martes, 19 de noviembre de 2024

QUE DE TU VOLUNTAD Y DE LA MÍA SE FORME UNA SOLA



               …recibía otras luces sobre la aniquilación de mí misma y me decía: "Tú no eres otra cosa que una sombra, que mientras quieres tomarla te huye, tú eres nada"

               Yo me sentía tan aniquilada que habría querido esconderme en los más profundos abismos, pero me veía imposibilitada para hacerlo, sentía tal vergüenza que quedaba muda. Mientras estaba en este reconocimiento de mi nada, Él me decía: "Ponte junto a Mí, apóyate en Mi brazo, Yo te sostendré con Mis manos y tú recibirás fuerza. Tú estás ciega, pero Mi luz te servirá de guía. Mira, Me pondré delante y tú no harás otra cosa que mirarme para imitarme".

               Después me decía: "La primera cosa que quiero que mortifiques es tu voluntad, aquel "yo" se debe destruir en ti, quiero que la tengas sacrificada como víctima ante Mí para hacer que de tu voluntad y de la Mía se forme una sola. ¿No estás contenta?".

               "Sí Señor, pero dame la Gracia, porque veo que por mí nada puedo". Y Él continuaba diciéndome: "Sí, Yo mismo te contradiré en todo, y a veces por medio de las criaturas". Y sucedía así, por ejemplo: si en la mañana me despertaba y no me levantaba en seguida, la voz interna me decía: "Tú descansas, y Yo no tuve otro lecho que la Cruz, pronto, pronto, no tanta satisfacción".

                Si caminaba y mi vista se iba un poco lejos, pronto me reprendía: "No quiero, tu vista no la alejes de ti más allá que la distancia de un paso a otro, para hacer que no tropieces".

               Si me encontraba en el campo y veía flores, árboles, me decía: "Yo todo lo he creado por amor tuyo, tú priva a tu vista de este contento por amor Mío".

               Aun en las cosas más inocentes y santas, como por ejemplo los ornamentos de los altares, las procesiones, me decía: "No debes tomar otro placer que en Mí solo".

               Si mientras trabajaba estaba sentada, me decía: "Estás demasiado cómoda, ¿no te acuerdas que Mi Vida fue un continuo penar? ¿Y tú? ¿Y tú?". 

               Enseguida, para contentarlo me sentaba en la mitad de la silla y la otra mitad la dejaba vacía, y algunas veces en broma le decía: "Mira, oh Señor, la mitad de la silla está vacía, ven a sentarte junto a mí". Alguna vez me parecía que me contentaba, y sentía tanto gusto que yo misma no sé decirlo.

               Algunas veces que estaba trabajando con lentitud y desganada me decía: "Pronto, apúrate, que el tiempo que ganarás apurándote vendrás a pasarlo junto Conmigo en la oración".


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, "Libro de Cielo",Volumen 1




viernes, 15 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. UNDÉCIMA HORA: Jesús en casa de Caifás

   

"...Estas Horas son el orden del Universo, y ponen 
en armonía el Cielo y la tierra y Me disuaden de 
no destruir al  mundo; siento poner en circulación 
Mi Sangre, Mis Llagas, Mi Amor y todo lo que 
Yo hice, y corren sobre todos para salvar a todos. 
Y conforme las almas hacen estas Horas de la Pasión, 
Me siento poner en camino Mi Sangre, Mis Llagas, 
Mis ansias de salvar las almas, y Me siento repetir 
Mi Vida. ¿Cómo pueden obtener las criaturas algún 
bien si no es por medio de estas Horas?


