martes, 1 de abril de 2025

LAS PASIONES CAMBIADAS EN VIRTUDES



                    Después de esperar y esperar, mi dulce Jesús se hacía ver dentro de mi corazón. Me parecía ver un Sol que expandía rayos, y mirando en el centro de este Sol descubría el Rostro de Nuestro Señor, pero lo que me hizo asombrar es que veía en mi corazón muchas doncellas vestidas de blanco, con coronas en la cabeza que rodeaban a este Sol Divino, nutriéndose de aquellos rayos que expandía este Sol. 

                    ¡Oh, cómo eran bellas, modestas, humildes y todas atentas, y deleitándose en Jesús! Entonces, no conociendo el significado de esto, con un poco de temor he pedido a Jesús que me hiciera saber quienes eran aquellas doncellas, y Él me ha dicho: “Estas doncellas eran tus pasiones, que ahora con Mi Gracia he cambiado en otras tantas virtudes que Me hacen noble cortejo, estando todas a Mi disposición, y Yo en recompensa las voy nutriendo con Mi continua Gracia”.

                    ¡Ah Señor, sin embargo me siento tan mala que me avergüenzo de mí misma!.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 1 de Abril de 1900




martes, 25 de marzo de 2025

EL VERBO DE DIOS AL ENCARNARSE SE VUELVE LUZ DE LAS ALMAS



                    Esta mañana, mi adorable Jesús al venir me ha dicho: “Así como el sol es la luz del mundo, así el Verbo de Dios al encarnarse se hizo Luz de las almas, y así como el sol material da luz a todos en general y a cada uno en particular, tanto que cada uno lo puede gozar como si fuera propio, así el Verbo, mientras da luz en general, es sol para cada uno en particular, tan es verdad, que a este Sol Divino cada uno lo puede tener consigo como si fuera para él solo”. 

                    ¿Quién puede decir lo que comprendía acerca de esta Luz y los benéficos efectos que produce en las almas que tienen este Sol como si fuera propio?. Me parecía que el alma poseyendo esta Luz pone en fuga las tinieblas, como el sol material al surgir sobre nuestro horizonte pone en fuga las tinieblas de la noche. Esta Luz Divina, si el alma es fría, la calienta; si está desnuda de virtudes, la hace fecunda; si está inundada por la dañina enfermedad de la tibieza, con su calor absorbe aquel humor malo; en una palabra, para no alargarme demasiado, este Sol Divino, introduciendo al alma en el centro de Su esfera, la cubre con todos Sus rayos y llega a transformarla en Su misma Luz. 

                    Después de esto, como yo me sentía toda abatida, Jesús queriéndome aliviar me ha dicho: “Esta mañana quiero deleitarme en ti”. Y ha comenzado a hacer Sus acostumbradas estratagemas amorosas.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 25 de Marzo de 1900



lunes, 10 de marzo de 2025

EL SEÑOR LE HACE VER MUCHOS CASTIGOS

 


               Estando en mi habitual estado se ha hecho ver mi siempre amable Jesús, todo amargado y afligido y me ha dicho: “Hija Mía, Mi Justicia se ha vuelto muy pesada, y son tantas las ofensas que Me hacen los hombres que no puedo sostenerlas más. Por lo tanto la guadaña de la muerte está a punto de matar a muchos, de improviso y de enfermedades, y además son tantos los castigos que verteré sobre el mundo, que serán una especie de juicio”. 

               ¿Quién puede decir los tantos castigos que me ha hecho ver, y el modo como yo he quedado aterrorizada y espantada?. Es tanta la pena que siente mi alma, que creo es mejor pasarla en silencio. 

               Continúo diciendo porque la obediencia lo quiere; entonces me parecía ver las calles llenas de carne humana y la sangre que inundaba la tierra, ciudades sitiadas por enemigos que no perdonaban ni siquiera a los niños; me parecían como tantos animales salidos del Infierno, no respetaron ni iglesias ni Sacerdotes. Parecía que el Señor mandaba un castigo del Cielo, cuál sea no sé decirlo, sólo me parecía que todos recibiremos un golpe mortal, y quién quedará víctima de la muerte y quién se repondrá. Me parecía también ver las plantas secas y muchos otros males que deben venir sobre las cosechas. ¡Oh Dios, qué pena ver estas cosas y estar obligada a manifestarlas!. ¡Ah Señor, aplácate, yo espero que Tu Sangre y Tus Llagas sean nuestro remedio, o bien viértelos sobre esta pecadora, pues los merezco, de otra manera tómame y entonces estarás libre de hacer lo que quieras, pero mientras viva haré cuanto pueda para oponerme!.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 2, 10 de Marzo de 1899



sábado, 8 de marzo de 2025

JESÚS LE DICE QUE LA CRUZ LO HIZO CONOCER COMO DIOS. LE EXPLICA ACERCA DE LA CRUZ DEL DOLOR Y DEL AMOR

 


               Continuando mi pobre estado y el silencio de Jesús Bendito, esta mañana, encontrándome más que nunca oprimida, al venir me ha dicho: “Hija Mía, no las obras, ni la predicación, ni la misma potencia de los milagros Me hicieron conocer con claridad como el Dios que Soy, sino cuando fui puesto en la Cruz y levantado sobre Ella como sobre Mi propio Trono, entonces fui reconocido como Dios; así que sólo la Cruz reveló al mundo y a todo el Infierno quién era Yo verdaderamente; entonces todos quedaron sacudidos, y reconocieron a su Creador. Así que es la Cruz la que revela a Dios al alma, y hace conocer si el alma es verdaderamente de Dios, se puede decir que la Cruz descubre todas las partes íntimas del alma y revela a Dios y a los hombres quién es esta alma”. 

