jueves, 15 de agosto de 2024

LA GLORIA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN ES INSUPERABLE



               Estaba pensando y acompañando a la Soberana Reina cuando fue asunta al Cielo, y mi dulce Jesús, moviéndose en mi interior, como ensalzando a Su Madre Celestial, me dijo: 

               "Hija Mía, la Gloria de la Mamá en el Cielo es insuperable; en las regiones celestiales ningún otro posee mares de gracia, de luz, mares de belleza y de santidad, mares de potencia, de ciencia y de amor; más aún, estos mares los posee en el mar interminable de Su Creador. Los otros habitantes de la Bienaventurada Patria poseen, cuando mucho, uno, pequeños ríos; otro, gotitas; otro, fuentecitas.

               Solo Ella es única, porque fue la única que hizo vida en el Fiat Divino, y jamás tuvo lugar en Ella el querer humano. Su vida fue toda de Voluntad Divina y en virtud de Ella concentró en Sí a todas las criaturas, concibiéndolas en Su materno Corazón y bilocando tantas veces a Su Hijo Jesús, para darlo a cada una de las criaturas que había concebido en Su virginal Corazón. 

               Por eso, Su Maternidad se extiende a todos, y todos pueden presumir y decir: “La Madre de Jesús es mi Madre, y esta Madre tan dulce, amable, amante, nos da a cada uno a Su Hijo amado, como prenda de Su amor materno.” Sólo Mi Voluntad podía darle esta virtud de concebir a todas las criaturas como hijos Suyos y de multiplicar tantas veces a Su Jesús por cuantos hijos tenía.

                Ahora, en el Cielo, la Madre Soberana, poseyendo Sus mares, no hace otra cosa que elevar olas altísimas de luz, de santidad, de amor... y descargarlas sobre el Trono del Ser Supremo, el Cual, para no dejarse vencer por el amor de Ella, de debajo los mares de la Virgen Reina, donde tiene el suyo, más extenso, más profundo, forma Sus olas más altas y las vierte sobre Ella, y Ella prepara otras, y Dios, otras, de modo que todo el Empíreo queda anegado por estas olas de luz, de belleza, de amor y similares; de manera que todos toman parte y gozan. 

                Y los Bienaventurados, viendo que ellos no pueden formar estas olas porque no poseen mares, comprenden que su Madre y Reina, si posee todo esto, es porque formó Su vida y Su santidad en la Voluntad Divina. Así que Los Santos conocen en la Virgen qué cosa significa Santidad de Voluntad Divina en la criatura, y por eso suspiran por otras criaturas que lleven estos mares a la Patria Celestial, para ver formar otras olas encantadoras y para su mayor gozo. 

               La tierra no conoce aún la Santidad en mi Voluntad, y por eso amo tanto el hacerla conocer. Pero al Cielo le es bien conocida, porque está la Reina Soberana, que sólo con verla se hace reveladora de la Santidad de Mi Fiat. 

               Así que Ella, en virtud de Él, en la tierra fue un portento de gracias para Sí y para toda la familia humana, y Es un portento de Gloria en la Patria Celestial. Y ninguna otra criatura puede considerarse similar a Ella".


Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, 
15 de Agosto de 1928. Volumen 24. Capítulo 35



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