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 12 de Julio de 1918


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 3 A LAS 4 DE LA MADRUGADA 

UNDÉCIMA HORA 

Jesús en casa de Caifás

                Afligido y abandonado Bien mío, mientras mi débil naturaleza duerme en Tu dolorido Corazón Divino, yo, entre la vigilia y el sueño siento los golpes que te dan y despertándome te digo: ¡Pobre Jesús mío... abandonado por todos, sin nadie que te defienda!. Pero desde dentro de Tu Corazón yo te ofrezco mi vida para servirte de apoyo en el momento en que te hacen tropezar...; y me adormezco de nuevo. Pero otra sacudida de amor de Tu Corazón Divino me despierta, y me siento ensordecer por los insultos que te hacen, por las voces, por los gritos, por el correr de la gente... Amor mío, ¿cómo es que están todos contra Ti? ¿Qué has hecho que como tantos lobos feroces te quieren despedazar? Siento que la sangre se me hiela al oír los preparativos de Tus enemigos; tiemblo y estoy triste pensando qué podré hacer para defenderte.

               Pero mi afligido Jesús teniéndome en Su Corazón, me estrecha más fuerte y me dice: "Hija Mía, no he hecho nada de mal... Oh, el delito del amor contiene todos los sacrificios, el amor de precio ilimitado... Aún estamos al principio; mantente en Mi Corazón, observa todo, ámame, calla y aprende. Haz que tu sangre helada corra en Mis venas para dar descanso a Mi Sangre, que es toda llamas. Haz que tu temblor esté en Mis miembros para que fundida tú Conmigo, puedas estar firme y calentarte, para que sientas parte de Mis penas y al mismo tiempo adquieras fuerza al verme tanto sufrir. Esta será la más hermosa defensa que me hagas; sé fiel y atenta". 

               Dulce Amor mío, el escándalo de Tus enemigos es tal y tan grande que no me permite dormir más; los golpes se hacen cada vez más violentos... Oigo el rumor de las cadenas con las que te han atado tan fuertemente que te hacen sangrar por las muñecas, y vas dejando las huellas de Tu Sangre en aquellas calles. Recuerda que mi sangre está en la Tuya, y al derramarla, mi sangre te la besa, la adora y la repara; y mientras te arrastran y el ambiente ensordece por los gritos y los silbidos, haz que mi sangre sea luz para aquellos que de noche te ofenden, y un imán que atraiga a todos los corazones en torno a Ti, amor mío y todo mío. 

              Ya llegas ante Caifás, y te muestras todo mansedumbre, modestia, humildad... Tu dulzura y Tu paciencia es tanta como para aterrorizar a Tus mismos enemigos, y Caifás, todo una furia, quisiera devorarte... ¡Ah, que bien se distingue a la inocencia y al pecado! Amor mío, Tú estás ante Caifás como el más culpable, como quien va a ser condenado. Caifás pregunta a los testigos cuáles son Tus delitos. ¡Ah, mejor hubiera hecho preguntando cuál es Tu Amor! 

               Y hay quien te acusa de una cosa y quien, de otra, diciendo necedades y contradiciéndose ente ellos; y mientras ellos te acusan, los esbirros que están junto a Ti te tiran de los cabellos, descargan sobre Tu Rostro Santísimo horribles bofetadas que resuenan en toda la sala, te tuercen los labios, te golpean..., y Tú callas, sufres y, si los miras, la luz de Tus ojos desciende a sus corazones, y ellos no pudiendo sostener Tu mirada se alejan de Ti pero otros intervienen para hacerte sufrir más... Pero entre tantas acusaciones y ultrajes veo que aguzas el oído y que el Corazón te late con mayor violencia, como si fuese a estallar por el dolor... Dime, afligido Bien mío, ¿qué sucede ahora?. Porque veo que todo eso que te están haciendo Tus enemigos, es tan grande Tu Amor que con ansia lo esperas y lo ofreces por nuestra salvación; y Tu Corazón repara con toda calma las calumnias, los odios, los falsos testimonios, el mal que se hace a los inocentes con premeditación, y reparas por aquellos que te ofenden por instigación de sus jefes, y por las ofensas de los eclesiásticos... 

               Pero ahora, mientras en unión Contigo sigo Tus mismas reparaciones, siento en Ti un cambio, un nuevo dolor no sentido nunca hasta ahora. Dime, dime, ¿qué pasa? Hazme partícipe en todo, oh Jesús. 

