Continúa haciéndose ver, pero que quiere esconderse en mí para no ver los males de las criaturas. Parecía que me encontraba fuera de mí misma, veía hombres venerables, todos consternados que hablaban de la guerra y temían fuertemente.
Después se dejaba ver la Reina Mamá, y yo: “Bella Mamá mía, ¿qué será de la guerra?”. Y Ella:
“Hija Mía, reza, ¡oh, cuántos ay! Reza, reza hija Mía”.
Yo he quedado consternada y rogaba al Buen Jesús, pero parece que no me quiere hacer caso, más bien parece que ni siquiera quiere que se hable de esto, parece que sólo quiere consuelo, y consuelo de amor; en vez de derramar amarguras derrama dulzuras, y si se Le dice: “Tú estás lleno de amarguras; ¿y en mí viertes las dulzuras?”, Jesús dice: “Hija Mía, las amarguras las puedo desahogar con todos, pero los desahogos de amor, las dulzuras, sólo las puedo verter en quien Me ama y es todo amor por Mí. ¿No sabes tú que también el Amor es necesidad en Mí, y que tengo necesidad de él más que de todo?”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 10, 26 de Octubre de 1911


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