lunes, 24 de noviembre de 2025

LA HISTORIA DOLIENTE DE LA DIVINA VOLUNTAD. ASÍ COMO LA VIRGEN PARA LA OBRA DE LA REDENCIÓN HIZO SUYOS TODOS LOS ACTOS DE LA DIVINA VOLUNTAD Y PREPARÓ EL ALIMENTO A SUS HIJOS, TAMBIÉN LUISA DEBE HACERLO PARA LA OBRA DEL FIAT VOLUNTAS TUA



                    Estaba haciendo la hora de la Pasión en la que mi Mamá Dolorosa recibió en Sus brazos a Su Hijo muerto y lo depositó en el sepulcro, y en mi interior decía: “Mamá mía, junto con Jesús pongo en Tus brazos todas las almas, a fin de que a todas las reconozcas como hijas Tuyas, y una por una las escribas en Tu Corazón y las pongas en las Llagas de Jesús; son hijas de Tu dolor inmenso y esto basta para que las reconozcas y las ames; y quiero poner todas las generaciones en la Voluntad Suprema, a fin de que ninguna falte, y a nombre de todas Te doy consuelos, compadecimientos y alivios divinos”. 

                    Ahora, mientras esto decía, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho: 

                    “Hija Mía, si supieras cuál fue el alimento con el que alimentó a todos estos hijos Mi doliente Mamá”. 

                    Y yo: “¿Cuál fue, oh mi Jesús?” 

                    Y Él de nuevo: 

                    “Como tú eres Mi pequeñita, elegida por Mí para la Misión de Mi Querer y vives en aquel Fiat en el cual fuiste creada, quiero hacerte saber la Historia de Mi Eterno Querer, Sus alegrías y Sus dolores, Sus efectos, Su valor inmenso, lo que hizo, lo que recibió, y quién tomó a corazón Su defensa. 

                    Los pequeños son más atentos a escucharme porque no tienen la mente llena de otras cosas, están como en ayunas de todo, y si se les quiere dar otro alimento sienten asco, porque siendo pequeños están habituados a tomar sólo la leche de Mi Voluntad, que más que madre amorosa los tiene pegados a Su divino pecho para alimentarlos abundantemente, y ellos están con sus boquitas abiertas para esperar la leche de Mis enseñanzas, y Yo Me divierto mucho; ¡oh, cómo es bello verlos ahora sonreír, ahora alegrarse y ahora llorar al oírme narrar la historia de Mi Voluntad!.

                    El origen de Mi Voluntad es eterno, jamás entró el dolor en Ella; entre las Divinas Personas esta Voluntad estaba en suma concordia, es más, era una sola; en cada acto que emitía fuera, tanto ad intra cuanto ad extra, nos daba infinitas alegrías, nuevos contentos, felicidad inmensa, y cuando quisimos poner fuera la máquina de la Creación, ¿cuánta Gloria, cuántas armonías y honor no nos dio?. 

                    En cuanto brotó el Fiat, este Fiat difundió Nuestra belleza, Nuestra luz, Nuestra potencia, el orden, la armonía, el Amor, la Santidad, todo, y Nosotros quedamos glorificados por las mismas virtudes Nuestras, viendo por medio de Nuestro Fiat el florecimiento de Nuestra Divinidad reflejada en todo el Universo. 

                    Nuestro Querer no se detuvo, henchido de Amor como estaba quiso crear al hombre, y tú sabes la historia de él, por eso sigo adelante. ¡Ah! fue precisamente Él quien llevó el primer dolor a Mi Querer, trató de amargar a Aquél que tanto lo amaba, que lo había hecho feliz. Mi Querer lloró más que una tierna madre, lloró a Su hijo lisiado y ciego sólo porque se ha sustraído de la Voluntad de la madre; Mi Querer quería ser el primero en obrar en el hombre, no para otra cosa sino para darle nuevas sorpresas de amor, de alegrías, de felicidad, de luz, de riquezas, quería siempre dar, he aquí el por qué quería obrar, pero el hombre quiso hacer su voluntad y rompió con la Divina; ¡jamás lo hubiese hecho!. 