               "Hija, ¿quieres saberlo? Oigo hasta aquí la voz de Pedro que dice no conocerme, y ha jurado y ha perjurado por tercera vez, que no me conoce... ¡Oh Pedro! ¿Cómo?  ¿No me conoces? ¿No recuerdas con cuántos bienes te he colmado? ¡Oh, si los demás me hacen morir de penas, tú me haces morir de dolor! ¡Oh, cuánto mal has hecho al seguirme desde lejos y exponiéndote después a la ocasión!". 

               Negado Bien mío, cómo se conocen inmediatamente las ofensas de los Tuyos más queridos. Oh Jesús, quiero hacer correr mis latidos en los Tuyos más queridos para mitigar el dolor atroz que sufres, y mi palpitar en el Tuyo te jura fidelidad y amor; y yo con él, mil y mil veces repito y juro que te conozco... 

               Pero Tu Amor no se calma todavía y tratas de mirar a Pedro. A Tus miradas amorosas, llenas de lágrimas por su negación, Pedro se enternece, llora y se retira de allí; y Tú, habiéndolo puesto a salvo te clamas y reparas las ofensas de los Papas y de los Jefes de la Iglesia, sobre todo de aquellos que se exponen a las ocasiones. Pero Tus enemigos continúan acusándote, y viendo Caifás que nada respondes a sus acusaciones, te dice: "Te conjuro por el Dios vivo: dime, ¿eres Tú verdaderamente el Hijo de Dios?". Y Tú, Amor mío, teniendo siempre en Tus labios palabras de Verdad, con una actitud de majestad suprema y con voz sonora y suave, ante lo cual quedan todos asombrados y los mismos demonios se hunden en el abismo, respondes: "Tú lo has dicho: ¡Sí, Yo Soy el verdadero Hijo de Dios! Y un día vendré en las nubes del Cielo para juzgar a todas las naciones".

               Ante Tus palabras, todos quedan en silencio, sintiendo escalofríos de espanto... Pero Caifás, después de algunos instantes de espanto, reaccionando furibundamente, más que una bestia feroz, dice a todos: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? ¡Ha dicho una inmensa blasfemia! ¿Qué esperamos para condenarlo? ¡Ya es reo de muerte!". Y para dar mayor fuerza a sus palabras se rasga las vestiduras, con tanta rabia y furor, que todos, como si fuesen uno solo, se lanzan contra Ti, Bien mío; y hay quien te da puñetazos en la cabeza, quien te tira por los cabellos, quien te da bofetadas; unos te escupen en la cara, otros te pisotean con los pies. Los tormentos que te dan son tales y tantos que la tierra tiembla y los cielos quedan sacudidos... 

              Amor mío y Vida mía, al ver que tanto te atormentan, mi pobre corazón queda lacerado por el dolor. Ah, permíteme que salga de Tu dolorido Corazón, y que yo en Tu lugar afronte todos estos ultrajes. Ah, si me fuese posible, quisiera arrebatarte de entre las manos de Tus enemigos, pero Tú no quieres, porque esto lo exige la salvación de todos. Y yo me veo obligada a resignarme. Pero, dulce Amor mío, déjame que al menos te limpie, que te arregle los cabellos, que te quite los salivazos, que te limpie y te seque la Sangre, y que me encierre en Ti. 




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




martes, 12 de noviembre de 2024

ESE ROSTRO TAN DESFIGURADO POR AMOR A MÍ

 


               Mamá Dolorosa, no me dejes sola, llévame Contigo; pero antes deposítame toda en Jesús, vacíame de todo para poner a Jesús por entero en mí, así como lo has puesto en Ti... 

               Comienza a cumplir conmigo el oficio de Madre que Te dio Jesús estando en la Cruz, y abriendo mi pobreza extrema una brecha en Tu Corazón materno, enciérrame toda por completo en Jesús con Tus mismas manos maternas. Encierra los pensamientos de Jesús en mi mente, a fin de que no entre en mí ningún otro pensamiento. Encierra los ojos de Jesús en los míos para que nunca pueda escapar yo a Su mirada. Pon sus oídos en los míos para que siempre lo escuche y cumpla en todo Su Santísimo Querer... 