               Después ha agregado: “Sobre dos cruces Yo consumo a las almas, una es de dolor, la otra es de amor; y así como en el Cielo todos los nueve Coros Angélicos Me aman, sin embargo cada uno tiene su oficio especial, como los Serafines, que su oficio especial es el amor y su Coro es puesto más enfrente para recibir las reverberaciones de Mi Amor, tanto que Mi Amor y el de ellos saeteándose juntos se acoplan continuamente. Así a las almas sobre la tierra les doy su oficio diferente, a quien la vuelvo mártir de dolor, y a quien de amor, siendo ambos hábiles maestros en sacrificar a las almas y hacerlas dignas de Mis complacencias”.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 4, 8 de Marzo de 1901



viernes, 7 de marzo de 2025

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Picarretta. VIGÉSIMA SEGUNDA HORA: Tercera Hora de agonía en la Cruz. Muerte de Jesús

     

"...lo que más Me duele es ver a personas religiosas 
que se fatigan para hacer adquisición de doctrinas, 
de especulaciones, de historias, pero de Mi Pasión, nada, 
así que Mi Pasión muchas veces está desterrada de 
las iglesias, de la boca de los Sacerdotes, así que su hablar 
es sin luz, y las gentes se quedan más en ayunas que antes." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 9 de Marzo de 1930


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LAS 2 A LAS 3 DE LA TARDE

VIGÉSIMA SEGUNDA HORA 

Tercera Hora de agonía en la Cruz. 
Muerte de Jesús


               Crucificado mío agonizante, abrazado a Tu Cruz siento el fuego que devora a toda Tu Divina Persona; el Corazón te palpita con tanta violencia que, hinchándote el pecho, te atormenta en un modo tan tremendo y horrible que toda Tu Santísima Humanidad sufre una transformación que te hace irreconocible... El amor, del que Tu Corazón es hoguera, te seca y te quema todo, y Tú, no pudiendo contenerlo, sientes la fuerza de su tormento, que más que por la sed corporal, por haber derramado toda Tu Sangre, te atormenta por la sed ardiente por la salvación de nuestras almas. Tu sed de nosotros es tanta que quisieras bebernos como agua para ponernos a todos a salvo dentro de Ti, y por eso, reuniendo Tus debilitadas fuerzas, gritas: “¡TENGO SED!”.

               Y ah, esta Palabra la repites a cada corazón diciéndole: “Tengo sed de tu voluntad, de tus afectos, de tus deseos, de tu amor; agua más fresca y dulce no podrías darme que tu alma... ¡Ah, no me dejes abrasarme! Tengo sed ardiente, por la que no sólo Me siento abrasar la lengua y la garganta, tanto que no puedo ya articular ni una palabra, sino que Me siento también secar el Corazón y las entrañas. ¡Piedad de Mi sed, piedad...!. Y como delirando por la gran sed, te abandonas a la Voluntad del Padre. Ah, mi corazón no puede vivir más, viendo la impiedad de Tus enemigos, que en lugar de darte agua, te dan hiel y vinagre, y Tú no los rechazas... 

               Ah, lo comprendo, es la hiel de tantos pecados, es el vinagre de nuestras pasiones no dominadas lo que quieren darte, y que en lugar de confortarte te abrasan aun más... Oh Jesús mío, he aquí mi corazón, mis pensamientos, mis afectos..., he aquí todo mi ser para calmar Tu sed y para dar un alivio a Tu boca seca y amargada. Todo lo que tengo, todo lo que soy, todo es para Ti, oh Jesús mío. Si fueran necesarias mis penas para poder salvar incluso a una sola alma, aquí me tienes, estoy dispuesta a sufrirlo todo. A Ti yo me ofrezco por entero, haz de mí lo que mejor te plazca. Quiero reparar el dolor que sufres por todas las almas que se pierden y por la pena que te dan aquellas que, cuando Tú permites que tengan tristezas o abandonos, ellas, en vez de ofrecértelos a Ti para aplacar la sed devoradora que te consume, se abandonan a sí mismas, y así te hacen sufrir aún más.

               Agonizante Bien mío, el mar interminable de Tus penas, el fuego que te consume, y más que nada el Querer Supremo del Padre, que quiere que Tú mueras, no nos permiten esperar ya que puedas continuar viviendo. ¿Y yo cómo voy a poder vivir sin Ti?. Ya te faltan fuerzas, Tus ojos se velan, Tu Rostro se transforma y se cubre de una palidez mortal..., la boca está entreabierta, la respiración fatigosa e intermitente, tanto que ya no hay más esperanzas de que te puedas reanimar... Al fuego que te abrasa se sustituye un frío, un sudor frío que te baña la frente; los músculos y nervios cada vez más se contraen por la crudeza de los dolores y por las heridas que hacen los clavos. Las llagas se siguen abriendo aún..., y yo tiemblo, me siento morir... Te miro, oh Bien mío, y veo que de Tus ojos brotan las últimas lágrimas, mensajeras de Tu cercana muerte, mientras que fatigosamente haces oír aún otra Palabra:”¡TODO ESTÁ CONSUMADO!”. 

               Oh Jesús mío, ya lo has agotado todo, ya no te queda nada más. El amor ha llegado a su término... Y yo, ¿me he consumido toda por Tu Amor?. ¿Qué agradecimiento no deberé yo darte, cuál no tendrá que ser mi gratitud hacia Ti?. Oh Jesús mío, quiero reparar por todos, reparar por las faltas de correspondencia a Tu Amor, y consolarte por las afrentas que recibes de las criaturas mientras que Tú te estás consumiendo de amor en la Cruz.

               Jesús mío, Crucificado agonizante, ya estás a punto de dar el último respiro de Tu vida mortal. Tu Santísima Humanidad está ya rígida; el Corazón parece que no te late más... Con la Magdalena me abrazo a Tus pies y quisiera, si fuera posible, dar mi vida para reanimar la Tuya. Entre tanto, oh Jesús, veo que de nuevo abres Tus ojos moribundos y miras en torno a la Cruz, como si quisieras decir Tu último Adiós a todos; miras a Tu agonizante Mamá, que ya no tiene más movimiento ni voz por las tremendas penas que sufre, y con Tu mirada le dices: “Adiós Mamá, Yo me voy, pero te tendré en Mi Corazón. Tú cuida de los Míos y Tuyos.” Miras a Magdalena, anegada en lágrimas, a Tu fiel Juan, y con Tu mirada les dices: “Adiós...”. Miras con amor a Tus mismos enemigos y con Tu dulce y agonizante mirada les dices: “Os perdono y os doy el beso de paz”. Nada escapa a Tu mirada; de todos te despides y a todos perdonas... Después, reuniendo todas Tus fuerzas y con voz potente y sonora gritas: “¡PADRE, EN TUS MANOS ENTREGO MI ESPÍRITU! “. E inclinando la cabeza, expiras... Jesús mío, a este grito se trastorna toda la naturaleza y llora Tu muerte..., la muerte de su Creador. 

               La tierra se estremece fuertemente y con su temblor parece que llore y quiera sacudir el espíritu de todos para que te reconozcan como el Verdadero Dios... El velo del Templo se  rasga; los muertos resucitan; el sol, que ha llorado hasta ahora por Tus penas, retira su luz horrorizado... Tus enemigos, a este grito, caen de rodillas y golpeándose el pecho, algunos dicen: “Verdaderamente Éste es el Hijo de Dios”. Y Tu Madre, petrificada y moribunda, sufre penas más amargas que la muerte... Muerto Jesús mío, con este grito nos has puesto también a nosotros todos en las manos del Padre, para que no nos rechace. Es por esto por lo que has gritado fuerte, y no sólo con la voz sino con todas Tus penas y con la voz de Tu Sangre: “¡Padre, en Tus manos pongo Mi Espíritu y a todas las almas!”. 