                    Mi Querer se retiró y él se precipitó en el abismo de todos los males. Ahora, para volver a anudar a estas dos voluntades, se necesitaba Uno que contuviera en Sí una Voluntad Divina, y por eso Yo, Verbo Eterno, amando con un Amor eterno a este hombre, decretamos entre las Divinas Personas que tomara carne humana para venir a salvarlo y volver a unir las dos voluntades separadas. 

                    ¿Pero dónde descender?. ¿Quién debía ser Aquélla que debía prestar Su carne a Su Creador?. He aquí por qué elegimos una criatura, y en virtud de los méritos previstos del futuro Redentor fue exenta de la culpa de origen, Su querer y el Nuestro fueron uno solo, fue esta Celestial Criatura la que comprendió la Historia de Nuestra Voluntad. Nosotros, como a pequeñita, todo le narramos, el dolor de Nuestro Querer y cómo el hombre ingrato con el romper su voluntad con la Nuestra, había encerrado Nuestro Querer en el cerco divino, como obstruyéndolo en Sus designios, impidiendo que pudiera comunicarle Sus bienes y la finalidad para la que había sido creado. 

                    Para Nosotros el dar es hacernos felices y hacer feliz a quien de Nosotros recibe, es enriquecer sin Nosotros empobrecer, es dar lo que Nosotros somos por naturaleza y formarlo en la criatura por gracia, es salir de Nosotros para dar lo que poseemos, con el dar, Nuestro Amor se desahoga, Nuestro Querer hace fiesta; ¿si no debíamos dar, para qué formar la Creación?. Así que el sólo no poder dar a Nuestros hijos, a Nuestras amadas imágenes, era como un luto para Nuestra Suprema Voluntad; sólo con ver al hombre obrar, hablar, caminar, sin la conexión con Nuestro Querer, porque él la había destrozado, y que debían correr hacia él si estaba con Nosotros, corrientes de gracias, de luz, de Santidad, de ciencia, etc., y no pudiéndolo hacer, Nuestro Querer se ponía en actitud de dolor; en cada acto de criatura era un dolor, porque veíamos aquel acto vacío de valor divino, privado de belleza y de Santidad, todo desemejante de Nuestros actos. 

                    ¡Oh! cómo comprendió la Celestial Pequeña este Nuestro sumo dolor y el gran mal del hombre al sustraerse de Nuestro Querer, ¡oh! cuántas veces Ella lloró ardientes lágrimas por Nuestro dolor y por la gran desventura del hombre, y por eso Ella, temiendo, no quiso conceder ni siquiera un acto de vida a Su voluntad, por eso se mantuvo pequeña, porque Su querer no tuvo vida en Ella, ¿cómo podía hacerse grande?. 

                    Pero lo que no hizo Ella lo hizo Nuestro Querer, la hizo crecer toda bella, Santa, divina; la enriqueció tanto que la hizo la más grande de todos; era un prodigio de Nuestro Querer, prodigio de gracia, de belleza, de Santidad, pero Ella se mantuvo siempre pequeña, tanto que no descendía jamás de Nuestros brazos, y tomando a pecho Nuestra defensa correspondió a todos los actos dolientes del Supremo Querer, y no sólo estaba Ella toda en orden a Nuestra Voluntad, sino que hizo suyos todos los actos de las criaturas, y absorbiendo en Sí toda Nuestra Voluntad rechazada por ellas, la reparó, la amó, y teniéndola como en depósito en Su Corazón virginal, preparó el alimento de Nuestra Voluntad a todas las criaturas. 

                    ¿Ves entonces con qué alimento nutre a Sus hijos esta Madre amantísima?. Le costó toda Su vida, penas inauditas, la misma Vida de Su Hijo, para hacer en Ella el depósito abundante de este alimento de Mi Voluntad, para tenerlo dispuesto para alimentar a todos Sus hijos cual Madre tierna y amorosa; Ella no podía amar más a Sus hijos, con darles este alimento su amor había llegado al último grado, así que entre tantos títulos que Ella tiene, el más bello título que a Ella se le podría dar es el de Madre y Reina de la Voluntad Divina. 