               Su Rostro ponlo en el mío a fin de que contemplando ese Rostro tan desfigurado por amor a mí, lo ame, lo compadezca y repare. Pon Su lengua en la mía, para que hable, rece y enseñe con la lengua de Jesús. Pon Sus manos en las mías para que cada movimiento que yo haga y cada obra que realice, tomen vida en las obras y movimientos de Jesús. Sus pies ponlos en los míos, a fin de que cada paso que yo dé sea vida, salvación, fuerza y celo para todas las criaturas...

               Y ahora, afligida Mamá mía, permíteme que bese Su Corazón y que beba Su Preciosísima Sangre, y encerrando Tú Su Corazón en el mío, haz que pueda vivir yo de Su Amor, de Sus deseos y de Sus penas... Y ahora toma la mano derecha de Jesús, rígida ya, para que me des con ella Su última bendición...


Extraído de la Vigésima Cuarta Hora de “Las Horas de la Pasión”, 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 



viernes, 8 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. DÉCIMA HORA: Jesús es presentado a Anás

  

"...el alma, a cada pensamiento de Mi Pasión, 
a cada condolencia, a cada  reparación, que hace, 
no hace otra cosa que tomar luz de Mi Humanidad 
y embellecerse a Mi semejanza, así que un 
pensamiento de más de mi Pasión, será una luz 
de más que le llevará un gozo eterno." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 13 de Octubre de 1916


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 2 A LAS 3 DE LA MADRUGADA 

DÉCIMA HORA 

Jesús es presentado a Anás 


               Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos juntas a Jesús. Jesús mío, Centinela divino. Tú, que en el corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí, me despiertas y me haces hallar Contigo en casa de Anás... Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga sobre Tu doctrina y sobre Tus Discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la Gloria del Padre, abres Tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes: "Yo he hablado en público, y todos los que aquí están Me han escuchado". A estas dignas palabras Tuyas, todos se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a Ti y con guante de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear, mientras se hace lívido Tu Rostro Santísimo.

               Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me has despertado. Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte en este momento en que estás por caer?. Tus enemigos rompen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte.

              Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier pena por Tu Amor. Te compadezco por este ultraje, y unida a Ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los Sacerdotes y por las murmuraciones. 

              Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y Tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuridad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la Fe. También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de Tus enemigos. Y Tú, sigue haciéndome de centinela mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso Tu Corazón y en Él continúo mi sueño.




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




martes, 5 de noviembre de 2024

TODO MI SER PARA ALIVIARTE



               Quebrantado Jesús mío, a duras penas y todo encorvado caminas... pero veo que te detienes y tratas de mirar. Corazón mío, ¿qué pasa, qué quieres? Ah, es la Verónica que, sin temor a nada; valientemente Te enjuga con un paño el Rostro, cubierto todo de sangre. Y Tú se lo dejas estampado en señal de gratitud... 

               Generoso Jesús mío, también yo quiero enjugarte, pero no con un paño, sino que quiero presentar todo mi ser para aliviarte, quiero entrar en Tu interior y darte, oh Jesús mío, latidos por latidos, respiros por respiros, afectos por afectos, deseos por deseos... Quiero arrojarme en Tu Santísima Inteligencia, y haciendo correr todos esos latidos, respiros, afectos y deseos en la inmensidad de Tu Voluntad, quiero multiplicarlos infinitamente... 

               Quiero, oh Jesús mío, formar olas de latidos para hacer que ningún otro latido malo repercuta en Tu Corazón, y así poderte aliviar todas Tus amarguras íntimas; quiero formar olas de afectos y de deseos para alejar todos los afectos y deseos malos que pudieran entristecer en lo más mínimo a Tu Corazón; y deseo así mismo formar oleadas de respiros y de pensamientos que pongan en fuga cualquier respiro y pensamiento que pudiesen desagradarte en lo más mínimo... 