               Jesús mío, también yo me abandono en Ti. Dame la gracia de morir por entero en Tu Amor, en Tu Querer, y te suplico que no permitas jamás que ni en la vida ni en la muerte salga yo de Tu Santísima Voluntad. Quiero reparar por todos aquellos que no se abandonan perfectamente a Tu Santísima Voluntad, perdiendo o reduciendo así el precioso fruto de Tu Redención... ¿Cuál no será el dolor de Tu Corazón, oh Jesús mío, al ver tantas criaturas que huyen de Tus brazos y se abandonan a sí mismas?. Oh Jesús mío, piedad para todos... Beso Tu Cabeza coronada de espinas... Y te pido perdón por tantos pensamientos de soberbia, de ambición y de propia estima. Te prometo que cada vez que me venga un pensamiento que no sea totalmente para Ti, oh Jesús, y me encuentre en ocasión de ofenderte, gritaré inmediatamente: “¡Jesús, María, os entrego el alma mía!”.

               Oh Jesús, beso Tus hermosos Ojos, húmedos aún por las lágrimas y cubiertos por la sangre... Y te pido perdón por cuantas veces te ofendí con miradas inmodestas y pecaminosas. Te prometo que cada vez que mis ojos se sientan impulsados a mirar cosas de tierra, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”. Oh Jesús, beso Tus Sacratísimos Oídos, aturdidos hasta los últimos instantes por insultos y horribles blasfemias... Y te pido perdón por cuantas veces he escuchado o he hecho escuchar conversaciones que nos alejan de Ti, y por cuantas conversaciones malas tienen las criaturas. Te prometo que cada vez que me encuentre en la ocasión de oír aquello que no conviene, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”. 

               Oh Jesús mío, beso Tu Santísimo Rostro, pálido, lívido, ensangrentado... Y te pido perdón por tantos desprecios, insultos y afrentas como recibes de nosotros, vilísimas criaturas, con nuestros pecados. Te prometo que cada vez que me venga la tentación de no darte toda la Gloria, el Amor y la Adoración que se te deben, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”. Oh Jesús mío, beso Tu Santísima Boca, abrasada, seca y amargada... Y te pido perdón por todas las veces que te he ofendido con malas conversaciones y por cuantas veces he cooperado en amargarte y en acrecentar Tu sed. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de decir cosas que podrían ofenderte, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.

               Oh Jesús, mío, beso Tu Cuello Santísimo, en el que veo aún las marcas de las cadenas que te han oprimido... Y te pido perdón por tantas cadenas, vínculos y apegos de las criaturas, que han añadido nuevas sogas y cadenas a Tu Santísimo Cuello. Te prometo que cada vez que me sienta turbada por apegos, deseos y afectos que no sean sólo para Ti, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”. 

               Jesús mío, beso Tus Hombros Santísimos... Y te suplico perdón por tantas ilícitas satisfacciones, perdón por tantos pecados cometidos con los cinco sentidos de nuestro cuerpo. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de tomarme algún placer o alguna satisfacción que no sea para Tu Gloria, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”. 

               Jesús mío, beso Tu Pecho Santísimo... Y te pido perdón por tantas frialdades, indiferencias, tibiezas e ingratitudes tan horribles que recibes de las criaturas. Te prometo que cada vez que me sienta enfriar en Tu Amor, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”. 

              Jesús mío, beso Tus Sacratísimas Manos... Y te pido perdón por todas las obras malas o indiferentes, por tantísimos actos envenenados por el amor propio y por la propia estima. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de no obrar por solamente Tu Amor, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía” Jesús mío, beso Tus Santísimos Pies... Y te suplico perdón por tantos pasos y por tantos caminos recorridos sin tener la recta intención de agradarte, por tantos que de Ti se alejan para ir en busca de placeres de la tierra. 

               Te prometo  que cada vez que me de placeres de la tierra, cada vez que me venga el pensamiento de separarme de Ti, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía. Oh Jesús, beso Tu Sacratísimo Corazón... Y quiero encerrar en Él, junto con mi alma, a todas las almas redimidas por Ti, para que todas se salven, sin excluir alguna... Oh Jesús, enciérrame en Tu Corazón, y cierra Sus puertas, de modo que yo no pueda ver, desear o conocer nada fuera de Ti. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de querer salir de éste Tu Corazón, gritaré inmediatamente: “Jesús, María, os entrego el alma mía”.




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia




martes, 4 de marzo de 2025

LUISA PICCARRETA, Heraldo del Reino de la Divina Voluntad

 



NACIMIENTO Y PRIMEROS AÑOS

               Luisa Piccarreta nació el 23 de Abril de 1865, Domingo “in Albis”, el primero después de Pascua y a finales del mismo día de su nacimiento sería bautizada en la Iglesia Matriz del pueblo. Su padre gestionaba los campos de la familia Mastrorilli, por lo que con su mujer y sus cinco hijas, se trasladaba durante largas temporadas a una finca situada en la meseta de Murgia, en Puglia. Desde temprana edad era normal que Luisa niña dedicara mucho tiempo a esconderse, para sumirse por largas horas en la oración; comenzaba para Luisa la aventura divina que la llevaría por las sendas del sufrimiento y de la Santidad.

               A los 9 años, y según las costumbres de la época, Luisa recibió el mismo día la Primera Comunión y la Confirmación, y comenzó a escuchar la voz de Jesús en su interior; como Maestro la corrige y guía en la vida espiritual para que alcance la perfección, educándola en la mortificación de la voluntad de amor. 

               Con apenas 11 años se unió a las "Hijas de María", Congregación laical, asistida en Corato por el Sacerdote Fray Michele De Benedictis, e inicialmente ubicada en la iglesia del ex convento de los Capuchinos. En este lugar se encuentra también un Instituto femenino de señoritas, hijas de familias pudientes, confiado a las Religiosas de la Caridad de la Inmaculada Concepción de Ivrea. Aquí Luisa frecuentará sólo las primeras clases de la escuela elemental, teniendo a las Religiosas como maestras.

               A los dieciocho años aproximadamente, desde el balcón de su casa, situada en la entonces Calle Nazario Sauro -actualmente Via Luisa Piccarreta- tuvo la visión de Jesús sufriente bajo la cruz, que, elevando Sus ojos hacia ella, pronunció estas palabras: "¡Alma, ayúdame!". Desde ese momento se encendió en Luisa un ansia insaciable de padecer por Jesús y por la salvación de las almas. Así comenzaron aquellos sufrimientos físicos que, añadidos a los espirituales y morales, llegaron al heroísmo.

