Hoy sin hacerme esperar tanto, Jesús ha venido pronto y me ha dicho: "Tú eres Mi tabernáculo, para Mí es lo mismo estar en el Sacramento que en tu corazón, es más, en ti se encuentra otra cosa de más, que es el poderte participar Mis penas y tenerte junto Conmigo como víctima viviente ante la Divina Justicia, lo que no encuentro en el Sacramento."
Y mientras decía estas palabras se encerró dentro de mí. Estando en mí Jesús me hacía sentir ahora las pinchaduras de las espinas, ahora los dolores de la Cruz, los afanes y los sufrimientos del Corazón. En torno a Su Corazón veía un trenzado de puntas de hierro que hacía sufrir mucho a Jesús.
¡Ah, cuánta pena me daba verlo sufrir tanto, hubiera querido sufrir todo yo antes que hacer sufrir a mi dulce Jesús, y de corazón le pedía que a mí me diera las penas, a mí el sufrir. Entonces Jesús me dijo: “Hija, las ofensas que más Me traspasan el Corazón son las Misas dichas sacrílegamente y las hipocresías."
¿Quién puede decir lo que comprendí en estas dos palabras?. A mí me parece que externamente se hace ver que se ama, se alaba al Señor, pero internamente se tiene el veneno listo para matarlo; externamente se hace ver que se quiere la Gloria, el Honor de Dios, pero internamente se busca el honor, la estima propia. Todas las obras hechas con hipocresía, aun las más santas, son obras todas envenenadas que amargan el Corazón de Jesús.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 12 Abril de 1899
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