                Estaré bien atenta, oh Jesús, para que nada más Te aflija y añada otras amarguras a Tus penas internas... Oh Jesús mío, haz que todo mi interior nade en la inmensidad del Tuyo; así podré encontrar amor suficiente y voluntad capaz de hacer que no entre en Tu interior un amor malo ni una voluntad que pudieran desagradarte.


Extraído de la Décimo Octava Hora de “Las Horas de la Pasión”, 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 






viernes, 1 de noviembre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. NOVENA HORA: Jesús, atado, es hecho caer en el torrente Cedrón

   

"...lo que más Me duele es ver a personas religiosas 
que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, 
de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, 
así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de 
las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar 
es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 9 de Marzo de 1930


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LA 1 A LAS 2 DE LA MADRUGADA 

NOVENA HORA 

Jesús, atado, es hecho caer 
en el torrente Cedrón
 


               Amado Bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigilia y el sueño. ¿Cómo puedo abandonarme del todo al sueño si veo que todos te dejan y huyen de ti? Los mismos Apóstoles, el ferviente Pedro, que hace poco dijo que quería dar su vida por ti..., el discípulo predilecto que con tanto amor has hecho reposar sobre Tu Corazón, ah, todos te abandonan y te dejan a merced de tus crueles enemigos... Jesús mío, estás solo, y tus purísimos ojos miran a tu alrededor para ver si alguno de aquellos a quienes has hecho tanto bien, te sigue para testimoniarte su amor y para defenderte... Y al descubrir que ninguno, ninguno ha quedado fiel, el corazón se te oprime y rompes en amargo llanto, pues sientes aún más el dolor por el abandono de Tus más fieles amigos que por lo que están haciéndote tus mismos enemigos. No llores, Jesús mío, o haz que yo llore Contigo...

               Y mi amable Jesús parece que me dice: "Ah hija Mía, lloremos juntos la suerte de tantas almas consagradas a Mí y que por pequeñas pruebas o por incidentes de la vida no se ocupan de Mí y Me dejan solo. Lloremos juntos por tantas otras almas tímidas y cobardes que por falta de valor y de confianza Me abandonan; por tantos Sacerdotes que al no hallar su propio gusto en las cosas santas, en la administración de los Sacramentos, no se ocupan de Mí..; por otros que predican, que celebran la Santa Misa o que confiesan por amor al interés y a su propia gloria, y mientras parece que están a Mi alrededor, siempre Me dejan solo... Ah hija Mía. ¡Qué duro es para Mí este abandono! No solo me lloran los ojos sino que Me sangra el Corazón. Ah, te ruego que mitigues Mi acerbo dolor prometiéndome que no Me dejarás nunca más solo".

               ¡Sí, oh mi Jesús, te lo prometo, ayudada por Tu gracia y en la firmeza de Tu Voluntad Divina! Pero mientras lloras por el abandono de los Tuyos, Tus enemigos no olvidan ningún ultraje que puedan hacerte. 

               Oprimido y atado como estás, oh Bien mío, tanto que no puedes por Ti mismo dar un paso, te pisotean, te arrastran por esas calles llenas de piedras y de espinas; no hay movimiento que te hagan hacer en el que no te hagan tropezar en las piedras y herirte con las espinas... 

               Ah Jesús mío, veo que mientras te maltratan, vas dejando tras de Ti Tu Sangre Preciosa y los rubios cabellos que te arrancan de la Cabeza... Vida mía y Todo mío, permíteme que los recoja, a fin de poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aún de noche dejan de herirte; al contrario, se aprovechan de la noche para herirte aún más, unos con sus encuentros, otros con placeres, con teatros y diversiones, otros se sirven de la noche hasta para llevar a cabo robos sacrílegos... Jesús mío, me uno a Ti para reparar por todas estas ofensas que se hacen en la noche... 