LA "PETRIFICACIÓN" O "ESTADO HABITUAL"

               Sus padres no notaron la intensa vida interior de Luisa hasta que en la Primavera de 1888, cuando estaba en la hacienda en la localidad llamada "Torre Desesperada", Luisa manifestó un misterioso y siempre más frecuente estado de sufrimiento que la hacía perder los sentidos y la sumía en un estado de "petrificación" durante el cual tenía visiones de Nuestro Señor Jesucristo, quien la escogió como víctima. 

               Los fenómenos de la pérdida de los sentidos y de la rigidez corporal se suceden cada vez más frecuentemente, tanto que la obligan a permanecer en la cama; son algo así como los preludios de aquello a lo que Luisa llamará "vida nueva". Pronto empiezan las incomprensiones familiares y la visita del médico, que incapaz de dar un diagnóstico certero, no encuentra nada mejor que sugerir la "visita" de un Sacerdote; aparece el Padre agustino Cosma Loiodice, que conocía a Luisa a través de la Congregación de las Hijas de María. Con gran sorpresa, sólo la bendición sacerdotal la libró de inmediato del estado de "petrificación" en que se encontraba y esto seguirá sucediendo durante aproximadamente cuatro años.

               En ausencia de Fray Cosma algunos Sacerdotes rehusaron asistir a Luisa, por la "complejidad" de los hechos sobrenaturales que padecía; tampoco faltaron clérigos que la tildaron de "neurótica" o "exaltada" (1) . Es entonces cuando su madre interviene y se dirige al Arzobispo de Trani, Mons. Giuseppe Bianchi de Dottula, para que designe a un Sacerdote que se ocupe de la vida espiritual de Luisa. El Prelado dispone que sea Don Michele De Benedictis el nuevo Confesor.

               Luisa abre el corazón a su Director Espiritual y le cuenta por primera vez lo que le sucede cuando pierde los sentidos, todo lo referente a sus visiones y a su vida interior. En este período se inicia otro fenómeno que luego acompañará a Luisa durante el resto de la vida: después de haber comido, en un espasmo, se vio obligada a devolver lo que había comido; a pesar de devolverla, todos los que fueron testigos alguna vez del hecho, aseguraban que la comida se presentaba en perfectas condiciones y acompañada de un agradable perfume. Don Michele, no está del todo convencido de lo extraordinario de esos fenómenos, por eso la prueba imponiéndole con la "obediencia" muchas cosas que ciertamente no le darán alivio.



              En la segunda quincena de Noviembre de 1887, Luisa, con el consentimiento de su Director, acepta quedarse completamente postrada en cama, ofreciéndose como "víctima voluntaria". Inicialmente cree que debe ser por cuarenta días para implorar la paz por la guerra en África, pero más adelante entenderá que Jesús le pide que este sacrificio sea continuo por el resto de su vida. Hasta su muerte, alrededor de 60 años, permanece en su lecho, sentada, sin enfermedad ni llagas por la posición, aparentemente recostada sobre tres almohadas que realmente no toca, sino que sirven para ocupar el espacio. Mientras por la noche cae en su "estado habitual" de malestar con la "petrificación", con frecuencia su alma deja su cuerpo para estar con Jesús y escuchar Sus enseñanzas. En muchas ocasiones la habitación de Luisa emanará perfumes sobrenaturales, diversas fragancias que dejarían una sensación de paz en todos los que las percibían.

TERCIARIA DOMINICA

               Luisa profesará como Terciaria Dominica con apenas 17 años, en la cripta del Santuario de Santa María Greca; como es costumbre al ingresar en una Orden, torna su nombre por el de Sor Magdalena. Este amor por la Orden de Santo Domingo lo plasma en una sincera devoción por el Fundador y también por la gran Santa Catalina de Siena, cuyas fiestas prepara cada año con una Novena en su honor, también rezará hasta el final de su vida el Oficio propio de los Terciarios Dominicos.

              El 21 de Octubre de 1888, Festividad de la Pureza de la Virgen María, vive el primer Desposorio Místico con Jesús en presencia de la Virgen María y de Santa Catalina de Siena. Éste se renueva el 7 de Septiembre de 1890, vísperas de la Natividad de María, con la presencia de la Santísima Trinidad, y obtiene el don de poder percibir sensiblemente la "habitación" de las Tres Divinas Personas en su alma. Finalmente, en la Fiesta de la Exaltación de la Cruz de 1894, vive el místico Desposorio de la Cruz en los lugares de la Pasión en Jerusalén. En esta ocasión recibe los estigmas pero que, después de haberlo pedido insistentemente, quedarán invisibles; gracias a esta experiencia recibiría también una profunda conciencia de sus pecados, sintiendo por ellos un vivo dolor.

               Cuando en 1898 Don Michele De Benedictis deja la dirección espiritual de Luisa, el Arzobispo Tommaso de Stefano nombró como sucesor al Canónigo Don Gennaro Di Gennaro, que la acompañará durante veinticuatro años.

               A causa de su definitiva inmovilidad, el Papa León XIII concedió a Luisa el privilegio de poder asistir a la Santa Misa en la casa en la que vivía con sus padres y con su hermana Angelina, que atendía a su hermana paciente; si dispuso un sencillo pero digno Altar y todo lo necesario; el privilegio de celebrar la Santa Misa en su habitación, junto al lecho donde permanecía Luisa, sería confirmado por el Papa San Pío X en 1907. 

               Debido a la extrema reserva de Luisa, el nuevo Confesor, después de haber escuchado lo que le sucedía durante la rigidez corpórea o "estado habitual", como le llamaba la propia Luisa, le ordena por obediencia escribir un diario espiritual en el cual debía anotar con diligencia cuanto escuchaba y veía. Al ofrecimiento de su postración en cama se añade "la cruz de escribir" a la cual será fiel, redactando cerca de diez mil páginas, desde el 28 de Febrero de 1899 hasta el 28 de Diciembre de 1938. Dos meses después de haber comenzado a escribir el segundo cuaderno, el Confesor le pide que escriba lo acontecido en su vida pasada, antes de "padecer" los continuos éxtasis. Obedeciendo una vez más, Luisa escribiría así los cuadernos que constituirán una verdadera autobiografía espiritual.

             Pese a su permanencia en la cama, Luisa se sustentará y pagará el estipendio de la Santa Misa con su trabajo de encaje de "bolillos", arte que aprendió de niña y que enseñará a varias jóvenes; su casa además de ser una escuela de tejer es una escuela de vida espiritual, de la cual no sólo participarán las aprendices-discípulas, sino también muchas otras personas que comenzaron a frecuentarla, para escuchar su consejo y pedir sus oraciones.