                    Ahora hija Mía, si esto hizo Mi Mamá por la Obra de la Redención, también tú para la obra del Fiat Voluntas Tua; tu voluntad no debe tener vida en ti, y haciendo tuyos todos los actos de Mi Voluntad en cada criatura, los depositarás en ti, y mientras a nombre de todos darás la correspondencia a Mi Voluntad, formarás en ti todo el alimento necesario para alimentar a todas las generaciones con el alimento de Mi Voluntad. 

                    Cada dicho, cada efecto, cada conocimiento de más de Ella, será un gusto de más que encontrarán en este alimento, de manera que con avidez lo comerán; todo lo que te digo sobre Mi Querer servirá para excitar el apetito y para hacer que ningún otro alimento tomen, aún a costa de cualquier sacrificio. Si se dijera que un alimento es bueno, que restituye las fuerzas, que sana a los enfermos, que contiene todos los gustos, es más, que da la vida, la embellece, la hace feliz, ¿quién no haría cualquier sacrificio para tomar ese alimento?. Así será de Mi Voluntad, para hacerla amar, desear, es necesario el conocimiento, por eso sé atenta, recibe en ti este depósito de Mi Querer, a fin de que cual segunda Madre prepares el alimento a Nuestros hijos, así imitarás a Mi Mamá. Te costará también a ti, pero ante Mi Voluntad cualquier sacrificio te parecerá nada. Hazla de pequeña, no desciendas jamás de Mis brazos y Yo continuaré narrándote la Historia de Mi Voluntad”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 16, 24 de Noviembre de 1923



viernes, 21 de noviembre de 2025

JESÚS QUIERE DELEITARSE MIRÁNDOSE EN LUISA, Y ELLA ES AUXILIADA POR LA SANTÍSIMA VIRGEN



                    Esta mañana mi amadísimo Jesús, apenas ha venido me ha dicho: 

                    “Hija Mía, todo tu deleite debe ser el contemplarte en Mí, y si esto lo haces siempre, tomarás en ti todas Mis cualidades, Mi fisonomía, Mis mismos lineamientos, y Yo en correspondencia encontraré todo Mi gusto y sumo contento en deleitarme mirándome en ti”. 

                    Dicho esto ha desaparecido, y yo estaba rumiando en mi mente esas palabras, cuando de improviso ha regresado, me ha puesto Su Santa mano en la cabeza y volviendo mi cara hacia Él agregó: 

                    “Hoy quiero deleitarme un poco mirándome en ti”. 

                    Un estremecimiento me corrió por todo el cuerpo, un espanto de sentirme morir porque veía que me miraba fijo, fijo, queriéndose deleitar en mis pensamientos, miradas, palabras y en todo lo demás, con el contemplarse en mí. ¡Oh Dios! ¿Soy causa de deleitarte o de amargarte? iba repitiendo en mi interior. Mientras estaba en esto ha venido nuestra amada Mamá Reina en mi ayuda, trayendo una vestidura blanquísima entre las manos, y toda amabilidad me dijo: 

                    “Hija, no temas, quiero suplir Yo misma por ti vistiéndote con Mi inocencia, para que así Mi Hijo al contemplarse en ti pueda encontrar el mayor deleite que se pueda encontrar en una criatura humana”. 

                    Entonces me vistió con esa vestidura y me presentó a mi amado Bien Jesús diciéndole: “Amado Hijo, acéptala por consideración a Mí y deléitate en ella”. 

                    Así se me quitó todo temor y Jesús se ha deleitado en mí y yo en Él.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 21 de Noviembre de 1899



miércoles, 19 de noviembre de 2025

LOS DOS APOYOS. PARA CONOCER LAS VERDADES ES NECESARIO QUE ESTÉ LA VOLUNTAD Y EL DESEO DE CONOCERLAS. LAS VERDADES DEBEN SER SIMPLES



                    Estaba haciendo compañía a mi Jesús agonizante en el Huerto de Getsemaní, y por cuanto me era posible lo compadecía, lo estrechaba fuerte a mi corazón tratando de secarle el sudor mortal, y mi doliente Jesús, con voz apagada y agonizante me ha dicho:

                    “Hija Mía, dura y penosa fue Mi agonía en el Huerto, quizá más penosa que la de la Cruz, porque si ésta fue el cumplimiento y el triunfo sobre todos, aquí en el Huerto fue el principio, y los males se sienten más al principio que cuando están por terminar, en esta agonía la pena más desgarradora fue cuando se Me hicieron presentes uno por uno todos los pecados, Mi Humanidad comprendió toda la enormidad de ellos y cada delito llevaba el sello de “muerte a un Dios”, y estaba armado con espada para matarme. 