              Mas, oh Jesús, ya estamos en el torrente Cedrón, y los pérfidos judíos te empujan a él, y al empujarte te hacen que te golpee contra las piedras que hay ahí, y con tanta fuerza que de Tu boca derramas Tu Preciosísima Sangre, con la cual dejas selladas aquellas piedras... Después, tirando de Ti, te arrastran bajo aquellas aguas negras, a las que te entran por los oídos, en la nariz y en la boca... Oh amor incomparable, quedas todo bañado y como cubierto por un manto por aquellas aguas negras, nauseantes y frías. Y en ese estado representas a lo vivo el estado deplorable de las criaturas cuando cometen el pecado. ¡Oh, cómo quedan cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicia que da asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas, de modo que atraen sobre ellas los rayos de la Divina Justicia! 

               Oh Vida de mi vida, ¿puede haber amor más grande? Para despojarnos de este manto de inmundicia permites que Tus enemigos te hagan caer en ese torrente, y para reparar por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te reciben sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus corazones, peores que el torrente, y que sientas toda la náusea de sus almas, permites que esas aguas penetren hasta en Tus entrañas, tanto que Tus enemigos temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte para mayores tormentos, te sacan fuera... pero causas tanta repugnancia que ellos mismos sienten asco de tocarte. 

               Mansísimo Jesús mío, ya estás fuera del torrente, y mi corazón no resiste al verte tan empapado por esta agua repugnante. Veo que por el frío tiemblas de pies a cabeza; miras a Tu alrededor buscando con los ojos, lo que no haces con la voz, uno al menos que te seque, que te limpie y te caliente... pero en vano; no hay nadie que se mueva a compasión por Ti; los tuyos te han abandonado, y la dulce Mamá está lejos porque así lo dispone el Padre... Pero aquí me tienes, Jesús, ven a mis brazos. Quiero llorar hasta formarte un baño para limpiarte y lavarte, y con mis manos reordenarte los desordenados cabellos... 

               Amor mío, quiero encerrarte en mi corazón para calentarte con el calor de mis afectos; quiero perfumarte con mis deseos insistentes; quiero reparar estas ofensas y empeñar mi vida junto con la Tuya para lavar a todas las almas; quiero ofrecerte mi corazón como lugar de reposo, para poderte reconfortar en algún forma por las penas que has sufrido hasta aquí... Después continuaremos de nuevo el camino de Tu Pasión.





Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




lunes, 28 de octubre de 2024

SÓLO TÚ ENSEÑARÁS LA VERDADERA SANTIDAD



               "Cruz adorada, por fin Te abrazo... Tú eras el suspiro de Mi Corazón, el martirio de Mi Amor; pero Tú, oh Cruz, tardaste hasta ahora, en tanto que Mis pasos siempre se dirigían hacia Ti... Cruz Santa, Tú eras la meta de Mis deseos, la finalidad de Mi existencia acá abajo. En Ti concentro todo Mi Ser; en Ti pongo a todos Mis hijos... Tú serás su Vida y su Luz, su defensa, su protección, su fuerza... Tú los sostendrás en todo y Me los conducirás gloriosos al Cielo. 

               Oh Cruz, Cátedra de Sabiduría, sólo Tú enseñarás la verdadera Santidad, sólo Tú formarás los héroes, los atletas, los Mártires, los Santos... Cruz hermosa, Tú eres Mi trono, y teniendo Yo que abandonar la tierra, quedarás Tú en Mi lugar... A Ti Te entrego en dote a todas las almas: ¡Custódiamelas, sálvamelas... Te las confío!"


Extraído de la Décimo Octava Hora de “Las Horas de la Pasión”, 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta 



viernes, 25 de octubre de 2024

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Piccarreta. OCTAVA HORA: La captura de Jesús

   

"...Estas Horas son el orden del Universo, y ponen 
en armonía el Cielo y la tierra y Me disuaden de 
no destruir al  mundo; siento poner en circulación 
Mi Sangre, Mis Llagas, Mi Amor y todo lo que 
Yo hice, y corren sobre todos para salvar a todos. 
Y conforme las almas hacen estas Horas de la Pasión, 
Me siento poner en camino Mi Sangre, Mis Llagas, 
Mis ansias de salvar las almas, y Me siento repetir 
Mi Vida. ¿Cómo pueden obtener las criaturas algún 
bien si no es por medio de estas Horas?