               Son las idas y venidas de tanta gente, las que despertarán la envidia y malos quereres de gente impía, que calumnia a Luisa y a la vez presionan al Arzobispo, entonces Mons. Tommaso de Stefano; el Prelado dispuso en 1902 que el Confesor se ausente unos días de la casa de Luisa. La prohibición duraría unos veinte días, tiempo que Luisa permanecería totalmente rígida, en un éxtasis continuo del que sólo podría haber salido con la habitual bendición sacerdotal. Al año siguiente, en 1903, es el propio Arzobispo de Trani el que decide ir en persona visitar a Luisa para interrogarla, concluyendo con un juicio positivo. 

EL PADRE ANÍBAL DE FRANCIA Y LAS PRIMERAS PUBLICACIONES

               En 1919 el Padre Aníbal María de Francia, Fundador de los Padres Rogacionistas y de las Hijas del Divino Celo, es nombrado Confesor extraordinario de Luisa, y lo será hasta 1927; quedó conquistado de inmediato por la espiritualidad de la mística de Corato, a quien visita repetidamente. De manera particular le fascina su modo de meditar la Pasión de Nuestro Señor, tanto como le pide que escriba en un cuaderno a parte de sus reflexiones. Nace así la obra de la que se encargó él mismo de publicar en 1915, con el título original de "El Reloj de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo con afectivas consideración y reparaciones", ahora conocidas como "Las Horas de la Pasión". 

               Ante el gran éxito de las pías reflexiones, decide publicarlo en una nueva edición del mismo año y luego otras, en 1917 y 1925. El texto fue enriquecido progresivamente con otras prácticas y algunas oraciones. Pero sobre todo con un Apéndice que contiene por primera vez algunas páginas del Diario con el título "Tratado de la Divina Voluntad". El Papa San Pío X, que tenía gran estima y recibía muy frecuentemente en audiencia privada al Padre Aníbal de Francia, recomendó la lectura de "Las Horas de las Pasión" y animó al Venerable Fundador que las diese a conocer (2).



               Hasta 1926, el Padre Aníbal revisó los primeros 19 volúmenes del Diario, y como resultado de la correspondencia entre Luisa y él, se preparó a publicar los textos. De hecho, el Arzobispo de Trani, Mons. Giuseppe María Leo, lo había nombrado "Censor Eclesiástico" para las publicaciones en su Diócesis; después de haber obtenido el "Nihil Obstat" del Padre Aníbal, concedió el mismo Prelado el "Imprimatur", directamente en los primero 18 tomos manuscritos del Diario. La muerte de Padre Aníbal, sin embargo, impidió la realización de este proyecto editorial.

               Según el Padre Aníbal, en el Prefacio que él mismo escribiera para "El Reloj de la Pasión" declaró acerca de Luisa: "Esta Esposa de Jesús crucificado que pasa la noche en éxtasis dolorosos y en toda clase de padecimientos, al verla luego durante el día medio sentado en una cama, trabajando entre las agujas y los alfileres, nada, nada se transparenta, en lo más mínimo de una persona que durante la noche haya sufrido tanto, nada, nada que deje entrever algo de extraordinario, de sobrenatural, al contrario: en todo su aspecto es una persona sana, alegre y jovial. Habla, conversa, en ocasiones ríe, pero tiene pocas amigas. En ocasiones algún corazón atribulado se confía a ella, le pide oraciones. Escucha benignamente, consuela, pero nunca habla para profetizar, jamás una palabra que deje entrever alguna revelación. El gran consuelo que presenta, es siempre uno, siempre el mismo argumento: la Divina Voluntad".

               La estima que Luisa tenía por el Padre Aníbal la llevaría a aceptar la invitación de mudarse el 7 de Octubre de 1928 a la casa de las Hijas del Divino Celo, en Corato, que fue construida y consagrada, por deseo expreso de su Fundador, a la "Divina Voluntad" (3).

                A su muerte, Don Gennaro es remplazado como Confesor Don Francesco De Benedictis (1868-1926). Pero el haber muerto también prematuramente fue sustituido por Don Benedetto Calvi (1886-1968) aquí, en colaboración con el rogacionista Padre Pantaleone Palma, que le dio un nuevo impulso a la publicación del Diario. De hecho, en 1939 vio la luz una nueva publicación con el título: "En el Reino de la Divina Voluntad. Historia de un alma. Primera Parte. Alba que surge", del que fueron publicados varios volúmenes. 

               También, en 1932 se publicó el libro: "La Reina del Cielo en el Reino de la Divina Voluntad. Meditaciones para el mes de Mayo". Obra que será reeditada en 1933 y en 1937. Finalmente, Don Benedetto, publica en 1934 la 5ª edición del "Reloj de la Pasión" con el supuesto del Tratado sobre la Divina Voluntad. Estas obras fueron traducidas en alemán en dos Volúmenes (1936 y 1938) por el benedictino Fray Ludwig Beda.

LA CONDENA DE LOS ESCRITOS

                A partir de finales de 1930 surgieron las primeras incomprensiones y una primera advertencia de la Sagrada Congregación del Santo Oficio en el Vaticano, buscando el supuesto provecho económico percibido de Luisa por las publicaciones y la cuestión de la necesidad del Sacerdote para hacer que volviera en sí de su "estado habitual".

               Las reacciones de los Superiores por la denuncia llegan de inmediato con la prohibición de continuar con las publicaciones. Surgen polémicas también a nivel doctrinal y en relación a la "misión especial y única" de Luisa para dar a conocer las verdades sobre "el vivir en la Divina Voluntad de Jesús".

               La investigación del Santo Oficio, seguida de otras señalaciones, llegó a su culmen en 1938; en en el mes de Julio el Santo Oficio dispuso la inscripción de las obras de Luisa en el "Índice de libros prohibidos". El Observatorio Romano del 11 de Septiembre publicó el Decreto y un artículo adjunto, explicando las motivaciones de la sentencia, que tildaba los escritos de Luisa Piccarreta de "excesivo misticismo".

               A pesar de tan dura prueba, pocos días después Luisa encontró fuerzas para escribir una carta en la cual se sometía a la obediencia de la Autoridad de la Iglesia, reprobando y condenando en sus mismos escritos lo que la Iglesia reprobó. Humillada, es obligada a dejar su estancia en la casa que para ella había dispuesto el Padre Aníbal de Francia y la trasladan a una habitación privada, en donde vivirá los últimos años de su vida en una pobreza casi miserable.