                    Delante a la Divinidad la culpa me aparecía tan horrenda y más horrible que la misma muerte; sólo al comprender qué significa pecado, Yo Me sentía morir y moría en realidad, grité al Padre y fue inexorable, no hubo uno solo que al menos Me diera una ayuda para no hacerme morir, grité a todas las criaturas que tuvieran piedad de Mí, pero en vano, así que Mi Humanidad languidecía y estaba por recibir el último golpe de la muerte, pero ¿sabes tú quién impidió la ejecución y sostuvo Mi Humanidad para no morir?. Primero fue Mi inseparable Mamá, Ella al oírme pedir ayuda voló a Mi lado y Me sostuvo, y Yo apoyé Mi brazo derecho en Ella, la miré casi agonizante y encontré en Ella la inmensidad de Mi Voluntad íntegra, sin haber habido nunca ruptura alguna entre Mi Voluntad y la Suya. 

                    Mi Voluntad es Vida, y como la Voluntad del Padre era inamovible, y la muerte Me venía de las criaturas, otra criatura que encerraba la Vida de Mi Voluntad Me daba la vida. Y he aquí que Mi Mamá, que en el portento de Mi Voluntad Me concibió y Me hizo nacer en el tiempo, y ahora Me da por segunda vez la vida para hacerme cumplir la Obra de la Redención. 

                    Después miré a la izquierda y encontré a la pequeña hija de Mi Querer, te encontré a ti como primera, con el séquito de las otras hijas de Mi Voluntad, y así como a Mi Mamá la quise Conmigo como primer eslabón de la Misericordia, con el cual debíamos abrir las puertas a todas las criaturas, por eso quise apoyar en Ella la derecha; a ti te quise como primer eslabón de la Justicia, para impedir que se descargase sobre todas las criaturas como se merecen, por eso quise apoyar la izquierda, a fin de que la sostuvieras junto Conmigo. 

                    Entonces, con estos dos apoyos Yo Me sentí dar nuevamente la vida, y como si nada hubiera sufrido, con paso firme fui al encuentro de mis enemigos, y en todas las penas que sufrí en mi Pasión, muchas de ellas capaces de darme la muerte, estos dos apoyos no me dejaban jamás, y cuando me veían a punto de morir, con mi Voluntad que contenían me sostenían y me daban como tantos sorbos de vida. 

                    ¡Oh! los prodigios de Mi Querer, ¿quién puede jamás numerarlos y calcular su valor?. Por eso amo tanto a quien vive de Mi Querer, reconozco en ella Mi retrato, Mis nobles rasgos, siento en ella Mi Mismo aliento, Mi voz, y si no la amase Me defraudaría a Mí Mismo, sería como un padre sin generación, sin el noble cortejo de su corte y sin la corona de sus hijos, y si no tuviera la generación, la corte, la corona, ¿cómo podría llamarme Rey?. Así que Mi Reino es formado por aquellos que viven en Mi Voluntad, y de este Reino escojo la Madre, la Reina, los hijos, los ministros, el ejército, el pueblo, Yo Soy todo para ellos y ellos son todo para Mí”. 

                    Después estaba pensando en lo que Jesús me decía, y decía entre mí: “¿Cómo se hace para poner en práctica esto?” Y Jesús regresando ha agregado: 

                    “Hija Mía, las verdades para conocerlas, es necesario que haya voluntad y el deseo de conocerlas. Supón una estancia con las persianas cerradas, por cuanto sol haya afuera la estancia está siempre en oscuridad; ahora, abrir las persianas significa querer la luz, pero esto no basta si no se aprovecha la luz para reordenar la estancia, sacudirla, ponerse a trabajar, porque si no, es como matar esa luz y hacerse ingrato por la luz recibida. Así no basta tener voluntad de conocer las verdades, si a la luz de la verdad que lo ilumina no busca sacudirse de sus debilidades y reordenarse según la luz de la verdad que conoce, y junto con la luz de la verdad ponerse a trabajar haciendo de ella sustancia propia, en modo de transparentar por su boca, por sus manos, por su comportamiento, la luz de la verdad que ha absorbido, entonces sería como si asesinara la verdad, y con no ponerla en práctica sería estarse en pleno desorden delante de esa luz. 

