Ahora, mientras veía a Jesús o al Sacerdote que celebraba el Divino Sacrificio, Jesús me hacía entender que en la Misa está todo el fundamento de nuestra Sacrosanta Religión. ¡Ah! Sí, la Misa nos dice todo y nos habla de todo. La Misa nos recuerda nuestra Redención, nos habla detalladamente de las penas que Jesús sufrió por nosotros, nos manifiesta también Su Amor inmenso que no estuvo contento con morir sobre la Cruz, sino que quiso continuar el estado de Víctima en la Santísima Eucaristía.
La Misa nos dice también que nuestros cuerpos deshechos, reducidos a cenizas por la muerte, resurgirán en el Día del Juicio junto con Cristo a Vida inmortal y gloriosa. Jesús me hacía comprender que la cosa más consoladora para un Cristiano y los Misterios más altos y sublimes de nuestra Santa Religión son: Jesús en el Sacramento y la resurrección de nuestros cuerpos a la gloria. Son Misterios profundos que los comprenderemos sólo más allá de las estrellas. Pero Jesús en el Sacramento nos lo hace casi tocar con la mano en varios modos: en primer lugar Su Resurrección, en segundo Su estado de aniquilamiento bajo de aquellas especies, pero también es cierto que está en ellas Vivo y Verdadero, pero consumidas esas especies Su Real Presencia no existe más; después, consagradas las especies de nuevo, Jesús adquiere nuevamente Su estado Sacramental.
Así, Jesús en el Sacramento nos recuerda la resurrección de nuestros cuerpos a la Gloria, y así como Jesús, cesando Su estado Sacramentado reside en el seno de Dios, Su Padre, así nosotros, cesando nuestra vida, nuestras almas van a hacer Su morada en el Cielo, en el Seno de Dios, y nuestros cuerpos quedan consumidos, así que se puede decir que no existen más, pero después con un prodigio de la Omnipotencia de Dios, nuestros cuerpos adquirirán nueva vida, y uniéndose con el alma irán juntos a gozar la Bienaventuranza Eterna. ¿Se puede dar cosa más consoladora para el corazón humano, que no sólo el alma, sino también el cuerpo debe complacerse en los eternos contentos?.
A mí me parece que en aquel gran día sucederá como cuando el cielo está estrellado y sale el sol, ¿qué sucede?. El sol, con su inmensa luz absorbe las estrellas y las hace desaparecer, pero las estrellas existen. El sol es Dios y todas las Almas Bienaventuradas son estrellas, Dios con Su inmensa Luz nos absorberá a todos en Sí, de modo que existiremos en Dios y nadaremos en el mar inmenso de Dios. ¡Oh, cuántas cosas nos dice Jesús en el Sacramento!. ¿Pero quién puede decirlas todas?. Ciertamente me extendería demasiado, si el Señor lo permite reservaré para otra ocasión decir alguna otra cosa.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 1
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