MUERTE DE LUISA

               "Luisa la Santa" - como solían llamarla sus conciudadanos - entregaba su alma al Todopoderoso en la mañana del 4 de Marzo de 1947, después de una fuerte pulmonía; su cuerpo no sufrió la rigidez cadavérica y durante tres días su cuerpo queda expuesto al público; se pudo constatar que sus miembros estaban flexibles a excepción de las vértebras de la columna, que impidieron que fuese extendida en el ataúd... por esta razón se dispuso un ataúd especial, en el que Luisa podría caber sentada, posición en la que todos la llegaron a conocer. Sería amortajada con el hábito de Terciaria Dominica y el "Fiat" bordado sobre su pecho.

               A sus honras fúnebres asistieron más de cuarenta Sacerdotes, las Religiosas Hijas del Divino Celo, que se turnaron para trasportar los virginales restos de Luisa; también asistieron los Terciarios Dominicos y una multitud que abarrotó no sólo las calles de Corato, sino también sus balcones y hasta tejados, donde los devotos se subían para verla pasar. Luisa sería sepultada en el Cementerio de la ciudad en la capilla de la familia de Don Benedetto Calvi; muchas fueron las almas que quisieron pasar por el cuerpo de Luisa pañuelos, rosarios o al menos llevarse alguna flor de su séquito. 

               Al mes siguiente, en Abril de 1947, el Arzobispo de Trani, Mons. Francesco Paolo Petronelli emite el mandato de recoger noticias referentes a Luisa Piccarreta para solicitar ante la Santa Sede la rehabilitación de la mística por la condena de sus escritos. El 27 de Noviembre de 1948, el nuevo Arzobispo, Mons. Reginaldo Giuseppe María Addazi OP, concede permiso de imprimir estampas con la imagen de Luisa y el título de "Sierva de Dios", con una oración para la devoción privada; la estampa sería enriquecida con una reliquia de sus ropas.

LA OBRA ESPIRITUAL

               Con Luisa Piccarreta comienza una nueva generación de hijos de la Luz -le manifestó Nuestro Señor- , "los hijos de Su Divina Voluntad", una cadena de almas llamadas a vivir en la Divina Voluntad: "En todas las santidades han habido siempre Santos que han sido los primeros en dar comienzo a una especie de Santidad; de manera que hubo el Santo que empezó la Santidad de los penitentes, otro que empezó la de la obediencia, otro la de la humildad, y así de todas las demás Santidades. Ahora el comienzo de la Santidad del vivir en Mi Querer quiero que seas tú”  (27 de Noviembre 1917). 

               Jesús mismo le dijo en otra ocasión: "Tu misión es grande, porque no se trata sólo de la Santidad personal, sino de abrazar todo y a todos y preparar el Reino  de Mi Voluntad a las generaciones humanas". 

LA OBRA LITERARIA

                Luisa no era una persona instruida, había ido a la escuela sólo uno o tal vez dos años; pero por obediencia a sus Confesores tuvo que escribir todo lo que vivía de un modo sobrenatural. De esta manera llegaría a escribir 36 gruesos cuadernos o "Volúmenes" en forma de diario, que Jesús mismo ha escrito -le dice Él- "con su dedo de luz en el fondo de su alma", y luego Luisa ha traspasado al papel.

               Esos maravillosos escritos han sido titulados por su Autor, "El Reino de Mi Divina Voluntad en la criatura -Libro de Cielo- El llamado a la criatura al orden, a su puesto y a la finalidad para la que fue creada por Dios".

               Luisa escribió también "Las Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo", la "Piadosa Peregrinación del alma en la Divina Voluntad" y "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad". 

               Sus escritos nos presentan y nos ofrecen todo el dolor y el Amor de Nuestro Señor, y con él el Don de los dones, el Don supremo de Su Querer, para que, como es Vida de Dios, así sea vida de Sus hijos (el Reino de Dios que la Iglesia invoca y al cual se prepara: que la Divina Voluntad sea en la tierra lo que es en el Cielo). Todo esto a través de la vida inmolada de Luisa. 

               Lo que la pequeña gran mística Piccarreta ha escrito, no es fruto de la cultura o del arte de un consumado filólogo, o de un banal deseo de dar a conocer sus propias visiones  o revelaciones; tampoco procede de un misticismo falso y peligroso, sino de la “Señora Obediencia”, como ella la llama. Solamente después de muchos años se rindió a la idea de que sus escritos fueran publicados por los Sacerdotes encargados, en primer lugar por el Padre Aníbal María Di Francia, que los aprobó como Censor eclesiástico. 



Estampa original con oración y reliquia de Luisa Piccarreta,
con aprobación de Mons. Reginaldo Giuseppe Mª Addazi OP


LA ESCUELA DE LA DIVINA VOLUNTAD

               El Padre Di Francia, enamorado de la Escuela de la Divina Voluntad revelada a Luisa Piccarreta, dejaría escrito: "Nuestro Señor, que de siglo en siglo acrecienta cada vez más las maravillas de Su Amor, parece que de esta virgen, que Él llama la más pequeña que ha encontrado en la tierra, carente de toda instrucción, haya querido formar un instrumento apto para una misión tan sublime, que ninguna otra se le pueda comparar, o sea, el Triunfo de la Divina Voluntad en el mundo entero, conforme a cuanto decimos en el Padrenuestro: Fiat Voluntas tua, sicut in Coelo et in terra".

              Exactamente se trata del cumplimiento de ese Reino que invocamos en el Padrenuestro: Su Voluntad se ha de cumplir de un modo nuevo en la tierra, de la misma manera que se cumple en el Cielo, donde es la fuente de todos los bienes y felicidad, donde es la Vida de Dios y de Sus hijos.

               Por tanto, el punto de partida del gran Mensaje que Nuestro Señor transmitió a Luisa lo expresa diciéndole: "Vengo a quedarme con vosotros para hacer vida juntos y vivir con una sola Voluntad, con un solo Amor...Vivir en Mi Querer es considerar Mi Voluntad como cosa propia, es disponer de Ella. Hacer Mi Voluntad es considerarla como Voluntad de Dios, no como algo propio, ni poder disponer de Ella como se desea. Vivir en Mi Voluntad es vivir con una sola Voluntad, que es precisamente la de Dios…

               Vivir en Mi Voluntad es vivir como hijo; hacer Mi Voluntad es vivir como siervo. En el primer caso, lo que es del Padre es del hijo… Y luego, esto es un don que quiero dar en estos tiempos tan tristes, que no sólo hagan Mi Voluntad, sino que la posean. ¿Acaso no Soy Yo dueño de dar lo que quiero, cuando quiero y a quien quiero?… No te extrañes si ves que no entienden. Para entender deberían disponerse al más grande de los sacrificios, como es el no dar vida, aun en las cosas santas, a la propia voluntad. Entonces sentirían qué cosa es poseer la Mía y tocarían con la mano lo que significa vivir en Mi Querer..."(18 de Septiembre de 1924)



Estampa (para la devoción privada) de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta; 
está diseñada para ser impresa a doble cara, sin fines comerciales o lucrativos


NOTAS

          1) Si bien es cierto que Luisa fue incomprendida por muchos Sacerdotes, también lo es que recibió el apoyo y la defensa de otros doctos y venerables, como el jesuita Padre Gennaro Braccali, el Padre Eustachio Montemurro, que murió con fama de Santo, Don Ferdinando Cento, Nuncio Apostólico y Cardenal, aunque su principal defensor fue el Padre Aníbal Di Francia.