                    Pobre estancia, llena de luz pero toda desordenada, trastornada y en pleno desorden, y una persona dentro que no se preocupa de reordenarla, ¿qué compasión no daría?. Tal es quien conoce las verdades y no las pone en práctica. Has de saber que en todas las verdades, como primer alimento entra la simplicidad, si las verdades no fueran simples, no serían luz y no podrían penetrar en las mentes humanas para iluminarlas, y donde no hay luz no se pueden distinguir los objetos; la simplicidad no sólo es luz, sino es como el aire que se respira, que aunque no se ve da la respiración a todo, y si no fuese por el aire, la tierra y todos quedarían sin movimiento, así que si las virtudes, las verdades, no llevan la marca de la simplicidad, serán sin luz y sin aire”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 13, 19 de Noviembre de 1921



domingo, 16 de noviembre de 2025

LAS HUMILLACIONES SON FISURAS POR LAS CUALES ENTRA LA LUZ



                    Continuando mi habitual estado, mi dulce Jesús ha venido y parecía que sentía un fuerte dolor en el corazón, y pidiéndome ayuda me ha dicho: 

                    “Hija Mía, qué cadenas de delitos en estos días, qué triunfo satánico, la prosperidad del impío es la señal más mala, y son empujones con los cuales la Fe parte de sus naciones, quedando como atrapados dentro de una oscura prisión; en cambio las humillaciones al impío son tantas fisuras por las cuales entra la Luz, que haciéndolo reentrar en sí mismo le lleva la Fe a él y a las mismas naciones. Así que les hará más bien las humillaciones que cualquier victoria y conquista. ¡Qué momentos críticos y dolorosos atravesarán!. El Infierno y los malvados se roen de rabia por comenzar sus embrollos y maldades. ¡Pobres hijos Míos, pobre Iglesia Mía!”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 12, 16 de Noviembre de 1918



jueves, 13 de noviembre de 2025

JESÚS SUFRE AL VER SUFRIR A LAS CRIATURAS. LUISA SE OFRECE PARA CONSOLARLO



                    Esta mañana mi adorable Jesús parecía inquieto, no hacía otra cosa que ir y venir, ahora se entretenía conmigo, ahora casi atraído por Su ardiente Amor hacia las criaturas iba a ver lo que hacían, y todo Se condolía por lo que sufrían, como si Él mismo y no ellas estuviera sufriendo. 

                    Muchas veces he visto al Confesor, que con su potestad sacerdotal obligaba a Jesús a hacerme sufrir Sus penas para poder aplacarlo, y Él, mientras parecía que no quería ser aplacado, después se mostraba contento y agradecía de corazón a quien se ocupaba en sostener Su brazo indignado, y ahora me participaba un sufrimiento y ahora otro. ¡Oh, cómo era tierno y conmovedor verlo en este estado!. Hacía destrozar el corazón de compasión. Muchas veces me ha dicho: 

                    “Confórmate a Mi Justicia, que no puedo más. ¡Ah! el hombre es demasiado ingrato y casi Me obliga por todas partes a castigarlo, Me arranca él mismo de Mis manos los castigos. ¡Si tú supieras cuánto sufro al hacer uso de Mi Justicia, pero es el hombre mismo el que Me hace violencia!. ¡Ah!, si no hubiera hecho otra cosa que comprar a precio de sangre su libertad, aun así debería ser agradecido Conmigo; pero el hombre, para hacerme mayor agravio va inventando nuevos modos para hacer inútil Mi desembolso”. 