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 12 de Julio de 1918


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 12 DE LA NOCHE A LA 1 DE LA MAÑANA 

OCTAVA HORA 

La captura de Jesús

                Oh Jesús mío, es ya medianoche. Ya oyes que se aproximan los enemigos. Te veo ahora limpiándote y enjugándote la sangre y reanimado por los consuelos recibidos. Veo nuevamente a Tus Apóstoles, a quienes llamas y los amonestas y te los llevas Contigo, y sales al encuentro de Tus enemigos, queriendo con esto reparar con Tu prontitud mi lentitud, mi desgana y mi pereza en obrar y en sufrir por Tu Amor. Más, oh Jesús mío qué escena tan estrujante veo: al primero que encuentras es al pérfido Judas, el cual, acercándose a Ti y poniendo un brazo a tu hombro te saluda y te besa; y Tú, Amor entrañabilísimo, no desdeñas el beso de esos labios infernales; abrazas a Judas y lo estrechas a Tu Corazón queriendo arrancarlo del Infierno, dándole muestra de nuevo amor...

               Jesús mío, ¿cómo es posible no amarte? La ternura de Tu Amor es tanta que debiera arrebatar a cada corazón a amarte, y sin embargo, no te aman. Más, oh Jesús mío, en este beso de Judas Tú reparas las traiciones, los fingimientos, los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad, y sobre todo en los Sacerdotes. Tu beso, además, declara que a ningún pecador, con tal que venga a Ti humillado y arrepentido, rehúsas perdonarlo. 

               Ternísimo Jesús mío, ya que te entregas a merced de Tus enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir todo lo que quieran, yo también Jesús mío, me entrego a Tus manos, para que libremente puedas hacer de mí lo que más te agrade. Y junto Contigo quiero seguir Tu Voluntad, Tus reparaciones y sufrir Tus penas. Quiero estar siempre en torno a Ti para hacer que no haya ofensa que no te repare, amargura que no endulce, salivazos y bofetadas que recibas que no vayan seguidas por un beso y una caricia mía...

               En Tus caídas estarán siempre dispuestas mis manos ayudarte para levantarte. De manera que, oh Jesús, siempre quiero estar Contigo, ni un solo minuto quiero dejarte solo; y para estar más segura, introdúceme dentro de Ti, y así yo estaré en Tu mente, en Tus miradas, en Tu Corazón y en todo Tu Ser para hacer que lo que Tú haces pueda hacerlo también yo; así podré hacerte fiel compañía y no pasar por alto ninguna de tus penas, y podré darte por todo mi correspondencia de amor. 

               Dulce Bien mío, a Tu lado estaré para defenderte, para aprender Tus enseñanzas y para numerar una por una todas Tus palabras...¡Ah, cómo me descienden dulces en mi corazón las palabras que dirigiste a Judas: "Amigo, ¿a qué has venido?". Me parece que a mí también me diriges las mismas palabras, no llamándome amiga, sino con el dulce nombre de Hija..."Hija, ¿a qué has venido?" Y yo te respondo: "¡Jesús, a amarte!"..."¿A qué has venido?" me dices si hago oración; "¿A qué has venido?" me repites desde la Hostia Santa, o si trabajo, o si tomo alimento, o si sufro, o si duermo...¡Qué hermoso reclamo para mí y para todas las almas ¡ ¡Pero cuántos, a Tu pregunta "A qué has venido?" responden: ¡Vengo a ofenderte!; otros, fingiendo no escucharte se entregan a toda clase de pecados, y a Tu pregunta "¿A qué has venido?" responden con irse al Infierno... ¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Quisiera tomar esas mismas sogas con que van a atarte Tus enemigos, para atar a estas almas y evitarte este dolor. 