          2) "Querido Padre, estos escritos los debes leer de rodillas, porque allí es Nuestro Señor Jesucristo quien habla", manifestó San Pío X al Padre Aníbal de Francia en una audiencia privada. 

          3) "La acogida de Luisa en una casa de mi Instituto será una bendición de Dios para toda la Congregación" (Padre Aníbal de Francia).



domingo, 2 de marzo de 2025

LA UNIÓN DE LOS QUERERES ATA EL ALMA A JESÚS



               Esta mañana, habiendo recibido la Santa Comunión, mi dulce Jesús se hacía ver crucificado, e internamente me sentía atraída a mirarme en Él, para poder semejarme a Él, y Jesús se reflejaba en mí para atraerme a Su semejanza. 

               Mientras esto hacía yo me sentía infundir en mí los dolores de mi crucificado Señor, que con toda bondad me ha dicho: “Quiero que tu alimento sea el sufrir, no por sufrir solamente, sino como fruto de Mi Voluntad. El beso más sincero que ata más fuerte nuestra amistad, es la unión de nuestros quereres, y el nudo indisoluble que nos estrechará en continuos abrazos será el continuo sufrir”. 

               Mientras esto decía, el bendito Jesús se ha desclavado y ha tomado Su cruz y la extendió en el interior de mi cuerpo, y yo quedaba tan extendida en ella que me sentía dislocar los huesos, además, una mano que no sé decir con certeza de quién era, me traspasaba las manos y los pies, y Jesús que estaba sentado sobre la cruz que estaba distendida en mi interior, todo se complacía en mi sufrir y en quien me traspasaba las manos, y ha agregado: “Ahora puedo reposar tranquilamente, no tengo que tomar ni siquiera la molestia de crucificarte, porque la obediencia quiere hacerlo todo, y Yo libremente te dejo en las manos de la obediencia”. Y levantándose de la cruz se ha puesto sobre mi corazón para reposarse. ¿Quién puede decir cómo he quedado sufriente estando en esa posición?. 

              Después de haber estado largo tiempo, Jesús no se apresuraba en aliviarme como las otras veces para hacerme regresar a mi estado natural, y a aquella mano que me había puesto sobre la cruz no la veía más, esto se lo decía a Jesús, quien me respondía: “¿Quién te ha puesto sobre la cruz?. ¿Tal vez he sido Yo?. Ha sido la obediencia, y la obediencia te debe quitar de ahí”. Parece que esta vez tenía ganas de jugar, y como suma gracia he obtenido que me liberara el Bendito Jesús.


Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 2 de Marzo de 1900



viernes, 28 de febrero de 2025

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Picarretta. VIGÉSIMA PRIMERA HORA: Segunda Hora de Agonía en la Cruz

    

"...Estas Horas son el orden del Universo, y ponen 
en armonía el Cielo y la tierra y Me disuaden de 
no destruir al  mundo; siento poner en circulación 
Mi Sangre, Mis Llagas, Mi Amor y todo lo que 
Yo hice, y corren sobre todos para salvar a todos. 
Y conforme las almas hacen estas Horas de la Pasión, 
Me siento poner en camino Mi Sangre, Mis Llagas, 
Mis ansias de salvar las almas, y Me siento repetir 
Mi Vida. ¿Cómo pueden obtener las criaturas algún 
bien si no es por medio de estas Horas?


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, el 12 de Julio de 1918


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina Presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu Corazón, y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...





DE LA 1 A LAS 2 DE LA TARDE 

VIGÉSIMA PRIMERA HORA 

Segunda Hora de Agonía en la Cruz

                Encadenado bien mío, Crucificado Amor mío, mientras oro Contigo, la fuerza raptora de Tu Amor y de Tus penas mantiene mi mirada fija en Ti, pero el corazón se me rompe viéndote tanto sufrir... Tu deliras de amor y de dolor, y las llamas que abrasan Tu Corazón se elevan tanto que están en acto de devorarte, reduciéndote a cenizas. Tu Amor reprimido es más fuerte que la misma muerte, y Tú queriendo desahogarlo, mirando al ladrón que está a Tu derecha, se lo robas al Infierno, con Tu gracia le tocas el corazón y ese ladrón se siente todo cambiado, te reconoce y te confiesa como Dios, y lleno de contrición te dice: “Señor, acuérdate de mí cuando estés en el Reino”, y Tú no vacilas en responderle: “Hoy estarás Conmigo en el Paraíso” y haces de él el primer triunfo de Tu Amor. 

               Pero veo que en Tu Amor no solamente al ladrón le robas el corazón, sino también a tantos moribundos. Ah, Tú pones a su disposición Tu Sangre, Tu Amor, Tus méritos, y usas todos los artificios y estratagemas divinas para tocarles el corazón y robarlos todos para Ti... Pero también aquí Tu amor se ve obstaculizado... ¡Cuántos rechazos, cuántas desconfianzas, cuántas desesperaciones!. Y es tan grande Tu dolor, que de nuevo te reduce al silencio... Quiero reparar, oh Jesús mío, por aquellos que desesperan de la Divina Misericordia en el momento de la muerte... 

               Dulce amor mío, inspírales a todos fe y confianza ilimitada en Ti, especialmente a aquellos que se encuentran entre las angustias de la agonía, y en virtud de esta Palabra Tuya concédeles luz, fuerza y ayuda para poder morir santamente y volar de la tierra al Cielo. En Tu Santísimo Cuerpo; en Tu Sangre, en Tus Llagas contienes a todas las almas, a todas, oh Jesús, así pues, por los méritos de Tu Preciosísima Sangre, no permitas que ni siquiera una sola alma se pierda. Que Tu Sangre aún hoy les grite a todas, juntamente con Tu Palabra: “Hoy estaréis Conmigo en el Paraíso”. 