                    Y mientras esto decía lloraba amargamente, y yo para consolarlo le he dicho: “Dulce Bien mío, no Te aflijas, veo que Tu aflicción es mayor porque Te sientes obligado a castigar a las gentes. ¡Ah no, no sea jamás!. Si Tú eres todo para mí, yo quiero ser toda para Ti, así que sobre mí manda los flagelos, aquí está la víctima siempre dispuesta y a tu disposición, puedes hacerme sufrir lo que quieras y así quedará Tu justicia en algún modo aplacada, y Tú aliviado de la aflicción que sientes al ver sufrir a las criaturas. Ha sido siempre esta mi intención al no conformarme a la Justicia, porque sufriendo el hombre sufrirás más Tú que él mismo”. 

                    Mientras esto estaba diciendo ha venido nuestra Mamá Reina, y yo he recordado que habiendo pedido al Confesor la obediencia de conformarme a la Justicia, me había dicho que le preguntara a la Virgen Santísima si quería que me uniformara. Se lo he dicho y Ella me ha dicho: “No, no, más bien reza hija Mía, y en estos días trata por cuanto más puedas de tenerte a Jesús junto contigo y aplacarlo, porque muchos castigos están preparados”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 13 de Noviembre de 1899



lunes, 10 de noviembre de 2025

CÓMO EL VERDADERO AMOR SE OLVIDA DE SÍ MISMO



                    Continuando en mi habitual estado (1), en cuanto he visto al Bendito Jesús, me decía: 

                    “Hija Mía, el verdadero Amor se olvida de sí mismo y vive a los intereses, a las penas y a todo lo que pertenece a la persona amada”. 

                    Y yo: “Señor, ¿cómo se puede olvidar de sí mismo mientras lo sentimos tanto, no es que sea una cosa lejana de nosotros, o bien dividida que fácilmente se pueda olvidar?”. 

                    Y de nuevo ha agregado que ahí está el sacrificio del verdadero Amor, porque mientras se tiene a sí mismo debe vivir a todo lo que pertenece a la persona amada, es más, si se recuerda de sí mismo, este recuerdo debe servir para ingeniarse mayormente en cómo poderse consumir por el objeto amado, y el Amado si ve que el alma se da toda a Él, la sabrá recompensar bien dándole todo Sí mismo y haciéndola vivir de Su Vida Divina; así que quien todo olvida, todo encuentra. 

                    Además de esto, es necesario ver la diferencia que hay entre lo que se olvida y lo que se encuentra: se olvida lo feo y se encuentra lo bello, se olvida la naturaleza y se encuentra la gracia, se olvidan las pasiones y se encuentran las virtudes, se olvida la pobreza y se encuentra la riqueza, se olvida la ignorancia y se encuentra la sabiduría, se olvida el mundo y se encuentra el Cielo.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 6, 10 de Noviembre de 1903


1- Por una particular disposición de Dios, Luisa Piccarreta permanecía toda la noche sumida en un profundo éxtasis, paralizada, mientras recibía luces del Cielo; tan sólo conseguía liberarla de aquél místico trance la bendición del Sacerdote, que cada mañana celebraba la Santa Misa en su dormitorio. Este "sueño extático" era tan cotidiano para Luisa que ella lo definió en sus escritos como "mi habitual estado". Dicha fenomenología no fue exclusiva de Piccarreta, se dio con anterioridad en Santa Catalina de Siena y casi a la vez en la mística portuguesa Alexandrina Da Costa, entre otras almas privilegiadas.




jueves, 6 de noviembre de 2025

PUREZA DE INTENCIÓN



                    Esta mañana, habiendo venido el adorable Jesús y transportándome fuera de mí misma, me ha hecho ver calles llenas de cadáveres. ¡Qué despiadada carnicería!. Da horror pensarlo. 

                    Después me ha hecho ver que sucedía una cosa en el aire y muchos morían de improviso; esto lo vi también por el mes de Marzo. Yo empecé, según mi costumbre, a rogarle que se aplacara y que librara a Sus mismas imágenes de suplicios tan crueles, de guerras tan sangrientas, y como tenía la corona de espinas se la he quitado para ponérmela yo, y esto para aplacarlo mayormente; pero con suma pena he visto que casi todas las espinas quedaban rotas en Su Santísima cabeza, así que poquísimo me quedaba para sufrir a mí. 