               Y de nuevo oigo Tu voz ternísima que ahora dice, mientras sales al encuentro de Tus enemigos: "¿A quién buscáis?" y ellos responden: "A Jesús Nazareno". Y Tú les dices: "YO SOY", los vuelves a llamar a la vida, y por Ti mismo te entregas en manos de Tus enemigos. Y ellos, pérfidos e ingratos, en vez de quedar humildemente postrados a Tus pies y pedirte perdón, abusando de Tu bondad y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan te hacen caer por tierra, te pisotean, bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de los que, a pesar de los milagros, no se rinden, sino que además cada vez más se obstinan... Con tus sogas y cadenas suplicas que sean rotas las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con las dulces cadenas de Tu Amor. Y a San Pedro, que quiere defenderte, y llega hasta a cortar una oreja a Malco, lo corriges amorosamente, y quieres reparar con esto las obras buenas que no son hechas con santa prudencia, y que por excesivo celo caen en la culpa. 

               Pacientísimo Jesús mío, estas cuerdas y cadenas parecen añadir algo de más hermoso a Tu Persona. Tu frente se hace más majestuosa, tanto que atrae la atención de Tus mismos enemigos; Tus ojos resplandecen con más luz; Tu Rostro divino manifiesta una suprema paz y dulzura, capaz de enamorar a Tus mismos verdugos; con Tus modos suaves y penetrantes los haces temblar, tanto que si se atreven a ofenderte es porque Tú mismo así lo consientes... 

                Oh Amor encadenado y atado. ¿Es que vas a permitir que estando Tú atado por mí, para probar más que me amas, yo, que soy Tu pequeña hija, esté sin cadenas? ¡No, no! Con Tus manos santísimas átame con Tus mismas sogas y cadenas. Te ruego que ates, mientras beso Tu frente divina, todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, mis afectos y todo mi ser, y que ates juntamente a todas las criaturas, para que sintiendo las dulzuras de Tus amorosas cadenas, no se atrevan a ofenderte más. 

               Ah, dulce Bien mío, ya es la una de la madrugada y la mente está cargada de sueño; voy a hacer lo más que pueda por mantenerme despierta, pero si el sueño me sorprende, me quedo en Ti para seguir lo que haces Tú; es más, Tú mismo lo harás por mí en Ti, Jesús mío, dejo mis pensamientos para defenderte de Tus enemigos, mi respiración para hacerte compañía, mis latido para que te digan siempre que te amo y para darte el amor que no te dan los demás, y las gotas de mi sangre para repararte y para restituirte los honores y la estima que te quitarán con los insultos, salivazos y bofetadas. 

               Jesús mío, bendíceme; y si Tú quieres que duerma, hazme dormir en Tu adorable Corazón, para que por Tus latidos, acelerados por el amor o por el dolor, pueda ser yo despertada frecuentemente y así no quede interrumpida nunca nuestra compañía...




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




miércoles, 23 de octubre de 2024

EN MEDIO DE VUESTROS DOS CORAZONES



                "Oh Jesús, junto con Tu Madre Te beso el pie izquierdo suplicándote que quieras perdonarme a mí y a todas las criaturas por todas las veces que no hemos caminado hacia Dios. Beso Tu pie derecho pidiéndote me perdones a mí y a todas las criaturas por todas las veces que no hemos seguido la perfección que Tú querías de nosotras. 

               Beso Tu mano izquierda pidiéndote nos comuniques Tu pureza. Beso Tu mano derecha pidiéndote me bendigas todos mis latidos, mis pensamientos, los afectos, para que recibiendo el valor de Tu bendición sean todos santificados. Y bendiciéndome a mí bendice también a todas las criaturas y con Tu bendición sella la salvación de sus almas. 

               Oh Jesús, junto con Tu Madre Te abrazo y besándote el Corazón Te ruego que pongas en medio de Vuestros dos Corazones el mío para que se alimente continuamente de Vuestros amores, de Vuestros dolores, de Vuestros mismos afectos y deseos, en suma, de Vuestra misma Vida. Así sea". 


Extraído de la Primera Hora de “Las Horas de la Pasión”, 
revelaciones de Nuestro Señor a la mística Luisa Piccarreta