               Crucificado Jesús mío, Tus penas aumentan cada vez más. Ah, sobre esta Cruz Tú eres el verdadero Rey de los Dolores, y en medio de tantas penas no se te escapa ningún alma, sino que le das Tu Vida a cada una. Pero Tu Amor se ve resistido por las criaturas, despreciado, no tomado en cuenta, y al no poder desahogarse, se hace cada vez más intenso y te procura indecibles torturas; y en estas torturas va ideando qué más puede dar al hombre para vencerlo, y te hace decir: “¡Mira, oh alma, cuánto te he amado! ¡Si no quieres tener piedad de ti misma, ten piedad al menos de Mi Amor!”.

               Entre tanto, viendo que no tienes ya nada más que darle, pues ya te has dado todo, vuelves Tu mirada agonizante a Tu Mamá... También Ella está más que agonizante por causa de Tus penas, y es tan grande el amor que la tortura que la tiene crucificada a la par Contigo... Madre e Hijo os comprendéis..., entonces Tú suspiras con satisfacción y te consuelas viendo que puedes dar Tu Mamá a la criatura; y considerando en Juan a todo el género humano, con voz tan tierna que enternece a todos los corazones dices: “MUJER, HE AHÍ A TU HIJO” y a Juan: “HE AHÍ A TU MADRE”. 

               Tu voz desciende en Su Corazón materno y juntamente con las voces de Tu Sangre continúas diciéndole “Madre Mía, te confío a todos Mis hijos; todo el amor que me tienes a Mí, tenlo para cada uno de ellos; todos Tus cuidados y ternuras maternas sean también para cada uno de Mis hijos... Tú me los salvarás a todos.” La Mamá acepta... Pero son tan intensas Tus penas, que de nuevo te reducen al silencio... Oh Jesús mío, quiero reparar por las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, por las blasfemias e ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los beneficios que nos has hecho a todos, dándonosla por Madre... ¿Cómo podremos agradecerte por tan gran beneficio?.

               Recurro a Ti mismo, oh Jesús mío, y en agradecimiento te ofrezco Tu misma Sangre, Tus Llagas y el Amor infinito de Tu Corazón... -Oh Mamá Santa, ¿cuál no es Tu conmoción al oír la voz de Tu Hijo, que te deja como Madre de todos nosotros?. Yo te doy las gracias, Virgen Bendita, y para agradecerte como mereces te ofrezco la misma gratitud de Tu Jesús. Oh Dulce Mamá, sé Tú nuestra Madre, tómanos a Tu cargo y no dejes que jamás te ofendamos en lo más mínimo; mantennos siempre estrechados a Jesús y con Tus manos átanos a todos, a todos a Él, de modo que nunca más podamos huir de Él. Con Tus mismas intenciones quiero reparar por todas las ofensas que se hacen a Tu Jesús y a Ti, Dulce Mamá mía... 

               Oh Jesús mío, mientras continúas inmerso en tantas penas, abogas aun más por la causa de la salvación de las almas; y yo por mi parte no me quiero quedar indiferente, sino que quiero recorrer Tus Llagas, besarlas, curarlas y sumergirme en Tu Sangre, para poder decir junto Contigo: “¡Almas, almas!”. Y quiero sostener Tu cabeza traspasada y dolorida para repararte y pedirte Misericordia, Amor y perdón para todas. 

               Cuarta Palabra Penante Jesús mío, mientras me estoy abandonada y estrechada a tu Corazón numerando Tus penas, veo que un temblor convulsivo invade Tu Santísima Humanidad; Tus miembros se debaten como si quisieran separarse unos de otros, y entre contorsiones por los atroces espasmos, gritas fuertemente: “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?”. Ante este grito, todos tiemblan, las tinieblas se hacen más densas, y la Mamá petrificada palidece y casi se desmaya. 

               ¡Vida mía y Todo mío! ¡Jesús mío! ¿Qué veo? Ah, estás próximo a la muerte, y aun las mismas penas, tan fieles a Ti, están por dejarte; y entre tanto, después de tanto sufrir, ves con inmenso dolor que no todas las almas están incorporadas en Ti; por el contrario, ves que muchas se perderán, y sientes su dolorosa separación como si se arrancaran de Tus miembros... Y Tú, debiendo satisfacer a la Divina Justicia también por ellas, sientes la muerte de cada una y hasta las penas mismas que sufrirán en el Infierno, y gritas con fuerza a todos los corazones: “¡No me abandonéis! Si queréis que sufra más penas estoy dispuesto, pero no os separéis de Mi Humanidad. ¡Este es el dolor de los dolores, ésta es la muerte de las muertes! ¡Todo lo demás Me sería nada si no sufriera vuestra separación de Mi! ¡Ah, piedad de Mi Sangre, de Mis Llagas, de Mi muerte! ¡Este grito será continuo en vuestros corazones: ¡Ah, no Me abandonéis!”. 

               Amor mío, cuánto me duelo junto Contigo... Te asfixias; Tu Santísima Cabeza cae ya sobre Tu pecho; la vida te abandona... Amor mío, me siento morir... Pero también yo quiero gritar Contigo: ¡Almas, almas! No me separaré de esta Cruz y de estas Llagas Tuyas, para pedirte almas; y si Tú quieres, descenderé en los corazones de las criaturas, los rodearé con Tus penas para que no se me escapen, y si me fuese posible quisiera ponerme a la puerta del Infierno para hacer retroceder a las almas que quieren ir ahí y conducirlas a Tu Corazón. Pero Tú agonizas y callas, y yo lloro Tu cercana muerte... 

               Oh Jesús mío, te compadezco, estrecho Tu Corazón fuertemente al mío, lo beso y lo miro con toda la ternura de que ahora soy capaz, y para procurarte un alivio mayor, hago mía la Ternura Divina y con ella quiero compadecerte, con ella quiero convertir mi corazón en un río de dulzura y derramarlo en el Tuyo, para endulzar la amargura que sientes por la pérdida de las almas... Es en verdad doloroso este grito Tuyo, oh Jesús; más que el abandono del Padre, es la pérdida de las almas que se alejan de Ti, lo que hace escapar de Tu Corazón este doloroso grito. 

               Oh Jesús mío, aumenta en todos la Gracia, para que nadie se pierda, y que mi reparación sea a favor de aquellas almas que habrían de perderse, para que no se pierdan. Te ruego además, oh Jesús mío, por este extremo abandono, que des ayuda a tantas almas amantes, que por tenerlas de compañeras en tu abandono, parece que las privas de Ti, dejándolas en tinieblas. Que sus penas sean, oh Jesús, como voces que llamen a todas las almas a Tu lado y te alivien en Tu dolor.




Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: "Gracias" y "Te Bendigo". ¡Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un "Gracias" y un "Te bendigo". 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con Tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un "Te Bendigo" Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. ¡Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por el Arzobispo de Trani, Monseñor
Giuseppe María Leoy con Nihil Obstat del Padre Aníbal María de Francia