                    Jesús se mostraba severo; casi sin ponerme atención me ha transportado de nuevo a mi cama, y como yo me encontraba con los brazos en cruz, sufriendo los dolores de la crucifixión que Él mismo me había participado antes, ha tomado mis brazos y me los unió, atándolos con una cuerdecilla de oro. Yo, no poniendo atención a qué significaba aquello, para romper ese aire severo que tenía le he dicho: “Dulcísimo amor mío, Te ofrezco estos movimientos de mi cuerpo que Tú mismo me has hecho y todos los demás que pueda yo hacer, con el único fin de agradarte y glorificarte. Ah sí, quisiera que también los movimientos de los párpados, los de mis ojos, de mis labios y de toda yo misma sean hechos con el único fin de agradarte solo a Ti. Haz, oh buen Jesús, que todos mis huesos, mis nervios, resuenen entre ellos y con clara voz Te atestigüen mi amor”. Y Él me ha dicho: 

                    “Todo lo que se hace con la única finalidad de agradarme, resplandece ante Mí de una manera tal, que atrae Mis miradas divinas, y Me agrada tanto, que a esas acciones, aunque fuesen sólo un movimiento de pestañas, les doy el valor como si fueran hechas por Mí. En cambio las otras acciones, que en sí mismas son buenas y aun grandes, no hechas únicamente para Mí, son como ese oro enlodado y lleno de herrumbre que no resplandece, y Yo no Me digno ni siquiera mirarlas”. 

                    Y yo: “Ah Señor, qué fácil es que el polvo ensucie nuestras acciones”. Y Él: 

                    “No se necesita poner atención al polvo, porque este se sacude, a lo que hay que atender es a la intención”. 

                    Ahora, mientras esto se decía, Jesús se ocupaba en atarme los brazos. Yo le he dicho: “Señor, ¿qué haces?”. Y Él: 

                    “Hago esto porque tú estando en la posición de la crucifixión Me aplacas, y Yo como quiero castigar a las gentes te los estoy atando”. 

                    Y dicho esto desapareció.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 6 de Noviembre de 1899




martes, 4 de noviembre de 2025

EFECTOS DIFERENTES ENTRE LA PRESENCIA DE JESÚS Y LA DEL DEMONIO



                    Como esta mañana el Bendito Jesús no venía, el Demonio trataba de tomar Su aspecto y hacerse ver, pero yo no advirtiendo los acostumbrados efectos, he comenzado a dudar y me he persignado con la cruz, primero yo y después a él, y el Demonio viéndose persignado temblaba; enseguida lo rechacé de mí sin mirarlo. Poco después ha venido mi amado Jesús, y temiendo que fuese otra vez el espíritu maligno, trataba de rechazarlo e invocar la ayuda de Jesús y de la Reina Mamá, pero Él para asegurarme que no era el Demonio me ha dicho:

                    “Hija Mía, para asegurarte si Soy Yo, o no Soy Yo, tu atención debe estar en los efectos internos, si se mueven a virtud o a vicio, ya que como Mi naturaleza es virtud, de ninguna otra cosa hago herederos a Mis hijos, más que de virtud. Esto lo puedes comprender también en la naturaleza humana, que siendo carne, sucede que si tiene alguna llaga, la carne se cambia en pus y se puede decir que no es más carne; así Mi naturaleza, si mínimamente pudiese retener en Sí la sombra del vicio, cesaría de ser aquel Dios que es, lo que no puede suceder jamás”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 3, 4 de Noviembre de 1899





sábado, 1 de noviembre de 2025

QUIEN PIENSA EN SÍ MISMO EMPOBRECE, Y SIENTE NECESIDAD DE TODO



                    Estando muy afligida por la privación de mi adorable Jesús, estaba rezando y reparando por todos, y en mi extrema amargura he dirigido el pensamiento hacia mí y he dicho: “Piedad de mí, Jesús perdona a esta alma, Tu Sangre, Tus penas ¿no son también mías?. ¿Valen acaso menos para mí?”. Y mientras esto decía, mi amable Jesús desde dentro de mi interior me ha dicho: 

                    “¡Ah!, hija Mía, ¿qué haces pensando en ti?. Tú así desciendes y de dueña te reduces a la mísera condición de pedir, pobre hija, con pensar en ti misma te empobreces, pues estando en Mi Voluntad tú eres dueña y por ti misma puedes tomar lo que quieras; si hay algo que hacer en Mi Voluntad es rezar, reparar por los demás”. 

                    Y yo: “Dulcísimo Jesús, Tú amas tanto que quien está en Tu Voluntad no piense en sí mismo, y Tú ¿piensas en Ti mismo?” (qué pregunta tan disparatada). 

                    Y Jesús: “No, no pienso en Mí Mismo, piensa en sí mismo quien tiene necesidad de alguna cosa, Yo no tengo necesidad de nada, Yo Soy la misma Santidad, la misma Felicidad, la misma Inmensidad, Altura, Profundidad, nada, nada me falta, Mi Ser contiene en Sí mismo todos los bienes posibles e imaginables. Si algún pensamiento Me pudiera ocupar es el pensamiento del género humano, que habiéndolo sacado de Mí quiero que regrese a Mí, y en tales condiciones pongo a las almas que quieren hacer verdaderamente Mi Voluntad, son una sola cosa Conmigo, las vuelvo dueñas de Mis bienes, porque en Mi Voluntad no hay esclavitud, lo que es Mío es de ellas, y lo que quiero Yo lo quieren ellas. 

                    Entonces, si uno siente necesidad de alguna cosa, significa que no está en verdad en Mi Voluntad, o bien que se da sus escapadas, como estás haciendo tú ahora, ni más ni menos. ¿No te parece extraño que quien ha formado una sola cosa, un solo querer Conmigo, Me pida piedad, perdón, Mi Sangre, Mis penas, mientras que la he constituido dueña junto Conmigo?. Yo no sé que piedad, que perdón darle, pues le he dado todo, a lo más debería tener piedad, perdonarme a Mí Mismo de alguna falla, lo que no puede ser jamás. Por tanto te recomiendo que no salgas de Mi Voluntad, y que continúes no pensando en ti misma sino en los demás, como has hecho hasta ahora, de otra manera vendrías a empobrecer y a sentir necesidad de todo”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 11, 1 de Noviembre de 1912





miércoles, 29 de octubre de 2025

LA CADENA DE GRACIAS ESTÁ UNIDA A LAS OBRAS PERSEVERANTES. TODOS LOS MALES ESTÁN ENCERRADOS EN LA NO PERSEVERANCIA



                    Después de haber esperado mucho, en cuanto ha venido el Bendito Jesús me ha dicho: 

                    “Hija Mía, cuando el alma se dispone a hacer un bien, aunque fuera decir una “Ave María”, la gracia concurre a hacer junto con ella dicho bien; pero si el alma no es perseverante en hacer este bien, se ve con claridad que no estima y no valora este don recibido, y hace burla de la misma gracia. Cuántos males están encerrados en este modo de obrar: ‘Hoy sí y mañana no; me agrada y lo hago; para hacer este bien se requiere un sacrificio, no quiero hacerlo’. 

                    Sucede como a aquél que habiendo recibido un don de un señor, hoy se lo recibe, mañana lo rechaza; aquel señor por su bondad lo manda de nuevo, y aquél después de haberlo tenido por algún tiempo, cansado de tener consigo aquel don, nuevamente lo rechaza. Ahora, ¿qué dirá aquel señor?. Se ve que no estima mi don, si empobrece o muere, no quiero tener más que ver con él. 

                    Todo, todo está unido al modo de obrar con perseverancia, la cadena de Mis gracias está entretejida a las obras perseverantes; así que, si el alma se da sus escapadas rompe esta cadena, ¿y quién le asegura que la unirá de nuevo?. Mis designios se cumplen solamente en quien une sus obras a la perseverancia. La perfección, la Santidad, todo, todo va unido con ella, así que si el alma es intermitente, siendo una especie de fiebre intermitente, el no obrar con perseverancia manda al vacío los designios divinos, pierde su perfección, y frustra su Santidad”.


 Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 6, 29 de Octubre de 1904