros, otros con placeres, con teatros y diversiones, otros se sirven de la noche hasta para llevar a cabo robos sacrílegos... Jesús mío, me uno a Ti para reparar por todas estas ofensas que se hacen en la noche... 

              Mas, oh Jesús, ya estamos en el torrente Cedrón, y los pérfidos judíos te empujan a él, y al empujarte te hacen que te golpee contra las piedras que hay ahí, y con tanta fuerza que de Tu boca derramas Tu Preciosísima Sangre, con la cual dejas selladas aquellas piedras... Después, tirando de Ti, te arrastran bajo aquellas aguas negras, a las que te entran por los oídos, en la nariz y en la boca... Oh amor incomparable, quedas todo bañado y como cubierto por un manto por aquellas aguas negras, nauseantes y frías. Y en ese estado representas a lo vivo el estado deplorable de las criaturas cuando cometen el pecado. ¡Oh, cómo quedan cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicia que da asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas, de modo que atraen sobre ellas los rayos de la Divina Justicia! 

               Oh Vida de mi vida, ¿puede haber amor más grande? Para despojarnos de este manto de inmundicia permites que Tus enemigos te hagan caer en ese torrente, y para reparar por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te reciben sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus corazones, peores que el torrente, y que sientas toda la náusea de sus almas, permites que esas aguas penetren hasta en Tus entrañas, tanto que Tus enemigos temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte para mayores tormentos, te sacan fuera... pero causas tanta repugnancia que ellos mismos sienten asco de tocarte. 

               Mansísimo Jesús mío, ya estás fuera del torrente, y mi corazón no resiste al verte tan empapado por esta agua repugnante. Veo que por el frío tiemblas de pies a cabeza; miras a Tu alrededor buscando con los ojos, lo que no haces con la voz, uno al menos que te seque, que te limpie y te caliente... pero en vano; no hay nadie que se mueva a compasión por Ti; los tuyos te han abandonado, y la dulce Mamá está lejos porque así lo dispone el Padre... Pero aquí me tienes, Jesús, ven a mis brazos. Quiero llorar hasta formarte un baño para limpiarte y lavarte, y con mis manos reordenarte los desordenados cabellos... 

               Amor mío, quiero encerrarte en mi corazón para calentarte con el calor de mis afectos; quiero perfumarte con mis deseos insistentes; quiero reparar estas ofensas y empeñar mi vida junto con la Tuya para lavar a todas las almas; quiero ofrecerte mi corazón como lugar de reposo, para poderte reconfortar en algún forma por las penas que has sufrido hasta aquí... Después continuaremos de nuevo el camino de Tu Pasión.





Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia