Estaba haciendo compañía a mi Jesús agonizante en el Huerto de Getsemaní, y por
cuanto me era posible lo compadecía, lo estrechaba fuerte a mi corazón tratando de secarle el
sudor mortal, y mi doliente Jesús, con voz apagada y agonizante me ha dicho:
“Hija Mía, dura y penosa fue Mi agonía en el Huerto, quizá más penosa que la de la Cruz,
porque si ésta fue el cumplimiento y el triunfo sobre todos, aquí en el Huerto fue el principio, y
los males se sienten más al principio que cuando están por terminar, en esta agonía la pena
más desgarradora fue cuando se Me hicieron presentes uno por uno todos los pecados, Mi
Humanidad comprendió toda la enormidad de ellos y cada delito llevaba el sello de “muerte a
un Dios”, y estaba armado con espada para matarme.
Delante a la Divinidad la culpa me
aparecía tan horrenda y más horrible que la misma muerte; sólo al comprender qué significa
pecado, Yo Me sentía morir y moría en realidad, grité al Padre y fue inexorable, no hubo uno
solo que al menos Me diera una ayuda para no hacerme morir, grité a todas las criaturas que
tuvieran piedad de Mí, pero en vano, así que Mi Humanidad languidecía y estaba por recibir el
último golpe de la muerte, pero ¿sabes tú quién impidió la ejecución y sostuvo Mi Humanidad
para no morir?. Primero fue Mi inseparable Mamá, Ella al oírme pedir ayuda voló a Mi lado y
Me sostuvo, y Yo apoyé Mi brazo derecho en Ella, la miré casi agonizante y encontré en Ella la
inmensidad de Mi Voluntad íntegra, sin haber habido nunca ruptura alguna entre Mi Voluntad y
la Suya.
Mi Voluntad es Vida, y como la Voluntad del Padre era inamovible, y la muerte Me
venía de las criaturas, otra criatura que encerraba la Vida de Mi Voluntad Me daba la vida. Y
he aquí que Mi Mamá, que en el portento de Mi Voluntad Me concibió y Me hizo nacer en el
tiempo, y ahora Me da por segunda vez la vida para hacerme cumplir la Obra de la Redención.
Después miré a la izquierda y encontré a la pequeña hija de Mi Querer, te encontré a ti como
primera, con el séquito de las otras hijas de Mi Voluntad, y así como a Mi Mamá la quise
Conmigo como primer eslabón de la Misericordia, con el cual debíamos abrir las puertas a
todas las criaturas, por eso quise apoyar en Ella la derecha; a ti te quise como primer eslabón
de la Justicia, para impedir que se descargase sobre todas las criaturas como se merecen, por
eso quise apoyar la izquierda, a fin de que la sostuvieras junto Conmigo.
Entonces, con estos
dos apoyos Yo Me sentí dar nuevamente la vida, y como si nada hubiera sufrido, con paso
firme fui al encuentro de mis enemigos, y en todas las penas que sufrí en mi Pasión, muchas
de ellas capaces de darme la muerte, estos dos apoyos no me dejaban jamás, y cuando me
veían a punto de morir, con mi Voluntad que contenían me sostenían y me daban como tantos
sorbos de vida.
¡Oh! los prodigios de Mi Querer, ¿quién puede jamás numerarlos y calcular su
valor?. Por eso amo tanto a quien vive de Mi Querer, reconozco en ella Mi retrato, Mis nobles
rasgos, siento en ella Mi Mismo aliento, Mi voz, y si no la amase Me defraudaría a Mí Mismo,
sería como un padre sin generación, sin el noble cortejo de su corte y sin la corona de sus
hijos, y si no tuviera la generación, la corte, la corona, ¿cómo podría llamarme Rey?. Así que
Mi Reino es formado por aquellos que viven en Mi Voluntad, y de este Reino escojo la Madre, la
Reina, los hijos, los ministros, el ejército, el pueblo, Yo Soy todo para ellos y ellos son todo
para Mí”.
Después estaba pensando en lo que Jesús me decía, y decía entre mí: “¿Cómo se hace
para poner en práctica esto?” Y Jesús regresando ha agregado:
“Hija Mía, las verdades para conocerlas, es necesario que haya voluntad y el deseo de
conocerlas. Supón una estancia con las persianas cerradas, por cuanto sol haya afuera la
estancia está siempre en oscuridad; ahora, abrir las persianas significa querer la luz, pero esto no basta si no se aprovecha la luz para reordenar la estancia, sacudirla, ponerse a trabajar,
porque si no, es como matar esa luz y hacerse ingrato por la luz recibida. Así no basta tener
voluntad de conocer las verdades, si a la luz de la verdad que lo ilumina no busca sacudirse de
sus debilidades y reordenarse según la luz de la verdad que conoce, y junto con la luz de la
verdad ponerse a trabajar haciendo de ella sustancia propia, en modo de transparentar por su
boca, por sus manos, por su comportamiento, la luz de la verdad que ha absorbido, entonces
sería como si asesinara la verdad, y con no ponerla en práctica sería estarse en pleno
desorden delante de esa luz.
Pobre estancia, llena de luz pero toda desordenada, trastornada
y en pleno desorden, y una persona dentro que no se preocupa de reordenarla, ¿qué
compasión no daría?. Tal es quien conoce las verdades y no las pone en práctica. Has de saber que en todas las verdades, como primer alimento entra la simplicidad, si
las verdades no fueran simples, no serían luz y no podrían penetrar en las mentes humanas
para iluminarlas, y donde no hay luz no se pueden distinguir los objetos; la simplicidad no sólo
es luz, sino es como el aire que se respira, que aunque no se ve da la respiración a todo, y si
no fuese por el aire, la tierra y todos quedarían sin movimiento, así que si las virtudes, las
verdades, no llevan la marca de la simplicidad, serán sin luz y sin aire”.
Nuestro Señor a Luisa Piccarreta, “Libro de Cielo”, Vol. 13, 19 de Noviembre de 1921